VALE DECIR
“Una Iglesia que adora a una deidad con forma de plato de fideos y albóndigas ha recibido el permiso para registrarse como religión oficial”, anuncia un sorprendido periodista del Huffington Post de cara a una curiosa novedad de principios de mes: el Pastafarismo (también conocido como La Iglesia del Monstruo Espagueti Volador) podría ser reconocido en Polonia. Y todo gracias a un tribunal de Varsovia, que abolió una decisión previa de la Corte Regional Administrativa que el año pasado impidió que dicho credo fuera anotado como tal. Al parecer, la resolución había sido “injusta” en tanto el Ministerio de Administración polaco no concedió entonces la prórroga reglamentaria de dos meses para que los pastafaris presentasen los papeles correspondientes.
De modo que un tecnicismo abre la puerta (o la olla, en miras de la ocasión) para que este movimiento satírico –nacido en 2005 en Estados Unidos como respuesta paródica a las religiones ortodoxas, y en contra del creacionismo y el diseño inteligente– multiplique seguidores en las huestes polacas. Adeptos que, de sumarse a esta Iglesia, deberán adoptar el look oficial (un colador sobre la cabeza), la convicción de que el monstruo del espagueti volador –invisible e indetectable– creó el universo tras una noche de borrachera, que la comestible deidad guía la conducta de las personas por medio de sus apéndices tallarinescos, que el calentamiento global es culpa de la caída en el número de piratas, que el cielo tiene volcanes de cerveza y una fábrica de bailarines/as de striptease, por mencionar algunas de sus creencias. Amén con tuco y pancito remojado.
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