Las pasadas semanas, una flamante aplicación capturó la atención de estresados varios, ilusionados ante la posibilidad de atacar su ansiedad con garras y dientes. En forma literal, dicho sea de paso; porque Rumblr –desarrollada por un equipo web con base estratégica neoyorquina– proponía exactamente eso: facilitar la chance de agarrarse a trompadas con un equis de ocasión. “El Tinder de El Club de la Pelea”, bautizaban diarios a diestra y siniestra, sin dejar de omitir la broma obvia: “La primera regla de Rumblr, no hables de Rumblr”. Pues, haciendo caso omiso de la mentada norma, muchos se hicieron eco de la novedad (¡oh!, ¡un sitio de citas para pelear que conecta a personas según su cercanía!), sumándose a la larga lista de espera para descargar la venidera app. Otros, en cambio, dudaron de su veracidad e, incluso, su legalidad. “En Nueva York, la lucha callejera puede ser penalizada por alterar el orden público, entre otros potenciales cargos. En ese escenario, Rumblr también podría ser encontrado penalmente responsable”, destacó un escéptico Washington Post, apostando que se trataba de una farsa. El tiempo, claramente, le dio la razón.

“Nos pareció una idea divertida”, se jacta el jocoso team estadounidense sobre la mentirita cuya única finalidad ha sido “ayudarnos a lanzar nuestra agencia creativa, Von Hughes”. Qué va, ni siquiera esperaron al 28 de diciembre para lanzar el falso desarrollo que, como ellos mismos anotaron recientemente, “circuló como reguero de pólvora en decenas y decenas de medios por el globo”. Por lo demás, no conformes con pergeñar tamaño engatusamiento (con fines marketineros, para colmo), se animaron a los consejos políticamente correctos: “Entendemos que varios de ustedes esperaban con ansias utilizar una app como Rumblr, y sentimos mucho haberlos decepcionado. Sin embargo, si todavía desean liberar un poco de angustia acumulada, consideren luchas contra problemas más urgentes, como la violencia entre pandillas, la violencia doméstica o la cultura juvenil del riesgo”. ¿Ok?