FAN › UNA CANTANTE ELIGE SU CANCIóN FAVORITA
› Por Lidia Borda
Elegir una canción me resulta muy complicado: tengo mala memoria, puedo recordar letras de canciones, pero me es muy difícil rememorar algunas otras cosas, salvo cuando se encuadran dentro de una situación sentimental o afectiva, en algún momento emotivo. A veces, cuando uno elige una canción, no elige la mejor canción del mundo, sino una que tiene que ver con un muy buen momento, con alguna situación trascendente por la que uno ha pasado. Así que me puse a revolver discos; y esa situación en sí misma me pareció emocionante. Discos-discos, discos de vinilo, que tienen cosas que ya no existen más con el compact. Al menos no tienen todo eso que tiene que ver con el objeto; la ceremonia de tomarlo, de abrirlo con cuidado, de sacarle las láminas. Y me fui encontrando con discos que me remitían a distintos momentos de mi vida. Encontré uno en especial que tiene mucho significado para mí; es un disco que yo escuchaba mucho cuando tenía unos catorce, quince años, que fue el momento en el que, creo yo, más me conecté con el canto, y empecé a pensar a dedicarme a esto, a estudiar.
El disco es Opera do Malandro, de Chico Buarque, y podría elegir cualquiera de sus canciones. “Teresinha”, por ejemplo; pero me decidí por una que es “O meu amor”. La cantan dos mujeres, en este caso Elba Ramalho y Marieta Severo, que pelean por el mismo hombre, de una manera muy romántica, contando qué les pasa a cada una de ellas con ese amor. Ambas se juntan en el estribillo para cantar “yo soy su chica, él es mi rapaz, y mi cuerpo es el testimonio de lo bien que él me hace”, en una traducción berreta que yo hago del portugués. Pero más allá de cuál es la canción, y de la letra, lo que me trae a la memoria es el recuerdo de pasarme horas, de estar interminablemente con el disco en la bandeja y repitiendo el ritual de correr el brazo del tocadiscos para volver a escuchar el mismo tema. Me sentaba a escucharlo y a leer la letra simultáneamente, y así empecé a entender lo que decía. En realidad, entendía mucho más lo que estaba pasando en la canción que lo que decían las palabras. Eso es algo increíble; es el lenguaje, es la interpretación; es el mismo efecto que se produce cuando uno escucha a Billie Holiday o a cualquiera que cante en otro idioma, y le resulta absolutamente conmovedor y maravilloso, aunque tal vez uno no sepa qué es lo que está diciendo: es el lenguaje que se crea entre el que escucha y el que canta.
Este es un disco muy trascendente en mi vida de adolescente y de cantante. Chico Buarque fue muy importante para mi formación, por la profundidad de su música y sus letras, en un momento en que yo estaba definiendo un montón de cosas, decidiendo qué iba a hacer de mi vida. Me pasó que al empezar a cantar pude entender cuestiones de la técnica, de la colocación de la voz. En ese sentido, las canciones brasileñas me enseñaron también a cantar.
La persona que más me acercó a este tipo de música –que era difícil que llegara de otro modo, porque yo no tenía esa avidez de hurgar en las casas de discos que sí tienen otras personas– fue mi hermano Luis. El, que es músico y que es más grande que yo, ya estaba casado y vivía en la Capital, cuando yo todavía vivía con mi mamá en la provincia. Y esta canción es, también, para mí el recuerdo de esa fascinación: venir a la Capital, quedarme en su casa; buscar entre los discos que él tenía y escucharlos y quedarme fascinada con este disco y con muchas otras músicas que él sin querer me estaba mostrando. De alguna manera hurgué en esa pequeña discoteca que él tenía. Escuchaba Weather Report, Spinetta, jazz, rock sinfónico, mucha música clásica.
