FAN › UNA ARTISTA ELIGE SU OBRA FAVORITA: AYELéN COCCOZ Y MUCHACHA LEYENDO UNA CARTA, DE JOHANNES VERMEER
› Por Ayelén Coccoz
No recuerdo exactamente cuándo vi esta obra de Vermeer por primera vez, probablemente fue en un libro que compré cuando empecé a estudiar pintura. No me gustaba especialmente por su técnica pictórica (maravillosa), personalmente nunca me sentí a gusto con los colores, ni con la pintura. Había algo en esa escena que me atraía intensamente, y desde que la vi se convirtió en mi obra favorita.
Años después de descubrirla en libros, tuve la oportunidad de ver la obra en vivo, en la Gemäldegalerie de la ciudad de Dresde. Yo estudiaba en Dresde, y tenía un pase libre para los museos, los visitaba regularmente. Al principio recorría todas las salas, y me detenía un rato frente a la pintura de Vermeer. Después de un tiempo seguí visitando el museo, pero entraba solamente para ver esa obra. La sensación que había tenido mirando las reproducciones era mucho más fuerte en vivo, y se repitió cada vez que me paré frente al cuadro.
Lo que se ve a primera vista es una muchacha en un interior doméstico, completamente absorta en la lectura de una carta. Ubicada de perfil al espectador, la muchacha se enfrenta a una ventana abierta, por donde entra una luz cálida que impacta directamente en su rostro, creando un foco inescapable de atención. Hay algo un tanto claustrofóbico y sumamente estático en esta composición, dominada por verticales y horizontales que enmarcan la figura ubicada exactamente en el centro del espacio. La muchacha está cercada. Contenida por la mesa ubicada adelante, la pared detrás, la ventana a la izquierda y un pesado cortinado a la derecha.
A pesar de esa quietud, o tal vez gracias a esa quietud, la luz vibra y envuelve todas las superficies. El pesado cortinado verde, que separa el espacio habitado por la muchacha de aquel que habitamos nosotros, nos permite espiar cómodamente esta escena íntima. Oficiando de telón, nos ubica afuera, y nos recuerda que ésta es una escena, que algo está ocurriendo. Tenemos que seguir mirando. La luz rebota en la frente de la muchacha y no hay forma de escapar a la contemplación de su expresión y, más concretamente, de su nariz, ubicada en el centro de la composición. Mírenla con atención: van a percibir cómo la muchacha retiene el aire unos instantes y luego lo exhala muy lentamente. La temporalidad de la escena es como un loop: Vermeer no sólo pintó una chica leyendo una carta, pintó también el ritmo de su respiración.
Muchacha leyendo una carta es una pintura completamente enmarcada en su época. Pero a diferencia de otras obras del mismo período, no parece ser una descripción genérica de la vida en Delft, ni la representación a posteriori de un acontecimiento, ni tampoco parece ser el intento de capturar un instante. En esta versión pictórica de la cinematografía, la escena que vemos está en desarrollo. La muchacha respira y es al ritmo acompasado de esa respiración que Vermeer aborda –con enorme éxito– algo tan complejo como la representación del tiempo.
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