Jue 30.05.2013
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La fiesta terminable

› Por Facundo Enrique Soler

DESDE ALGUN LUGAR ENTRE ESTADOS UNIDOS Y MEXICO

“Voy por un trago, si al regresar te veo sentado muy cerca de mi mujer, te rebano las bolas”, avisa un negro de look gangsta en un inglés repleto de slang (lunfardo). En el momento parecía en serio, pero era una joda que surgió en el momento en que el NO compartía jacuzzi con su esposa y él arriba de un crucero gigante que salió de Miami, Florida, con dirección a México. El Imagination, una nave de batalla más en la flota turística de la empresa inglesa Carnival, es de esos megabarcos con todo adentro que fueron construidos con una idea de negocio: hacer paquetes turísticos para el héroe de la clase media. De esa manera este crucero se llena durante siete días de raperos que no llegaron a MTV, empleados de la oficina postal, amas de casa desesperadas y niños con notable sobrepeso, toda la “basura blanca” de Estados Unidos y otras partes del mundo con capacidad para pagar 450 dólares por pasajero para acceder a un buffet de comida ilimitada las 24 horas. Y una joda medida.

Carnival, la misma empresa del Imagination, realiza cruceros temáticos de rock. La banda pionera en esta actividad es KISS, siempre un paso adelante en cuestiones de marketing, con dos ediciones y una tercera en planes. Weezer también tuvo su propio paseo en barco en enero de 2012 con show en vivo y un line up de bandas que incluyó a Dinosaur JR., Yuck, Waves, The Knocks y The Antlers. Para febrero del año que viene tienen preparada la segunda vuelta con ellos como plato principal y recitales aparte a confirmar. El precio para asistir a una semana de música en vivo, turismo y tragos caros es de 1700 dólares promedio por persona. Pero la celebración más fastuosa entre cruceros y rock ocurrió en diciembre del año pasado: el famoso festival estadounidense Coachella tuvo su versión a bordo e incluyó shows de Pulp, Hot Chip, Yeasayer y GirlTalk, entre otros, y los DJ sets de James Murphy, Harvey y The Rapture.

Es que los cruceros ampliaron su objetivo de venta y dejaron de ser un bien de lujo para los de bolsillo amplio. Ahora hay diferentes gamas para que nadie quede afuera del rango de consumo. El Imagination es uno más de esta línea: una bestia de 261 metros de largo capaz de albergar más de dos mil pasajeros y una tripulación de casi mil empleados entrenados para satisfacerlos e inducirlos a que una vez puertas adentro gasten más.

La comida, por lo general chatarra, es libre a toda hora y, sacando eso, todo otro producto a consumir cuesta plata. El alcohol, el uso de Internet o jugar unos fichines, se cobra y muy caro. La lógica cierra: estando arriba de un barco yendo a toda velocidad por medio del océano, ¿dónde más vas a buscar? El monopolio obliga a gastar unos dólares más de lo planeado que, obviamente, se pueden abonar en plástico.

Lo mejor del viaje, por más raro que suene, es bajar en un puerto de Cozumel, una vez en México, para revisar qué excursión (paga) hacer durante las siguientes doce horas. La isla está preparada para dedicarse enteramente al turismo y sus playas semivírgenes son mil veces más satisfactorias que la pileta del barco, repleta de yankis gritones que toman cerveza y se ponen como locos ante la primera señora que decide mover el culo cuando suena el Gangnam Style.

En el Imagination hay ciertas costumbres una vez a bordo que son pintorescas. Existe una jornada llamada “La noche del capitán”, una excusa para vestirse elegante y disfrutar de una rebaja mínima en los tragos mientras los oficiales de la tripulación se ponen sus trajes de gala y salen a sacudir manos. Lo divertido de ver la faceta estética cuidada de los pasajeros es que algunos son bomberos u oficiales de policía y en una ocasión de etiqueta visten sus respectivos uniformes de laburo, como insignia del orgullo.

Las instalaciones son de tamaños faraónicos. Hay canchas de básquet, fútbol, tenis y hasta una pista para hacer atletismo. La pileta principal deja bastante que desear, pero el spa y el casino son increíbles. Hay dos boliches que dan vergüenza ajena debido a su alto contenido de gente banana bailando canciones horrendas de Pitbull o de Skrillex. La mejor manera de divertirse por la noche tras un día entero de tomar sol o leer en la cubierta es ir al club de comedia, donde hay stand up aficionado y karaoke. Los buffets, lo importante, son un caso aparte debido a su enorme variedad de platos: hay de todo para servirse libremente las 24 horas.

Los empleados son de diferentes partes del mundo y están entrenados rigurosamente para estar siempre con una sonrisa atendiendo al público, así sea limpiando la cubierta o aseando las habitaciones. Los que se destacan en pesados son los que se dedican a “animar” a los pasajeros, así sea formando trencitos de baile improvisados u organizando campeonatos de remeras mojadas. Todo esto es filmado y transmitido por uno de los canales internos de televisión. La joda escatima un poco en el itinerario del que paga una suma de dinero para subirse a un barco a que lo atiendan como un príncipe y esperó descocar sus noches. Cuando la primera mimosa se quiere sacar el corpiño en el deck de la pileta o al momento en que un señor calvo amague con mostrar sus genitales en la coreografía de You Can Leave Your Hat On, siempre aparece un empleado sonriente para frenarlo y mantener las buenas costumbres con medibles niveles de joda arriba del crucero que atraviesa el océano.

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