A veces lo que me pasa con la música es que no puedo discernir la calidad de la canción ni la del intérprete, porque la calidad de la situación en la que estaba metida cuando lo escuché originalmente era mucho más hermosa. Me pasó con cantores que me encantaban de chica o adolescente; después uno va aprendiendo a escuchar más salvajemente, más cruelmente, va retirando un poco lo emotivo y va siendo más objetivo en el análisis y eso a veces hace perder un poco de frescura en la escucha y olvida a aquellos que más le gustaban. Parte de lo valioso que tiene la interpretación es justamente eso: esa capacidad de volver a momentos y a mundos que uno ha transitado a lo largo de su vida.
Lidia Borda presentará parte de su segundo CD, Tal vez será su voz, y adelantará temas de su próximo disco, el viernes 10 y el sábado 11 de noviembre, a las 22, en Torquato Tasso, Defensa 1575. Tel. 4307-6506.
Hijo de un renombrado historiador y sociólogo llamado Sérgio Buarque de Hollanda, Chico Buarque quedó impresionado desde joven con la bossa nova, y en particular con la obra de João Gilberto. Hizo su primera presentación en 1964 y, para 1968, su cada vez más intensa militancia política contra la dictadura militar ya le había costado un arresto, y un año más tarde la decisión de exiliarse en Italia.
Muchos consideran que el proyecto más ambicioso que produjo en la década siguiente fue la Opera do Malandro, adaptación de La Opera de los Tres Centavos, la obra más famosa de Bertolt Brecht y Kurt Weill, quienes a su vez habían tomado la idea de La ópera del mendigo (1728), del dramaturgo inglés John Gay. Las prostitutas y proxenetas y los criminales germanos eran reemplazados por sus pares cariocas, y la canción “Moritat” se convirtió en “O Balandro”; también adaptó arias de “Rigoletto” y “Tannhauser”. Grabada en 1979 con los arreglos de su amigo y colaborador Francis Hime, Chico Buarque lanzó una crítica a la dictadura y el Estado Novo de Getulio Vargas. De sus temas, Gal Costa cantó “Pedao de mim”; Nara Leao entonó “Folhetim” y Marieta Severo y Elba Ramalho compitieron en “O meu amor”. La tapa del disco estaba originalmente ilustrada por un “malandro” vestido de traje blanco y corbata roja.
En 1981, la Opera do Malandro fue representada en Buenos Aires, con dirección de Alfredo Zemma, a pesar de que Buarque no era un personaje apreciado por la censura argentina. En 1986 se estrenó la película homónima, dirigida por Ruy Guerra y protagonizada por Edson Celulari, Claudia Ohana y Elba Ramalho.
El 18 de agosto de 2003, 25 años después de su estreno, volvió a subir a escena en el Teatro Carlos Gomes de Río de Janeiro con una superproducción enorme, a lo Broadway; para entonces, muchas de sus canciones ya se habían convertido en algunas de las más famosas de la música popular brasileña.
O meu amor
Tem um jeito manso que é só seu
E que me deixa louca
Quando me beija a boca
A minha pele toda fica arrepiada
E me beija com calma e fundo
Até minh'alma se sentir beijada, ai
O meu amor
Tem um jeito manso que é só seu
Que rouba os meus sentidos
Viola os meus ouvidos
Com tantos segredos lindos e indecentes
Depois brinca comigo
Ri do meu umbigo
E me crava os dentes, ai
Eu sou sua menina, viu?
E ele é o meu rapaz
Meu corpo é testemunha
Do bem que ele me faz
O meu amor
Tem um jeito manso que é só seu
De me deixar maluca
Quando me roça a nuca
E quase me machuca com a barba malfeita
E de pousar as coxas entre as minhas coxas
Quando ele se deita, ai
O meu amor
Tem um jeito manso que é só seu
De me fazer rodeios
De me beijar os seios
Me beijar o ventre
E me deixar em brasa
Desfruta do meu corpo
Como se o meu corpo fosse a sua casa, ai
Eu sou sua menina, viu?
E ele é o meu rapaz
Meu corpo é testemunha
Do bem que ele me faz
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