VALE DECIR
La famosa “viveza criolla” ha quedado eclipsada por un vivillo neoyorquino llamado Robert Samuel. De 38 años, el hombre con residencia en Chelsea sólo necesitó afinar la percepción para notar qué servicio andaba faltando en la metrópolis norteamericana y, sin más que una idea, inauguró un rentable negocio. ¿Qué hace, entonces, el despabilado hombre? Pues, lisa y sencillamente, esperar. A cambio de 25 dólares la primera hora (más 10 billetes por los 30 minutos que siguen), el creativo empresario hace fila para, a saber: sacar entradas de conciertos, ingresar a un talk-show, lanzamientos de productos electrónicos, citas en la Corte, liquidaciones, firma de autógrafos, entre otros citables ejemplos.
“Solución en administración de líneas” es la descripción con la que Samuels explica su firma, bautizada Same Ole Line Dudes (SOLD Inc.), donde básicamente llena un espacio en la cola hasta que los ansiosos clientes arriben e ingresen directamente al evento o venta en cuestión. “Se ha vuelto un fenómeno”, ofreció el “esperador” oficial sobre su idea. Y haciendo recuento de varios clientes, detalló que llegó a esperar 19 horas para que otro pudiera adquirir un flamante iPhone 5. O que, a diario, arriba a las 5 am a una de las pastelerías más populares de Nueva York para conseguir una delicia —el popular Cronut— que se hace en pequeñas cantidades (200 a diario) con más de 40 personas esperando en cola antes siquiera de que se abran las puertas. El no-trabajo menos arduo de la historia de los laburos, que sólo requiere una capacidad: la paciencia.
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