FAN › UN DIRECTOR DE CINE ELIGE UNA ESCENA DE PELíCULA FAVORITA: NéSTOR FRENKEL Y AALTRA
› Por Néstor Frenkel
hace un par de años en el Festival de Cine de Buenos Aires fui a ver esta película, no me acuerdo muy bien por qué.
Puede haber sido por un dato al azar del tipo “dijo Tal que Aaltra está buena” y uno va a verla aunque no tenga la menor idea de quién es “Tal” ni mucho menos qué clase de películas le pueden llegar a gustar.
O quizá leí algo en el catálogo que me llamó la atención y que puede haber sido una frase en la sinopsis en la que decía que Aaltra era una “road movie en silla de ruedas”.
Resulta que esta película está dirigida por dos actores, que son los protagonistas, y contra lo que podría pensar alguna persona con prejuicios, no hay escenas de hondo dramatismo, llantos, catarsis, ni largos monólogos emocionados y/o emocionantes.
Dos vecinos que se odian son aplastados por un tractor marca Aaltra mientras se están agarrando a piñas; quedan paralíticos y tienen que compartir la habitación del hospital.
Cuando los echan del hospital y los están trasladando en ambulancia a sus casas, los conductores paran a tomarse una cerveza. Los vemos atrás de una barra bebiendo y manteniendo una larga conversación acerca de los airbag y el aire acondicionado, y en un momento una mano asoma desde abajo para agarrar un vaso de cerveza. Ahí nos damos cuenta de que los conductores son dos, y los vasos cuatro; otra mano asoma en el otro costado de la barra, y uno imagina a los dos vecinos en sus sillas de ruedas tomando sus cervezas “allá abajo”.
La escena y la conversación siguen, y los ataques de risa del público se multiplican inevitablemente cada vez que esas “manos anónimas” asoman para agarrar o apoyar sus vasos de cerveza en la barra.
Los vecinos se vuelven a encontrar en la estación de tren, y emprenden juntos un largo viaje hacia Finlandia, donde está la fábrica de tractores, para hacerles un juicio.
Durante este viaje son robados, encallan en la arena y están a punto de ser tapados por la subida de la marea, roban una silla de ruedas a motor, intentan subalquilar espacios para estacionar para discapacitados, son ayudados por familias de turistas de los que se aprovechan lo más posible, van a ver carreras de motocross y “mil y una aventuras más”, todo al ritmo de una comedia que avanza en silla de ruedas.
En ningún momento te dan lástima, y eso es quizá un rasgo más que interesante de esta película. Los que sí dan lástima son los turistas que intentan ayudarlos, y quedan atrapados entre sus buenas intenciones y la falta de reacción al verse abusados por los discapacitados.
La actuación es bastante económica, el humor es ácido tirando a amargo, hay pocos diálogos, la fotografía en blanco y negro es buenísima, y si a uno le da por catalogar, entraría en el supuesto género conocido como “película de perdedores”.
Para los que se interesan por este tipo de datos, casi al final de la película aparece el director Aki Kaurismaki, haciendo un cameo, actuación especial o como quieran llamarlo.
No diría que es mi película favorita, pero sí una de las mejores cosas que vi últimamente. Sin efectos especiales, ni música, ni grandes proezas de montaje, la película se disfruta enormemente si uno entra en el clima que propone, y puede encontrar la belleza de sus encuadres y sus planos secuencia.
La película no está editada en Argentina, pero se puede bajar de la web, y se consiguen los subtítulos también.
Si les gusta, prueben también con Schultze gets the blues, una maravilla alemana acerca de un acordeonista que descubre que la vida es algo más que polca y trabajo.
Vida en Marte, de Néstor Frenkel cierra el año en el Malba el 30/12 a las 23.55 hs.
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