VALE DECIR
Para la derecha argentina, que se copia de la derecha norteamericana porque ni siquiera sabe ser original, el pobre tiene la culpa de ser pobre. “Mirá las porquerías que se compran, la comida que comen”, como decía la genial Susanita de Quino.
El proyecto Genoma Humano, que arrancó en el año 2001, era la gran oportunidad que esperaban muchos para poder cimentar su teoría: los pobres seguramente debían su condición a que les faltaban los genes del éxito, a que no tenían lo que hay que tener.
Diez años más tarde, los genes resulta que no tienen la culpa de nada, y es algo que muchos medios se cuidan de mencionar. Oliver James escribe en el diario The Guardian que Craig Venter, uno de los investigadores clave del proyecto Genoma Humano, predijo que los genes no importaban gran cosa a nivel psicológico. “El entorno es importantísimo”, declaró, mientras los burgueses de todo el mundo se tapaban los oídos para sentir que ellos no tenían la culpa de nada.
El profesor Robert Plomin, un prestigioso genetista del comportamiento, escribió el año pasado que “los efectos genéticos son menores de lo que se creía: no superan el 1 por ciento de los rasgos cuantitativos”.
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