Jueves, 4 de septiembre de 2014 | Hoy
WALAS, GRAN HERMANO DE LA CULTURA SKATER LOCAL
“Hoy en día, la forma de vida skater se trasladó a lo cotidiano: es una revancha”, dice Walas, cantante de Massacre y un precursor del skate en Argentina. Podría decirse que, a su modo, tozudamente y a contramano, Walas ganó. “Eramos una minoría resistida. Nos pasó lo mismo que con el punk y el rock: no encajábamos. Sufrimos, fuimos outsiders, elitistas y demás. Hoy veo una guitarra eléctrica al lado de un skate y pienso que el tiempo nos dio la razón”, cuenta Walas, que a fin de año sacará disco nuevo con Massacre. “Estamos más profundos, más adultos, más espirituales, místicos. Sin demasiadas estridencias. Empieza una nueva era: se acaban las cosas que no funcionaron durante siglos, como la religión, el capitalismo, todo el tiempo hablo de lo nuevo.”
En sus últimos shows, Walas tomó el mic y sorprendió con una sentencia peculiar: “Massacre viste a la moda”. Y la actualidad de la moda, en su reverso gediento de nortes, posicionó a Walas en un lugar de radar ondero. Por supuesto que lo percibe: “Estoy contento porque ahora estoy a la moda, somos un estándar. Hasta pasa en esa publicidad donde hay un muchacho que se separa y se tiene que poner al día. Su sobrino le dice ‘modernizate’, va a Palermo y lo visten de mí: gorro de lana, camisa hawaiana, chupines y botas grandotas. Pareciera una parodia de mi vida”.
Al punto. Sus comienzos con el skate están ligados a una infancia de clase media porteña. El skate comenzó siendo un juguete. El skate, en rigor de verdad, era una patineta. “Todo se lo agradezco a mi abuela, que una Navidad me llevó a la tienda Harrods, que era como un pre-shopping. Corría el año 1978. Le escribí una cartita a Papá Noel y mi abuela me regaló un skate. Ahí me enamoré”, recuerda. “Fue mi primer amor. De hecho, conocí el rock leyendo revistas importadas de skate. Quería ver cómo informarme y compraba la Skateborder Magazine. Ahí conocí la new wave, el punk, ahí conocí a Los Ramones”, apunta.
De esa comunión, nacería un nuevo amor: el rock. “Durante un tiempo, esos dos amores convivieron. Modestia aparte, llegué a ser el mejor skater argentino durante algunos años. Un handicap que duró casi media década, entre el ‘80 y ‘86. En un momento, pude conjugar mis dos realidades. El día y la noche. El deporte y la bohemia. Hasta que el rock le ganó al skate. Fue así como esas dos novias me disputaron durante un tiempo.”
Sus conocimientos sobre esa entelequia llamada skate lo posicionan entre uno de los pocos historiadores en estas pampas: “Hay como tres generaciones de skaters. La primera, representada por Tony Alva, que se animó a meterse dentro de una pileta vacía, inventando los deportes extremos. Alva tenía pelo largo, venía del hippismo y su soundtrack era Jimmy Hendrix. La segunda fue con Duane Peters, que fue quien radicalizó las maniobras: les dio un carácter punk. De hecho, fue el primero que llevó la filosofía punk al skate. Hasta que, de repente, apareció un chiquito, muy niño, que llevó al skate hacia un nivel superior: Tony Hawk. Con Hawk entró en juego el nivel técnico. Lo espontáneo tomó carácter técnico”. Y desde ahí, un cumplido: “Ellos eran mis Kempes, mis Tarantinis”.
Asimismo, su amor por el skate trasciende la mera acumulación de tablas e información (“Cuando vi la serie esa de los Acumuladores compulsivos entendí que lo mío estaba legitimado: entró un nuevo tema para terapia y aumentó mi obsesión”) y profundizó su rol de investigador. “Empecé a guardar tablas mías en buen estado. Después, a juntar tablas de amigos, ex skaters. En ese momento ni pensaba que iba a ser coleccionista ni referente del coleccionismo. No se hablaba de la historia. Era puro presente. Alquilé un local en la Bond Street y armamos La Rata, un museo de skate cuyo único objetivo era democratizar el deporte.” Tuvo que cerrarlo pero había un supraobjetivo: que su colección se convirtiera en una muestra permanente. Así vino una que armó en GEBA durante la visita de Christian Hosoi (el antagonista histórico de Tony Hawk) y Steve Caballero a la Argentina.
Hace un año, Walas armó Pánico, una galería de arte en Palermo que abraza toda su colección. Y desde ahí, una anécdota que resume su pasión por el skate y su devoción por Tony Hawk (a quien, sí, también llamó “el Maradona del skate”): “Exhibí unas 100 tablas y todas tenían un cartelito con data del año, tipo de madera, etcétera. Al lado de la tabla de Tony Hawk del año 1988, el cartelito decía ‘Sin palabras’”. ¡Pum!: Tony Hawk non plus ultra. En 2014, con el cambio de paradigma, Tony Hawk viene a la Argentina convertido en una estrella de rock. Y, claro, ni hace falta aclarar por qué Walas ganó de nuevo.
* Massacre: viernes 12 (a las 23.30) y sábado 13 (a las 21) en La Trastienda Club, Balcarce 460.
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