VALE DECIR
Ni presencias metafísicas, bultos inexplicables o milagros inesperados: detrás de los bebés fotografiados durante la época victoriana no había fantasmas sino madres camufladas. Así lo advirtió la documentalista Linda Fregni Nagler y, tras recolectar unos 1002 retratos que fueran prueba suficiente, los reunió en el libro The Hidden Mother, recién editado. La curiosidad –bastante siniestra, dicho sea de paso– responde a un artificio fotográfico: para obtener una copia en placa, las personas debían estar quietas por lo menos 30 segundos y, de cara a niñatos movedizos, el recurso de la progenitora escondida era una necesidad. Así, cubierta de los pies a la cabeza por una tela oscura cual fantasma, la mujer sostenía al crío –protagonista del retrato– e intentaba no aparecer en escena. Aunque revelaba, a veces y por descuido, una mano, un mechón, su propia figura humana. Según la curadora, este tipo de imágenes festejaba que el bebé estuviese vivo en una época de altísima mortalidad infantil, Y que el borramiento de las señoras simboliza la falta de identidad individual en tan ferviente sociedad patriarcal. O sea que nada de fantasmas. Como siempre, la realidad supera la ficción.
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