VALE DECIR
Crear y recrear objetos resolviendo problemas funcionales, estéticos y comunicacionales para hacerlos competentes, prácticos y visualmente atractivos, hacerlos mejores, bien podría ser la resumida acta de intenciones del diseño industrial. Pero, en un universo regido por la eficiencia, alguien dijo “no va más” y, en vez de repartir nuevamente la baraja, sacó cartas distintas: las cartas de la inutilidad. Ha sido adrede, calculadamente adrede, que la arquitecta y modeladora 3D Katerina Kamprani, con base en Atenas, decidió ir contra las rigurosas funciones del diseño, dándoles un giro a objetos cotidianos. Un giro que los vuelve —si no inservibles— por lo menos de incómoda aplicación.
Paraguas de concreto, bol con agujero, botas de lluvia con la mitad del pie descubierto, sillas demasiado inclinadas, botones demasiado gruesos o escaleras que llevan a ningún sitio son algunas de las invenciones de The Uncomfortable Project (El Proyecto Incómodo), donde Katerina promete “rediseñar objetos cotidianos, manteniendo la semiótica original del ítem”. ¿Los resultados? Claramente surrealistas y, por qué no decirlo, bastante sádicos. Ideal para quien gusta de complicarse la existencia. O tiene altísima resistencia a la frustración.
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