SALí
› Por Rodolfo Reich
Ya desde la vereda los aromas delatan la presencia de este restaurante ecuatoriano que, sin cartel a la calle, espera con su puerta siempre abierta. Aromas a mariscos y pescados, a cilantro y a cocciones largas. Su nombre delata su dirección: Ecuador 787. Una propuesta que, con siete años de vida, sigue siendo un secreto extendido gracias al boca a boca.
En Ecuador 787, Fabricio Padilla Montaño –nacido en Guayaquil– ofrece los sabores de su querida costa del Pacífico. Allí, cada mediodía, se congrega buena parte de la comunidad ecuatoriana local, en una mezcla que incluye estudiantes universitarios, comerciantes, turistas y trabajadores varios, todos en la búsqueda de ahogar la nostalgia de la patria lejana en un delicioso sango de camarón o en unos chifles, esas rebanadas de plátano verde fritas que acompañan los platos a modo de guarnición preferida.
El salón es simple y alegre. Las paredes están pintadas en colores pastel y dan sostén a cuadros regionales, posters turísticos y memorabilia futbolera. Desde una pequeña barra salen las camareras, que más allá de la buena voluntad no suelen dar abasto para atender un salón siempre lleno.
Tanto éxito se explica por varias razones: una cocina original y sabrosa en un local amable a precios muy económicos. La carta, escrita en una pizarra, es breve y varía según el día y disponibilidad de productos, pero pueden estar allí el encocado de pescado ($ 40, una palometa de mar cubierta por una salsa de coco y especias), ceviche mixto ($ 50, con pescado blanco y langostinos) y la guatita, rico y suave guiso de mondongo y papa acompañado de arroz blanco ($ 30). También hay seco de chivo ($ 60), de pollo ($ 35) y más opciones que ahondan en la tradición del país costeño. Para beber, cerveza de litro y jugos naturales (suelen agotar stock) de maracuyá, naranjilla, tomate del árbol, entre más posibilidades, a $ 15 el vaso.
Con una inmigración que en los últimos años creció de manera exponencial, Ecuador dice presente en la escena gastronómica argentina con esta buena propuesta apta todos los bolsillos.
Ecuador 787 queda en Ecuador 787. Horario de atención: miércoles a domingos de 12 a 18. Sólo efectivo.
Los padres lo saben muy bien: la cocina étnica suele llevarse mal con las salidas familiares. Ese mix de platos exóticos y ambientes que pendulan entre lo ultrafashion y lo decadente está en las antípodas de lo que más les gusta a los menores de edad. Pero, por suerte, hay excepciones. Y el local de Mi Perú es una de ellas.
Mi Perú es un clásico restaurante peruano. Comenzó en un primer piso sobre la calle Ibarrola, en pleno barrio boliviano. Sus platos abundantes y el apego a la tradición le valieron reconocimiento y hoy cuenta con tres sucursales (la última abrió hace unos meses en Abasto).
El local de Av. Rivadavia tiene un plus único: un pelotero. Sí, al fondo de un salón amplio y cómodo descansa la estructura típica de laberinto, tobogán, pasadizos y pelotas de plástico, donde los niños juegan mientras los padres comen.
Más allá de prejuicios (el picante, las especias), la cocina peruana es muy amable para los chicos, con platos que responden al concepto de apto todo público. Entre ellos, el pollo broster (con un crocante crosta de harina y huevo, sale $ 78 el cuarto y $ 180 entero), el pollo a las brasas, e incluso la jalea mixta, unas frituras rebozadas de pescado despinado, calamares y langostinos, con papas fritas, a $ 110. También hay menú infantil con milanesa, minipizzas, fideos con fileto, entre $ 30 y $ 55 con bebida y postre.
Luego, la carta exhibe todos los clásicos del rubro peruano: celiche ($ 100), arroz chaufa con pollo ($ 70), chicharrón de cerdo ($ 90), tacu tacu ($ 80). Muy recomendables son los anticuchos de corazón, tiernos y sabrosos, que salen en porción abundante (sueltos, no en brochette) a $ 50. Sopas, causas y ensaladas completan la oferta.
Para beber, lo mejor es seguir las costumbres peruanas: una gaseosa Chola de Oro grande a $ 45 (más económica que la original Inca Kola a $ 90), cerveza (Quilmes o Heineken de litro a $ 45, porrón de Cuzqueña a $ 35), Pisco Sour a $ 50.
El ambiente tranquilo, el pelotero y una cocina tradicional y sabrosa invitan a disfrutar de Mi Perú en familia.
Mi Perú queda en Av. Rivadavia 10995 y sucursales. Teléfono 4644-6612 (delivery). Horario de atención: jueves a martes, mediodía y noche. Días de semana hay menú del día a $ 45.
Quisqueya, la bella. Así se presenta este modesto restaurante llevado adelante por una pareja de dominicanos radicados hace ya varios años en Buenos Aires. “Quisqueya era el nombre taíno (indígena) que tenía nuestra isla a la llegada de los conquistadores”, explica su dueño, Henry Ferreras. “La isla más bella del Caribe.” Un país bañado por mares cálidos, que exhibe una gastronomía con influencias españolas mezclada con las africanas, todo teñido de la omnipresencia del mar. Recetas basadas en pescados, guarniciones donde el arroz y las legumbres dicen presente, jugos de frutas tropicales y el omnipresente plátano verde entre los protagonistas.
El local, abierto hace seis meses, es simple y despojado, apostando antes por la cocina que por la estética. Abre de corrido desde el mediodía y a tono con esto propone algunos básicos del fast food local, desde tostados mixtos a un club sandwich o hamburguesa. Pero lo mejor pasa por sus especialidades dominicanas. Un delicioso guiso de bacalao con papas ($ 70), la bandera de carne a elección (entre de vaca, cerdo o pollo) acompañada de arroz y porotos guisados ($ 70), las alitas de pollo bañadas en salsa agridulce y picante ($ 70). Muchos de los platos (el pollo frito, el cerdo con berenjenas, la res guisada, todos a $ 70) se acompañan con guarnición a elección, desde unos plátanos fritos hasta los guineitos encebollados (también plátanos, en este caso hervidos y servidos con cebolla salteada), pasando por arroz blanco, entre más opciones.
Entre los sandwiches, el chimi de pierna se lleva todos los aplausos; se prepara con el jamón del cerdo y exige dos días de cocción ($ 50).
Los fines de semana suman platos del día (mofongo de plátano verde, camarones al ajillo). Y, para beber, cervezas, jugos y licuados, como el de lechosa ($ 40, se prepara con rodajas grandes de papaya con leche) o el refrescante tamarindo ($ 30).
Lejos de sus playas idílicas y de sus mares turquesa, la República Dominicana permite en Quisqueya atisbar al menos sus sabores sin salir de la ciudad porteña.
Quisqueya queda en Estados Unidos 1502. Teléfono 4305-4520 (ofrecen delivery sin cargo). Horario de atención: martes a domingos, de 12 a 2 am.
Fotos: Pablo Mehanna
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