FAN › UNA ARTISTA ELIGE SU OBRA PREFERIDA: ANA GONZáLEZ TASSIER Y SIN TU AMOR, DE ARIEL CUSNIR
› Por Ana Gonzalez Tassier
En este dibujo estoy yo, lo sé. Pero tengo que descubrir de qué modo. Puedo analizarlo por partes, auscultar los detalles, anotar cosas sobre las simbologías del delfín, sobre el decorado de la habitación, sobre las tradiciones en la representación de ventanas, de personajes que miran, sobre la curiosa relación entre las canchas de tenis y la Historia del Arte. Pero lo que más me alucina es el interlineado visual. No tanto lo que Ariel Cusnir, su autor, quiso decirnos, si es que él lo sabe. Sino esos espacios en blanco que nos convida para que nuestra fantasía y sensibilidad se apoderen de la escena, le reimprima sus significados posibles que se parecen tanto a nuestros deseos latentes y misteriosos.
Es un dibujo hermoso. Se titula Sin tu amor y es de 2007, el momento en que la galería Appetite, a la que pertenecía el artista, estaba en combustión. ¡Eran tiempos de locura! El contexto de esta imagen no es menor, porque por esos días Appetite era como la versión trash de la camioneta de Scooby Doo fuera de control. Extraño esa época, esos proyectos dementes. Ni los artistas ni los espectadores sabíamos en qué estado amaneceríamos unas pocas horas después. Ese vértigo fue nuestro mejor aprendizaje.
Ariel Cusnir para mí es ejemplar en lo que cuento. Puede que en su producción haya algún tipo de especulación, no lo sé, pero sí sé que no es evidente. Ayer leía un libro sobre los sesenta. Sobre el papel de los gurúes, buenos, malos y pésimos, que señalaban los posibles caminos a seguir. Los artistas buscaban una ruta única, hasta una iluminación. Lo que menos querían era regresar a la escuela. Preferible un gurú dudoso que recae en la trampa de la currícula. En los dibujos y las pinturas de Ariel está presente esa pregunta, ese tanteo brillante.
Cuatro años después la sensación que tengo es que la tendencia entre los artistas jóvenes es convertirse en dóciles universitarios o becarios de moda. Y que, si bien surgieron galerías independientes copadas, casi sin excepción todas son tan ordenadas y profesionales como una tienda de diseño en un barrio puesto en valor. Cusnir viene de otro lado, se nota. Todo esto no es ajeno a este dibujo. Al revés, lo potencia. Podríamos no saberlo, pero me parece que por algún lado se cuela.
La obra de Ariel es de una delicadeza conmovedora, realizada con la sabiduría de quien sabe que su nave puede estrellarse en cualquier momento. Con esto quiero decir que a pesar de su aparente inmovilidad me sugiere una vigorosa urgencia. La miramos y parece que no sucede nada o muy poco, y la verdad es que pueden estar pasando miles de cosas interesantes. Me emociona lo que supongo que sucede en la cabeza de quien observa deslumbrado los mínimos cambios de sombras en una superficie cualquiera abstrayéndose de cualquier mandato de tendencia. No tengo idea de dónde comienza ni dónde termina la cabeza de un delfín, tampoco sé si vale la pena saber a qué escuela pertenece o cuáles son las deudas de este dibujo mágico. Su misterio es atemporal. ¿No es sumamente atractivo cuando en una obra se tensionan en su interior algo que es atemporal con un espíritu muy del momento?
Sin tu amor parece más el título de una canción que de un cuadro. Posiblemente lo sea. Si no lo es, evoca esa cercanía. ¡Un dibujo para tararear!
Nuestra obra favorita, como a mí me gusta pensarla, funciona como una contraseña, un código oculto que imanta la mirada. Guarda un secreto, por eso no la abandonamos, por lo mismo queremos que los demás la miren y piensen en nosotros mientras la miran.
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