VALE DECIR
“Necesitamos el tónico de la naturaleza salvaje... Al tiempo que buscamos con ardor explorar y aprender todas las cosas, requerimos que todas ellas sean misteriosas e inexplorables, que la tierra y el mar sean infinitamente primitivos, refractarios a nuestros exámenes y sondeos, por ser insondables”, anotó el gran desobediente civil Henry David Thoreau en cierta ocasión. Y acaso su reflexión fuera de serie haya empujado al fotógrafo australiano Ray Collins a encontrar su tónico en las olas. Olas que, armado de una cámara, un braceo portentoso y mucho coraje, captura para su inabarcable serie Seascapes, paisajes marinos que detienen el viaje de la cresta hasta el rompimiento, la disipación. “Me siento más a gusto, más en casa, flotando en agua salada que asentado en tierra”, admite el muchacho, que se inició en el tema hace poco más de siete años Aunque confiesa sólo recientemente haber perfeccionado “la relación efímera entre el mar y la luz”, publicando finalmente sus resultados. “Al fotografiar el mar en diferentes situaciones climáticas, sus imágenes parecen mostrar variopintos estados anímicos de la naturaleza, desde la melancolía tormentosa hasta el éxtasis”, interpreta My Modern Met sobre el trabajo de quien fuera “un minero de carbón daltónico”. Empero, volviendo a la cita primaria, mejor limitarse a sumergirse en pleno disfrute visual, sin examinar aquello que no reclama o necesita mayor análisis.
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