Dom 21.09.2014
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FAN › UN DIRECTOR DE TEATRO ELIGE UNA PELíCULA: FRANCISCO CIVIT Y EMBRIAGADO DE AMOR, DE P. T. ANDERSON

EL AMOR EN TIEMPOS DE CÓLERA

› Por Francisco Civit

Una de las películas que veo cada vez que puedo es Embriagado de amor, de Paul Thomas Anderson, aunque prefiero su título original, Punch-Drunk Love. Me parece más directo, menos meloso y un poco más desesperado. Llegó en un momento muy particular, a finales del 2002. La película se centra en Barry (Adam Sandler), que tiene una vida solitaria y trata de llevarla como puede. Su entorno es hostil, vive acosado por unas hermanas que lo maltratan y ridiculizan constantemente. No sabe qué hacer con esto, en realidad no puede lidiar con casi nada, lo que lo lleva a tener fuertes ataques de ira. Un día decide comprarse un traje azul, no muy lindo, pero pareciera que busca un cambio. En fin, más o menos así comienza, es buena, no sé si genial, pero como decía antes, la vi en un momento muy particular. Estaba en medio de cambios profundos y el país también. La incertidumbre de 2001 no se despejaba, las calles estaban tomadas por una mezcla de decepción y optimismo revolucionario. Había asambleas barriales y marchas constantes. Al vivir a cinco cuadras del Congreso y sobre avenida Rivadavia, era muy habitual ver pasar a las movilizaciones y su posterior desconcentración. Muchas veces el viento traía, por la avenida, el humo blanco de los gases lacrimógenos, que aunque estuvieran algo diluidos igual congestionaban los ojos, la nariz y la garganta.

En la ficción, Barry llega temprano al trabajo y presencia un accidente de tránsito: un automóvil vuela por los aires y queda volcado en medio de la calle. Acto seguido, una camioneta llega a gran velocidad y deja un pequeño órgano de madera en la vereda y se va. Barry decide llevarse el instrumento. Juega con él, le saca sonidos, inventa una melodía.

Hacía ya unas semanas que me había separado, lo que seguía eran los trámites de divorcio, los dos éramos conscientes que esa pareja se había terminado. Atravesaba mi duelo como podía, alcohol, largas caminatas y mucha lectura nocturna en la biblioteca del Congreso, que en esa época estaba abierta las 24 horas. Mis finanzas eran un desastre y necesitaba compartir el alquiler. Miguel Zeballos había abandonado sus estudios universitarios de cine y buscaba departamento. Casi no nos cruzábamos en la casa, casi no nos hablábamos. Gabo Baigorria, un amigo de Miguel, pasaba muchas noches de la semana durmiendo en el sofá. Yo me concentraba en mis estudios, quería ser director de teatro. Un día el maestro de teatro nos preguntó: “Si pongo una construcción de chapa en el escenario, ¿qué es?”. Alguien dijo un galpón, otro tiró una casa de una villa de emergencia y no recuerdo qué más. Rubén Szuchmacher dijo: “Muy bien, puede ser todo eso. Pero desde el 2001 también puede ser un banco”.

Barry conoce a Lena (Emily Watson), se enamoran a primera vista; pero Barry, que es neurótico, rutinario, obsesivo, con arranques de ira, no sabe qué hacer con su vida, tampoco sabe qué hacer con eso que siente.

Yo escuchaba pasar las marchas por la puerta de mi casa, me sumaba a ellas, caminaba hasta el Congreso o a Plaza de Mayo y me quedaba con la multitud. Era algo patético, no sabía exactamente el motivo de la movilización, sabía que no quería sentirme solo. Por suerte este comportamiento cuasi patológico fue disminuyendo. Por las noches me cruzaba con Miguel en unos boliches de mala muerte en Once, en donde la cerveza era muy barata. Empezamos a comunicarnos, a tener largas charlas. Gabo siguió pasando muchas noches de la semana en el sofá y el departamento empezó a tener un poco más de vida.

Barry viaja para encontrarse con Lena, no sabe qué decirle, no sabe cómo acercarse. Lena, apenas lo ve, se lanza sobre él y lo besa. La escena es mucho más bonita que mi descripción, sus siluetas recortadas a contraluz, de fondo una playa de colores brillantes, alrededor de ellos pasa una multitud que no los percibe. Barry y Lena están juntos. La película sigue y tiene una trama mucho más compleja, que no pretendo arruinar.

Yo empezaba a preparar mi último ejercicio para el taller de puesta en escena. Convoqué a una actriz que me gustaba mucho, un par de meses después me di cuenta de que esta mujer no me gustaba sólo como actriz. Está finalizando el 2003, María Zambelli y yo empezamos a vernos fuera de los ensayos. Un día la invito a casa a cenar y a ver una película, la de Barry. Le gusta mucho, a mí me gusta ella. Tres meses después estamos conviviendo. En unos meses cumplimos once años juntos.

Es raro cómo pasan las cosas y cómo uno las lee. El tiempo pasó, muchas cosas cambiaron y otras perduran, pero Punch-Drunk Love dialogó conmigo en esos años de gases lacrimógenos, alcohol y golpes con el amor.

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