FAN › UN FOTóGRAFO ELIGE SU OBRA FAVORITA: ADRIáN SALGUEIRO Y “LA VOITURE DéFORMéE”, DE JACQUES-HENRY LARTIGUE
› Por Adrián Salgueiro
Cuando recién empezaba con la fotografía, en 1991, solía pasar muchas tardes en el 4º piso de las galerías Harrods. Allí estaba la librería Carlos Hirsch, en la que uno podía tomar los libros, sentarse en un sillón y disfrutar del material en aquellos bellísimos salones victorianos. Ahí mismo compré mis primeros libros de fotografía: los clásicos franceses Photo Poche. Sé que el tiempo endulza la memoria, pero recuerdo con cariño esa etapa en la que no conocía muchos autores y los descubría en esas tardes de ocio contemplativo en un lugar hermoso: Cartier-Bresson, Bruce Davidson, Robert Doisneau, Brassaï, Imre Kertész y Lartigue-Jacques-Henry Lartigue.
Compré su Photo Poche porque me alucinó la imagen de la tapa: el auto en el Grand Prix de l’A.C.F. (1912). La rueda oval, el encuadre con el corte abrupto en la mitad del auto, los dos pilotos (siempre imaginé que el que conduce sonríe), el número 6, la figura negra torcida a la izquierda (¿un policía?) y esos dos personajes vibrados que caminan de perfil como si no vieran la carrera (¿hay un niño atrás?), la sensación de velocidad que da la rueda... esa rueda deformada por el efecto del movimiento. En fin, me pareció una imagen alucinante, mágica y surreal. Todavía hoy la miro y me encanta.
También disfruto de sus otras fotos: los experimentos en los que congela en el aire a su gatito, las tías corriendo, su nanny jugando con una bola al aire, su hermana en el tobogán, amigas saltando, las situaciones con automóviles y aviones; el glamour en los eventos de la burguesía, la costa de Biarritz.
Su papá le regaló una cámara a los 7 años y él lo fotografió todo, documentó el placer de vivir. Hacer fotos desde niño, con la mirada curiosa y virgen, sin corazas, fue lo que le permitió investigar jugando y hacer esos registros descontracturados y frescos, encuadres y momentos poco usuales para la fotografía de la época, pero que tenían que ver con su cotidianidad: él mismo manifestó que eran “capturas” para sus álbumes personales. Seguramente por eso me gusta, porque aún hoy, con los grandes cambios que hubo en la fotografía, coincido con ese “abordaje”. Uno a veces tiende a buscar las fotos lejos, y en realidad las imágenes que dicen algo propio las encontramos en nuestra vida, en nuestras surrealidades cotidianas.
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