PáGINA 3
Por Mark Stein
–“Buenas tardes” –dije leyendo el telepronter, en el ensayo
de la transmisión–. “Europa fue sacudida hoy por un rebrote
de extrema derecha.” Un momento, ¿éste no es el texto que
leí la semana pasada?
–Eso fue en Francia –me explicó Ron, mi productor–. Ahora
es Holanda.
–Claro –dije–. Entonces, este tipo, Pim, es otro tipo carismático
de derecha como Le Pen, que cree... –me estiré y saqué de
abajo del escritorio el manualcito de la BBC Cómo detectar a un derechista
loco–. Que cree, como Le Pen, en políticas de derecha como el proteccionismo
económico, los salarios mínimos y los subsidios masivos a las
industrias ineficaces. Se opone a la globalización y es ferozmente antinorteamericano.
–No, no –dijo Ron–. Pim no cree en ninguna de esas ideas convencionales
de la derecha. Es de otro tipo de derecha.
–¿Hay otro tipo?
–El tipo “profesor de sociología que cree en el sexo promiscuo
homosexual y las drogas recreativas”.
Conseguimos llamar a Norman Tebbit y a la baronesa Young para preguntarles si
querían rendirle algún tributo, por haber sido uno de sus gays
favoritos en el sauna que frecuentan.
–Excelente –dije–. Una buena nota de color. Pero, ¿cuántas
clases de extrema derecha hay?
–Bueno, cada semana agregamos nuevas categorías. Pero, para actualizar
los titulares, manejate con este sencillo resumen.
El productor me dejó en el escritorio la nueva guía de la BBC
Cómo descubrir a un derechista de un solo vistazo. Extrema derecha es
un viejo derechista; ultraderecha es un derechista calvo; derecha dura es un
derechista calvo y gay; derecha incendiaria, por fin, es un cadáver derechista
que provocó indebidamente a militantes pacifistas vegetarianos.
–Listo –dije–. Entonces voy a empezar con una pequeña
nota de color: “Desde los ‘30 hemos sido testigos del perturbador
espectro de legiones de profesores gays marchando por Europa con sus ruidosas
botas altas, bla bla”, y luego vamos a Jean-Marie para comentar rápidamente
cómo él y sus camaradas sionistas homosexuales están digiriendo
la noticia.
–Muy bien –dijo Ron–. Después él te golpea en el
estómago y entonces vamos con Tony Blair.
Con su habitual profesionalismo, la caravana presidencial del primer ministro
irrumpió en el estudio, casi demoliendo el set, mientras las chicas de
maquillaje corrían aterrorizadas.
–Qué bueno verte, Mark –me dijo Tony–. Pero tengo que
aclararte que no quiero debatir directamente con extremistas odiosos como monsieur
Le Pen. Chirac tenía toda la razón al insistir en que no podemos
entrar en diálogo con este tipo de gente. No haríamos más
que legitimarlos, y lo que necesitamos es una señal clara de que estos
fanáticos de derecha no tienen lugar en nuestras democracias.
–¿Querés decir que hay que asesinarlos?
–Eh, bueno, no, eso no. Cualesquiera sean los sentimientos que provoquen
las figuras políticas, el lugar para expresarlos son las urnas.
–¿Querés decir eligiendo a un tipo vestido de mono, como
hicieron en el Norte?
–Eh, bueno, no: obviamente eso pone en cuestión todo el tema de
las elecciones directas. Mejor podríamos volver a un sistema que nos
simplifique las cosas.
–¿Nombrar directamente a Chris Patten, sin elecciones?
–Exactamente –dijo Tony–. Chris no puede ganar una sola elección,
pero parece que eso, para él, está muy bien. Y ésa es la
ventaja de nombrar a un demócrata europeo razonablemente moderado como
Chris.
–¡Es más fácil quitarles los pasaportes a los británicos
de Hong Kong y entregarlos a la China comunista! –le dije a Tony Blair
dándole una palmada en la espalda–. Okay, Ron. Voy a decir: “Más
tarde, Tony Blair explica por qué la mejor respuesta al fascismo de extrema
derecha es realizar menos elecciones y darle más poder a Chris Patten”.
Luego pondremos en línea a la reina Beatriz desde nuestros estudios en
Amsterdam.
–Bien –dijo Ron–. Si el sucesor de Pim, Joao Varela, logra convertirse
en primer ministro holandés, la reina tiene pensado declinar la invitación
a tomar el té con él porque su partido es de la derecha fascista.
–¡Bien por Su Majestad! –dije–. Qué bueno ver gente
que no quiere hacer ninguna concesión con los fanáticos blancos
que detestan a los inmigrantes.
–Bueno, en realidad, Varela es negro: es de Cabo Verde. Pero, para Holanda,
elegir por primera vez en la historia de Europa a un inmigrante negro como premier
sería una señal espantosa de que el nacionalismo virulentamente
racial está otra vez en el poder.
–Bueno, entonces vayamos después a uno de esos reaccionarios de
derecha que hacen campaña en favor del sexo gay promiscuo. Presumiblemente,
entonces, ¿hay un partido progre de izquierda que esté en contra
del sexo ocasional?
–Sí, los socialistas de Wim Kok –dijo Ron.
–Todo esto es demasiado holandés para mí –dije–.
Luego nos cruzamos a Dinamarca para hablar de los nuevos conservadores de mano
dura.
–Cuidado –me interrumpió Ron–. “Conservadores de
mano dura” es un término que reservamos para los marxistas incorregibles
del politburó de Corea del Norte, y también para Don Rumsfeld.
–Perdón –dije–, son demasiadas cosas para retener en un
solo día. La “derecha racista” es igual a los inmigrantes negros
de derecha. Los “conservadores” son iguales a los comunistas. Y acá
hay uno para vos. ¿Qué hay de los “conservadores moderados”?
Ron soltó una carcajada.
–¿“Conservadores moderados”? No existe esa categoría;
no en esta gerencia de noticias. Mmm, esperá un minuto –comenzó
a hojear la guía de la BBC–. Tenés razón. Página
47. “Conservadores moderados”: término estrictamente reservado
a los ayatolas reformistas de Irán.
Mark Stein es editor de The National Post (Canadá) y colaborador asiduo de los principales medios conservadores de habla inglesa, y viene aireando su desconcierto político desde el asesinato de Pim Fortuyn, líder de la extrema derecha holandesa.
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