Mientras la onda expansiva Pokemon Go continúa arrasando el globo, en Lewisville, Texas, una mujer se ha subido a la corriente más rápido que la velocidad del sonido, logrando un contundente –aunque, de seguro, momentáneo–éxito viral. Amén de dar textura a la virtualidad, la joven madre y tejedora Nichole Dunigan, autodefinida geek, decidió mezclar sus aficiones, y se dispuso a tricotar tiernas versiones de los famosos personajes a crochet, para luego dejarlos en –relativa– libertad. Es decir, ubicarlos en concurridas pokeparadas (léase, sitios de especial interés donde jugadores pueden hallar desde pokebolas hasta pociones o huevos), amén de que sean “adoptados” por enfebrecidos gamers. Para asegurar que la búsqueda de los tesoritos sea fructuosa, Dunigan avisa además cuáles serán los venideros escondites de los caseros Jiggly Puff, Snorlax, Magikarp, Oddish y Poliwag, por mencionar unos pocos “animales” que desperdiga por su ciudad natal.

Lo más curioso, sin embargo, es que lejos de aprovechar la fiebre para vender los mentados muñequitos, la doña solo intenta iniciar una tendencia que ha intitulado CrochetGo, donde insta a otros a tejer sus pokemones y esconderlos en arbustos, fuentes, bancos, etcétera, a lo largo y ancho de Estados Unidos. Para ello, la dama comparte gratuitamente recetario: patrones, técnicas y materiales necesarios para fabricar fácilmente, y paso a paso, las evolucionadas criaturas. Aunque almita caritativa, acepta donaciones… “¡El tutorial de Tangela ya está disponible, y casi no necesita costuras!”, festeja la dama en cuestión, previo a ofrecer el link correspondiente, para delirio de sus miles (sí, miles) de seguidores. Que ya están replicando fórmula, dicho sea de paso, invadiendo parques norteamericanos con más y más y más bichitos, etiquetando imágenes de los propios bajo el hashtag CrochetGo. Como si los virtuales no fueran suficientes…