Dom 21.12.2014
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FAN › UNA FOTóGRAFA ELIGE SU FOTO FAVORITA: TALI ELBERT Y “TECLA”, DE RINEKE DIJKSTRA

LLEGAR A LA VIDA

› Por Tali Elbert

Toda la obra de Rineke Dijkstra conmueve mi mirada, pero elegí esta imagen porque siento que me interpela de modo particular: “Tecla”, de la serie New Mothers, tomada el 16 de mayo de 1994, exactamente un día después del parto de Tecla.

La primera vez que la vi no sabía de quién era, pero llamó enteramente mi atención. Una síntesis perfecta entre lo que yo venía haciendo y lo que intuía que podía empezar a hacer. No recuerdo con claridad dónde fue que la encontré, pero es una imagen que permaneció conmigo, de manera fija y constante.

En la serie New Mothers, la artista retrató a tres mujeres que habían parido recientemente, de cuerpo entero y desnudas, sosteniendo a sus bebés recién nacidos. Ellas posan erguidas frente a una pared blanca y miran fijo a la cámara. Dijkstra fotografió a estas tres mujeres lo más pronto posible después de sus respectivos partos: a Julie, apenas una hora después que diera a luz; a Saskia, una semana después de su cesárea: y a Tecla, la mujer que posa en la imagen presente, el día después del nacimiento de su hijo. Ellas están ahí, felices, pero también confusas, y sobre todo exhaustas. Las tres mujeres fueron fotografiadas en sus propias casas (lugar que eligen usualmente las mujeres holandesas para parir). A pesar de ello, los fondos definidos por Rineke para tomar las fotografías minimizan los detalles domésticos, aislando a las retratadas de cualquier posible rastro de sus vidas personales. Este es un rasgo que se repite a lo largo de toda su obra. Todos sus personajes siempre se recortan sobre un fondo abstracto, descontextualizado, como para eliminar cualquier información que pueda desviar la atención, porque, como ella misma dice, “para mostrar el entorno en el que uno vive no es necesario dar demasiada información”. Tecla, la mujer que posa aquí con una frontalidad radical, tiene un aspecto de vulnerabilidad, de enorme fragilidad.

En mis inicios como fotógrafa dediqué algunos años a fotografiar partos y nacimientos, casi como un impulso inconsciente. La necesidad de volver a ver la puerta, como un espejo, en el nacimiento de otros. Ese primer pasaje que significa llegar a la vida. Cuando vi por primera vez esta grandiosa fotografía tomada por Dijkstra, donde posan con despojo una mujer recién parida con su bebé de apenas un día de vida, la sentí como un registro muy valioso. Atesorar el encuentro de una madre con su hijo, los primeros instantes que forjan esta relación íntima y esencial, en una imagen cruda, frontal y profundamente honesta. Salimos de la panza de nuestra madre y ya nunca podremos volver a ese lugar. Un momento que al parecer se esfuma y, sin embargo, deja una marca que perdura durante el resto de nuestras vidas. En esta imagen que Rineke nos muestra, ese primer encuentro permanecerá intacto para siempre.

Pasaron los años. En el medio me detuve a fotografiar otro de los pasajes por los que transitamos en la vida: personas ancianas desplazándose por el agua, como si se estuvieran yendo suavemente. Y finalmente llegó el día de mi propio parto. Toda una serie de accesorios y artefactos preparados para registrar lo que iría sucediendo. Sin embargo, poco de todo esto precisamos en ese momento; apenas unas imágenes fotográficas y también de video que mi pareja decidió tomar. Sólo necesité permanecer en lo más simple, lo más básico y estar allí, en mi propia casa y en silencio, esperando la próxima contracción, que iba y venía, cada vez más fuerte, como las olas del mar. Todo posible plan de producción fotográfica previamente fantaseado se desvaneció. Es aquí donde vuelve a mi memoria, una y otra vez, esta fotografía de Rineke. Y me pregunto: “¿Cómo hizo para lograr que una mujer posara así, tan crudamente, ante su cámara en semejante circunstancia?”.

Mi conexión con sus imágenes siguió siendo de forma accidental. Hace algunos años, en un museo que visitaba durante un viaje, me detuve especialmente a ver una muestra. Nuevamente, no sabía de quién era, pero llamó enteramente mi atención. Cuando me acerqué pude constatar un nuevo encuentro con el trabajo de Dijkstra. Esta vez se trataba de “Almerisa” (1994). Almerisa es una niña de seis años que Rineke conoce en un centro de refugiados para los solicitantes de asilo de Bosnia en los Países Bajos, y a quien fotografía siempre sentada en una silla, a lo largo de más de una década. En la última foto Almerisa ya es una mujer adulta y posa con su propio hijo.

Ya nunca pude olvidarme de sus mujeres-madres, de sus niñas y niños devenidos adolescentes, dejando en mí una huella profunda y para siempre. La transición y la transformación de las personas, la evolución de sus personajes retratándolos cada cierto tiempo, en un largo período. Ahora pienso que su forma de trabajo, su manera de ver y retratar, han influido mucho en lo que vino después en mi obra, adelantándose a mis deseos futuros por seguir fotografiando.

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