Dom 29.10.2006
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Al teatro

› Por Carolina Prieto

Noches de Oriente

Oriente entre productoras

El Club de Trapecistas “Estrella del Centenario” es un amplio galpón al que se accede a través de un larguísimo pasillo, típico de un PH porteño. Lugar de entrenamiento de artistas de circo llegados de Europa del Este en los albores del siglo XX, convertido después en una fábrica textil que perduró hasta los ’90, el espacio —ubicado a pocas cuadras del Parque Centenario— es hoy un semillero de acróbatas e intérpretes de un arte renovado mediante el cruce con otras disciplinas. Allí, los fines de semana, una troupe de prodigiosas intérpretes, acompañadas por un único varón, animan un espectáculo de circo negro basado en todo tipo de técnicas aéreas e imbuido de un espíritu hipnótico, fluido y lúdico, con aires de la India. Sobre una inmensa tela blanca que vira al azul intenso, se recortan figuras delgadas y oscuras que ondulan a metros del piso, llegan casi al techo y se pasean con gracia por el suelo, como salidas de una ilustración oriental. La música potencia la ensoñación y quizá no entender ni una sílaba de árabe o indio favorezca la inmersión en un mundo de aros, cuerdas, telas y trapecios en el que las chicas hacen de las suyas, dirigidas por Mariana Sánchez, ex integrante del grupo La Trup y fundadora de la Escuela de Circo del Rojas, además de compañera del payaso Chacovachi en los montajes al aire libre en Necochea y San Bernardo.

Mariana tiene una sólida formación en danza contemporánea, circo y yoga que perfeccionó en el exterior. Con esta propuesta, deja en claro que más que cortar el aliento y apostar al riesgo como principal recurso, prefiere el lirismo, la emoción y la risa. En la segunda parte, el planteo cambia: de los misterios del Lejano Oriente a los gags de personajes más cercanos, con recursos de vestuario y sonido que acentúan el ridículo. Todo con ritmos muy variados, buenos efectos de colores y un final hechizante que vuelve al origen y recrea la figura femenina hindú de múltiples brazos. Si se llega temprano, se puede elegir la ubicación: vale la pena distenderse en un comodísimo sofá y sólo tener que levantar la vista para disfrutar.

Mamushka. Viernes y sábados a las 21; domingos a las 20.30 en Club de Trapecistas “Estrella de Centenario” (Ferrari 252). Entradas: $ 15; $ 10 para estudiantes y jubilados.

Confesionario

Humor y tristeza en la nueva puesta de Gabriela Izcovich

Primero se animó a adaptar novelas de autores contemporáneos como Antonio Tabucchi, Hanif Kureishi, David Lodge y Siri Hustvedt; luego, a llevar a escena sus propios materiales: un puñado de relatos breves, cómicos, desesperados y cargados de afecto, que se encadenan en una puesta despojada pero nunca pobre. Todo lo contrario: el espacio escénico de La Carbonera es bien aprovechado en sus extremos y desniveles; la iluminación, de a ratos muy focalizada, acentúa la intimidad de la propuesta y la soledad de los personajes; la exquisita música de Iván Barenboim dinamiza las situaciones y propone un respiro entre ellas. Es que si bien la nueva propuesta de Gabriela Izcovich, actriz y directora de 45 años, respira humor y sarcasmo, en el fondo hay dolor, y mucho. Los personajes hablan al público, como en un acto de confesión: tanto la autora como Julia Catalá resultan conmovedoras en sus monólogos, pero el dolor no tarda en mutar al grotesco con asombrosa facilidad. Engaños, pérdidas, desolaciones, paso del tiempo y pérdida de la memoria, inhibiciones y cambios de identidad sexual dan pie a lo inesperado, a la explosión del impulso visceral que desconcierta a todos. O al revés: de la risa a la verdad más lacerante como única posibilidad de encuentro con el otro.

La escena de la mujer que sorprende a su marido con otra y desata una voracidad descomunal la de la paciente desbordada por su propio terapeuta son de lo más hilarantes. La de la viuda cuyo pesar le impide acercarse al nuevo “candidato”, desgarradora. En casi todas, un mismo actor da vida a varios personajes; o una misma conversación se desdobla en varias perspectivas. Siete cuentos para saborear a pesar de sus amarguras, reconocerse en más de un momento y deleitarse con un trabajo profundo, en el que el humor y la angustia se codean.

Todos hablan. Sábados y domingos a las 21 en el Teatro La Carbonera (Balcarce 998). Localidades: $ 15.

