VALE DECIR
Tiempo atrás, Billy E. Hyatt era un alegre operador de una fábrica de plásticos (Pliant Corp.), en Georgia, Estados Unidos. Sin embargo, un día su empresa le pidió que vistiera un sticker que decía “666” (en referencia a la cantidad de días que llevaban sin tener un accidente) y a él la moralina lo puso en un brete: convencido de que usar el número del demonio implicaría la condena eterna, se negó. Y aunque el hombre haya ganado el cielo con el gesto, perdió su trabajo. Ahora, Hyatt demanda a la firma porque no han respetado sus valores cristianos. Aunque, posiblemente, el despido tenga que ver con su demencia...
Católico devoto, no era la primera vez que Billy debía usar las pegatinas numéricas: él y el resto de los trabajadores lo hacían a diario. Pero cuando el calendario lo acercó al 666 –marca de la bestia, según la Biblia–, se puso nervioso. Para evitar ir al infierno, habló con su jefe y le pidió que no lo obligase; el hombre le dijo que no se preocupara pero, llegado el momento, discutieron, llamó a sus creencias “ridículas” y le propinó una suspensión de tres días. Finalmente, Recursos Humanos le avisó que no podía regresar.
¿No era más fácil darle un franco y entregarle la etiqueta 667? Cuestión que ahora Hyatt demanda y busca compensaciones por daños punitivos tras haber sido expuesto a la “horrible” situación de elegir entre abandonar sus creencias religiosas o mantener su trabajo. La compañía no ha hecho declaraciones ni ha respondido al tribunal. Hyatt tendrá a Dios de su lado, pero Pliant Corp parece tener unos abogados del demonio.
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