A diferencia de la contienda que le costó la vida a alrededor de 50 mil hombres el famoso 18 de junio de 1815, una nueva batalla de Waterloo vuelve a acaecer dentro de las fronteras belgas, con Francia mordiendo el polvo de ¡otra! derrota que –por fortuna– esta vez sólo tiene una baja: el honorable honor franco. Maltrecho entonces, maltrecho ahora; aunque ya sin Napoleón Bonaparte batiendo el mosquetón de chispa, luchando contra la combinada maquinaria de guerra Prusia-Inglaterra-Holanda o vislumbrando el final de su imperio a la vista. Y si la vieja rencilla histórica no ha quedado reducida a anécdota es porque Bélgica ha emitido una nueva moneda de euro con el fin de conmemorar el bicentenario de aquella derrota. Algo que al país de François Hollande no le ha caído en gracia, objetando rápidamente que “puede causar una reacción adversa en un momento en el que la zona necesita permanecer unida”. ¿Amenaza? Ay...

Todo comenzó pocos meses atrás, en febrero, cuando los franceses denostaron el plan belga de emitir la mentada nueva moneda de 2 euros. En tanto los participantes de la Unión Europa necesitan el consentimiento de sus compañeros para llevar adelante tal plan, la idea quedó trunca y los belgas se vieron obligados a destruir los 180 mil ejemplares que ya habían acuñado. Empero, ni lentos ni perezosos, no se dieron por vencidos, ni aún vencidos; y leyeron la letra chica. Letra chica que aclaraba que las monedas conmemorativas “sin valor estándar” no requieren la aprobación de los países de la Eurozona. El dato permitió la embestida final de Bélgica: una monedita ya no de 2 sino de 2,50 euros, con la correspondiente batalla de Waterloo engalanando la cara (literal y simbólica) del vencedor de esta pelea numismática. Sin curso legal, se prevé que muchos coleccionistas se hagan el día abonando los correspondientes 6 euros que costará cada moneda. La Colina del León, sin duda, está en alza.