TONY WILSON, EL HOMBRE
Es mentira!
–¿Alguna vez firmaste algo con tu propia sangre?
–Sí, el presupuesto para la grabación de Unknown Pleasures. Era la clase de cosas que uno tenía que hacer entonces.
Quien pregunta es el brillante Sean O’Hagan, periodista de The Observer y el London Review of Books, premiado el año pasado como el mejor entrevistador de Gran Bretaña. El que responde es Tony Wilson, el personaje alrededor del cual Winterbottom construyó su saga de dos revoluciones musicales en una sola ciudad. Y la pregunta es una de las tantas preguntas indispensables que surgen después de ver 24 Hour Party People, un film orgullosamente repleto de anécdotas del rock. A la manera del norteamericano John Ford, Winterbottom y los suyos resolvieron la puja entre mito y realidad privilegiando el mito. Así es como la película es un falso documental que corre detrás del mito en vez de ir a por la verdad: haciendo eso cuenta, precisamente, toda la verdad. Pero deja en el camino una enorme cantidad de preguntas. Que Tony Wilson, ese personaje educado en Cambridge y notero en un programa de televisión, no deja de responder una y otra vez.
A la hora de explicar quién es Tony Wilson, es difícil dar con una imagen concreta que lo represente. Desde aquí se podría decir que Wilson bien podría ser una cruza entre Andrés Perciavalle y Jorge Alvarez, el mítico productor de Mandioca, primer sello enteramente de rock argentino. O de Perciavalle con Jorge Pistocchi, el factótum de la primera versión del Expreso Imaginario. Aunque, en realidad, bien se podría prescindir de semejantes mezclas en una escena rockera que tiene a un personaje como Roberto Pettinato. Presentador televisivo, factótum del sello que dio a conocer a Joy Division, New Order y Happy Mondays, y también dueño de La Hacienda, la disco donde nació y creció fuerte el acid-house, Wilson es un personaje fascinante. Casi tan fascinante como lo interpreta Jackie Coogan.
Ahora bien, ¿cuánto de real hay en esas anécdotas relatadas con todo detalle durante la película? Para poner las cosas en claro, Wilson llegó a publicar un libro rebatiendo una por una las escenas del film. Y también ha puesto las cosas en claro cada vez que pudo en una entrevista. “Lo único que pude convencerlos de cambiar fue la presencia de cocaína durante todo el film, explicando que llegó a Manchester recién en los noventa”, confesó Wilson. Después, él aparece con prostitutas en una camioneta detrás de su club, mostrando un documento firmado con su sangre que asegura que no tiene los derechos sobre ninguno de sus grupos, e incluso hablando con Dios en una terraza. “El arreglo de las bandas con Factory era 50-50”, explica Wilson. “Pero no teníamos derechos sobre sus grabaciones, lo que era una locura. ¡Era el mejor arreglo que una banda podía conseguir! Todo el mundo decía que éramos unos idiotas, y creo que lo éramos. Teníamos una actitud heroica hacia la libertad artística, y pensábamos que los contratos normales eran algo vulgar, algo que de alguna manera no era punk.”
La discográfica que nunca se vendió porque no tenía nada que vender cedió ante el peso de su propia locura. Allí están las anécdotas de los delirios de los Happy Mondays en Barbados para atestiguarlo. “Como neoyorquina, estuve con mucha gente que vivió permanentemente al límite. Pero nunca había conocido a semejante grupo de gente que no sabía siquiera dónde estaba ese límite”, dijo Tina Weymouth, ex Talking Head, productora de aquel fallido disco del grupo de Shawn Ryder. A la hora de promocionar el film, la productora de Winterbottom propuso hacer afiches con los rostros de sus protagonistas cruzados por una palabra. Sobre el rostro de Ian Curtis se podía leer la palabra “¡Artista!”. Sobre el de Ryder decía “¡Poeta!”. Pero sobre el de Wilson se leía “Twat”, que es algo así como “boludo”. “Yo aprobé esa publicidad”, explicó orgulloso el referido. “Peter Hook de New Order dijo que el film era sobre el boludo más grandede Manchester, interpretado por el segundo boludo más grande de la ciudad”, agregó Jackie Coogan. “Así es como somos en Manchester. No elogiamos a nuestros pares”, apuntó finalmente Wilson, el tipo que lo tuvo todo, y lo dejó ir.
–¿Alguna vez te arrepentiste de algo? –le preguntó Sean O’Hagan al final de la entrevista.
–Sí –respondió Wilson–. De no haber ido a Barbados yo también.
Nota madre
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