En los ‘90, la música de Embajada Boliviana tuvo en Ricky Espinosa a un promotor de lujo. El cantante de Flema sacó a la banda del anonimato platense –tocando y hasta grabando varias de sus canciones– y la llevó a Buenos Aires, donde se insertó en el circuito punk hasta tocar en Cemento. “Ricky es nuestro padrino en la música, todo esto se lo debemos a él. Lo queríamos mucho”, dice Julián Ibarrolaza. Diez años más tarde, con la banda disuelta, quien se encargó de difundir a Embajada Boliviana fue Santiago Motorizado, el cantante de El Mató, que cada vez que podía mencionaba al grupo como su máxima influencia. Pero no es un caso aislado: en La Plata, para muchos artistas, la música de Embajada tuvo un efecto sumamente inspirador. “Fue mi gran influencia, más que cualquier otra banda, porque además de hacer esas canciones geniales que emocionaban, estaban ahí en la calle, en la diagonal 74 tomando una cerveza, y nos quedábamos hablando”, confiesa Javi Punga. “Yo sabía que ellos eran tan importantes para mí como si hubiese estado con alguno de Sonic Youth. Tenían ese aura mágica que te hacía pensar ‘lo mío es la música, yo quiero tener una banda’.” Otro fue Billordo, que en Llamaron y es una mierda concluía: “No tengo nada, sólo un lindo casete de Embajada Boliviana”. Jo Goyeneche, cantante de Valentín y Los Volcanes, presenció el primer show del grupo en su escuela primaria cuando tenía 12 años, y a partir de ese día empezó el amor. “Embajada representa para mí algo así como la iniciación, en el sentido más amplio y trascendente”, dice. “Fueron más grandes que los Ramones, eso creo. Me cuesta escucharlos ahora, me produce una nostalgia enferma, me hace un toque mal, pero tengo muchas ganas de volver a verlos. Posiblemente vaya y vuelva a tener 12 años.”
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