VALE DECIR
¿Quieren
saber de la dura vida de las celebridades?
Esos seres que padecen el acoso de los paparazzi y entienden que el dinero
no compra la felicidad? Pues allí está Melanie Griffith, la señora
de Banderas, con su blog en www.melaniegriffith.com para darles una bienvenida
a su intimidad.
Es raro el sitio personal de Melanie. Se ve que le gusta la decó pseudo
victoriana, porque toda la página está recargada de columnatas,
jardines y texturas aterciopeladas. Una sección llamada “Una mirada
en mi vida” describe sus paseos con Antonio, su concurrencia a premières
y fiestas con Antonio, sus obras de caridad con Antonio. Otra, más divertida,
se llama “For the record” (algo así como “Que conste
en actas”); allí Melanie la emprende a capa y espada contra las
difamaciones de los tabloides y desmiente a diestra y siniestra. Desmiente con énfasis
e indignación un romance con Gabriel Byrne (pero Melanie... ¡aproveche
que es muy guapo el irlandés misterioso!), desmiente que Antonio y ella
hayan recibido amenazas de ¡terroristas! (no aclara si de ETA o Al-Qaeda),
desmiente que esté celosa de Angelina Jolie (no le creemos), desmiente
que sea adicta a las pastillas para adelgazar (admite que fue adicta a otras
pastillas y otras sustancias), niega que no pueda aprender español, niega
que Antonio se está quedando pelado (“Tiene un cabello tupido, hermoso
y natural. Lo sé porque se lo acaricio todos el tiempo. Y quiero dejar
sentado que nunca le recomendaría un trasplante capilar”, escribe).
Lo más entretenido del sitio es la sección new age. Parece que
cuando Melanie busca respuestas, guía y ayuda en el torbellino de su vida
célebre, se refugia en su “Avalon Personal”. Melanie es devota
de la Diosa, una creencia vagamente relacionada con la mitología celta.
Al menos no se inclina por la compleja Kabbalah. Y cada noche le escribe cartas
a su Yo Interno. Ofrece la fórmula que más usa: “Querido
Yo Interno: Si es tu deseo, por favor revélame el secreto de mi éxito,
para estar más cerca tuyo. Con amor y respeto, M.”. También
sugiere cartas para los visitantes del sitio, menos exitosos que ella, por cierto,
y tips de meditación.
Desde aquí, felicitamos a la señora Griffith por su generosa entrega
de sabiduría personal. Y le recomendamos que reconsidere el asunto con
el señor Byrne, en caso de que Antonio termine por ceder a los indiscutibles
encantos de la intensa señorita Jolie.
PASAPORTE 1:
EN UNIFORME DE TRABAJO
La ley es dura pero es la ley, dicen imperturbables las
autoridades canadienses. Quienes quieran entrar al país a trabajar como strippers deberán
presentar fotos que los muestren desnudos como parte del trámite requerido
para obtener la visa laboral. Así lo declaró formal y oficialmente
la Embajada de Canadá en México: “A los trabajadores de
este rubro se les requerirán fotos en escena de sus performances”.
Según se informó públicamente, los oficiales de inmigración
deberán escrutar cientos de imágenes de “bailarines y bailarinas
exóticos” para “evitar el ingreso de impostores” al
país. En un memo que circuló entre las embajadas canadienses
de todo el mundo, se indica que si un stripper no accede a pasar “la
prueba de la desnudez”, se le requerirá un certificado policial
o un examen médico. Adiós al clásico y discreto tres cuartos
de perfil: todo sea por la eficiencia y el control de calidad.
PASAPORTE 2:
PARA VIAJAR SIN FRENILLO
Una corte alemana autorizó a los ciudadanos germanos en general –y
a quien quiera aprovecharse de la nueva reglamentación– a sacar
la lengua en las fotos de sus pasaportes. Todo comenzó cuando la Justicia
debió tratar el caso de Alexander Mechthold, un joven de treinta años
que apeló la decisión de una oficina de la zona de Arnsberg de
rechazar una foto en la que aparecía con la lengua afuera. “Es
un tributo a mi héroe, Albert Einstein”, argumentó Mechthold,
aludiendo a la muy difundida imagen del genio. Insistiendo en que era ilegal,
las autoridades de Arnsberg se negaron a aceptar la imagen que Mechtold puso
a su disposición para pegar en el nuevo pasaporte. Pero Mechthold decidió llevar
el caso a la Justicia, que determinó que no existe ninguna reglamentación
en toda Alemania que justifique la prohibición. El pasaporte del demandante
lleva por fin la foto de la discordia, pero Mechthold debió firmar una
declaración en la que renuncia a su derecho a exigir asistencia a las
autoridades de Arnsberg en caso de tener algún problema con otros oficiales
de Migraciones por exhibir el músculo de la palabra.
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