Fragmentos de vida

Casi dos horas de desenfreno, con videos y baile

Cruce de lenguajes, desenfado, delirio, agudeza y cierto rechazo por los caminos transitados marcan la producción de Gustavo Tarrío, un creador que en cada entrega sorprende y desata reacciones intensas, nunca indiferentes. Con un pie en la producción audiovisual (egresado del Incaa, es camarógrafo y documentalista) y otro en el teatro (se formó con Angelelli, Zorzoli y Paco Jiménez), este treintañero salió del anonimato con 3 Ex, la obra sobre el fin del amor montada en las instalaciones espectrales de la Fábrica Cultural Impa. Después, dio forma con el Grupo Sanguíneo a un retrato tragicómico de dos parejas en disolución (Afuera) y empujó los límites del extremo y la saturación en Kuala Lumpur. En el medio, montó un documental a pura adrenalina sobre el CD y el fervor de cuatro jóvenes por la música (Decidí canción), y una suerte de melodrama rural con toques de ciencia ficción (Los Ríos).

En Salir lastimado la combinación de medios expresivos, la hipérbole y el desenfreno se expanden aún más. Es un trabajo de casi dos horas, algo desparejo de intensa teatralidad, vértigo y alegría contagiosa e intencionalmente desprolijo. El origen: el estudio fotográfico de la familia Bonaudi en Sunchales (Santa Fe), que congeló la vida de la ciudad durante más de medio siglo. Mediante un collage de recursos (hay proyecciones en vivo, videos, diapositivas, monólogos, diálogos, canciones y mucho baile), la obra aborda el tema del retrato a través de retazos de vida de distintas personas. Durante buena parte del espectáculo, la acción se limita al proscenio hasta ganar más y más espacio y cobijar un desmadre de situaciones, emociones y registros. El quinteto de actores es notable: Darío Levin no le teme al ridículo y brilla en un trabajo de gran exposición, Lila Monti es pura ternura, y el bailarín y músico Pablo Rotemberg hace maravillas desde el piano, acompañados por la comicidad de Mayra Homar y Horacio Acosta. Como si fuera poco, Cristian Bonaudi registra con una vieja cámara a actores y público, revela las fotos en vivo y las exhibe en la entrada de la sala, una vez terminada la función.

Salir lastimado. De jueves a domingos a las 21 en el Teatro Sarmiento (Sarmiento 2715). Entradas: $ 12, con excepción de los jueves ($ 6).

Un brindis y un crimen

Vodevil bizarro alrededor de un cadáver en el living

Primera obra escrita en soledad por Laura Mantel (la directora de Jockey Club e Infortunados ojos, cuyas dramaturgias compartió junto a los elencos), El tema fueron las piernas descoloca al espectador más avezado. ¿Qué se festeja en la casa de dos hermanas irreconciliables, una desbocada, la otra tímida al extremo de desmayarse casi sistemáticamente? ¿Qué anima el brindis al que se suman primos, amigos y hasta un detective salido de un comic? Lo único cierto: un crimen. Una mujer yace con sus piernas ensangrentadas en un sofá. Y lo que sigue es una alocada serie de situaciones en las que la autora (fue la actriz de La movilidad de las cosas terrenas, que montó Analía Couceyro, y la empleada del mes de McDonald’s en el film Tan de repente, de Diego Lerman) remueve los filtros y los pudores más comunes de un encuentro social. Así, arrebatos de violencia, deseos de todo tipo, odios, competencias y excesos circulan entre los personajes con la misma naturalidad con que los vasos se llenan y pasan de mano en mano. Lo que normalmente se disimula, o directamente se reprime, se amplifica y estalla con virulencia.

Un elenco joven compone personajes orgánicos, absurdos y muy disímiles: está la femme fatale tiránica y crispada, que devora todo lo que desea (una performance arrolladora de Elena Seguí); su hermana menor, pura emoción contenida y alimentada con una serie de síntomas físicos que desvelaría a cualquier psicoanalista (emocionante labor de Laura Paredes); y un invitado nerd que resulta adorable (Alejandro Barratelli), entre muchos otros freaks que entran y salen de un living realista como en un vodevil cada vez más bizarro. Lástima que el conflicto policial se alarga innecesariamente, hasta coquetea con la ciencia-ficción y diluye el atractivo de un festejo patético en el que casi nada queda a oscuras.

El tema fueron las piernas. Jueves a las 21 en el Teatro del Abasto (Humahuaca 3549). Localidades: $ 12.

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