TOCAR EN VIVO Y SOBREVIVIR EN EL INTENTO
Denuncias y recomendaciones públicas de lugares donde tocar. Legislación sobre arreglos de entradas y salarios. Coimas y el bendito 70 por ciento.
› Por José Totah
No es un mito. En cualquier ciudad del mundo, desde Santiago de Chile hasta Nueva York o Montreal, desde Montevideo hasta París o Londres, los músicos cobran por tocar en un boliche, del mismo modo que un albañil recibe su paga cuando levanta una pared, o un abogado cuando defiende a su cliente. “Pay to play, no way” (“Pagar por tocar, de ninguna manera”) es un lema que se defiende a muerte en países como Canadá e Inglaterra. Ser músico y tener una banda es una actividad artística y placentera, pero también un trabajo en miles de sentidos: meterse a ensayar todas las semanas en un cuartucho de dos por tres, tomar clases y estudiar el instrumento hasta que duelan los dedos, hombrear equipos de madrugada y, demasiado seguido, negociar con bolicheros que hacen quedar a Tony Soprano como un bebé de pecho. Tener una banda en la Ciudad de Buenos Aires es, probablemente, el peor negocio. Debe ser por aquel mandamiento que rige el inframundo porteño desde siempre y que se reforzó en la era post-Cromañón. Y dice así: los músicos emergentes no sólo no ganarán un mango con las tocadas sino que, encima, tendrán que pagar para subir al escenario o hacer arreglos imposibles, vendiéndole entradas hasta a la abuelita sorda.
Hay dilemas claros: ¿dónde conviene tocar?, ¿quedan bolicheros honestos?, ¿en qué locales no obligan a vender anticipadas?, ¿tocar gratis es resignarse a jamás ganar un peso con la música y escupirles el asado a los colegas que pelean por cobrar? Muchas de estas preguntas se debaten todos los días en un grupo cerrado de Facebook —”¿Tocaste en este boliche? ¿Cómo te trataron?”— al que están suscriptas más de 7 mil personas, desde músicos consagrados hasta los que recién arrancan. En esta comunidad hay una “lista negra” de pubs en los que, según los propios seguidores, más se perjudica a los músicos. Estos son los cinco más resistidos: Speed King (Sarmiento 1679), Acatraz (Rivadavia 3636), Gier (Alvarez Thomas 1078), La Colorada (Yerbal y Rojas) y Loca Bohemia (Av. La Plata 727). Alcanza con meterse a leer los comentarios de los foristas sobre estos lugares para recolectar anécdotas nefastas y, claro, puteadas a granel.
Ricardo Daniel Vernazza, creador de este grupo de Facebook (también hay otro similar llamado “Acá sí que no se toca”) y secretario general del Sindicato Argentino de Músicos (Sadem), cita un caso concreto. Vernazza envió al NO un comprobante de pago del boliche Acatraz, en Caballito, en el que se obliga a la banda Mañana Eterna a abonar 820 pesos por no haber vendido las 60 entradas exigidas. Al parecer, los muchachos tuvieron una mala noche y sólo vendieron 19. Y lo peor de todo es que en la boleta hay una leyenda que dice que el pub se queda con los instrumentos en consignación hasta que se cancele el pago. “Si hilamos más fino, el 90 por ciento de los boliches a los que vamos los fines de semana a escuchar música, que deben ser unos trescientos en Capital, tienen habilitaciones truchas, precarias o directamente no las tienen”, denuncia Vernazza.
Además de los arreglos directos con los pubs, también existe la figura de los “promotores” que “compran” una noche y meten varias bandas, hasta cinco por jornada, a razón de 40 minutos cada una. Piden unos 700 pesos por grupo y entregan anticipadas para que, en teoría, las bandas queden hechas, algo que casi nunca sucede. Uno de los bolicheros de la lista negra, que pidió no ser citado, se defendió: “También ponete de nuestro lado. Si todos los fines de semana metemos tres bandas que llevan diez personas cada una, nos fundimos y tenemos que cerrar. Nosotros no tenemos ningún subsidio, si no, ¿cómo hacemos para pagarle al sonidista, a la gente de seguridad? Encima los músicos se enojan si no les damos cerveza gratis, como si a nosotros nos saliera de la canilla”.
Los músicos no sólo no deberían tocar gratis (mucho menos pagar) sino que existe una legislación que les garantiza un salario mínimo por show. Y lo tienen que exigir cuando se bajan del escenario, por más que al dueño del bar le dé un ataque de risa. El Convenio Colectivo de Trabajo 112/90 estipula que, sin importar la modalidad con la que se acuerda el show, ya sea cobrar el cubierto, la entrada en puerta, pasar la gorra o sobre, la banda que toca en un pub debe tener asegurado un pago mínimo de 220 pesos por músico. Esta misma norma establece que el grupo podrá cobrar un adicional —una hora sin cargo de flete— si transporta equipos. No es un dato menor, si se calcula que contratar una camioneta para llevar la batería y los amplificadores no baja de 600 pesos ida y vuelta.
En la Ciudad de Buenos Aires también funciona el instituto BAMUSICA, que a través de la ley 3022, aprobada en 2009 por la Legislatura porteña (fue una lucha de años que llevaron a cabo la Unión de Músicos Independientes, el Sadem y la Cámara de Espacios de Música en Vivo), entregó subsidios a trece clubes de música. Estos locales deben respetar a rajatabla que el 70 por ciento del valor de las entradas vendidas son para la banda y el otro 30 para el boliche. Los bares subsidiados, que por ende no pueden cobrarle nada al músico más allá de este arreglo 70-30, son: La Biblioteca Café (M.T. de Alvear 1155); La Forja (Bacacay 2414), Plasma (Piedras 1856), Virasoro (Guatemala 4328), Thelonious (Salguero 1884), Casa Brandon (Luis María Drago 236), Liverpool (Arévalo 1376), Club Cultural Matienzo (Pringles 1249), El Emergente Bar (Gallo 333), Vuela El Pez (Córdoba 4379), Los Laureles (Av. General Iriarte 2290), Club V (Corrientes 5008) y Makena (Fitz Roy 1519).
A priori, éstos serían los mejores pubs para tocar, aunque muchos de ellos tienen la programación completa hasta fin de año. Por otro lado, siempre aceptan cualquier propuesta musical. Pero, según denuncian los foristas, tampoco se respeta del todo aquello del 70-30. Básicamente, todo termina con caras largas cuando los músicos caen en la boletería a cobrar su parte de las entradas. “La noche estuvo muy buena y tocamos con el pub lleno, pero cuando fuimos a buscar nuestro dinero no sólo parecía que no había entrado nadie sino que nos dijeron que teníamos que pagar el 12 por ciento de Sadaic, cuando la ley dice que les corresponde a ellos. El dueño se enojó y nos amenazó con una botella de vidrio”, cuenta un músico sobre lo que le pasó en uno de estos boliches “subsidiados”.
“Al final, si tenés una banda cobrás mejor tocando en la cooperadora de un colegio o en club o salón de barrio. Las bandas se tienen que autogestionar y organizarse para generar un público propio”, concluye Vernazza.
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