La cadena de supermercados Monoprix, en Francia, tiene una estrategia para cuidar su dinero: hay tubos neumáticos que llevan los ingresos desde cada una de las cajas hasta la caja fuerte principal. Esta puede estar localizada en cualquier parte del edificio, bajo siete llaves, y aún así se le puede estar enviando dinero todo el rato. Es una especie de alcancía perfecta: es fácil meter plata pero es difícil sacarla.

Claro que siempre se puede esperar lo mejor y lo peor de los criminales. La historia, según el diario británico The Sun, es que unos ladrones –apodados “los ladrones de la aspiradora”– están arrasando con los supermercados Monoprix: en los últimos cuatro años robaron quince locales.

La policía sabe hasta el último detalle porque los vieron en las cámaras de seguridad; no los pueden identificar porque usan pasamontañas. Los ladrones hacen un agujero en uno de los tubos neumáticos que lleva dinero y luego usan una poderosa aspiradora para vaciar la caja fuerte: en su último atraco aspiraron 60 mil euros; sumando todas sus operaciones llevan robados más de medio millón.

Lo que ganan en simplicidad lo pierden en no dar un buen espectáculo. La crisis los golpea a todos, hasta a los ladrones: ya no hay presupuesto para descolgarse del techo, para complicados y acrobáticos planes. Gracias que alcanzó para el taladro y la aspiradora, que a esta altura ya se han pagado solos.