Dom 16.03.2003
radar

PáGINA 3

El patrón de la vereda

POR TERRY JONES

Estoy entusiasmado con la última razón que da George Bush para bombardear Irak: se le agota la paciencia. ¡A mí me pasa lo mismo! Llevo un tiempo bastante cabreado con el Sr. Johnson, que vive dos puertas más abajo. Bueno: con él y con el Sr. Patel, que regentea la tienda de comida naturista. Los dos me miran mal, y estoy seguro de que el Sr. Johnson planea algo horrible contra mí, aunque aún no he podido descubrir qué. He estado husmeando su casa para ver qué pretende, pero tiene todo bien escondido. Así es de taimado. En cuanto a Patel, no me pregunten cómo lo sé, el caso es que sé –de buena fuente– que en realidad es un asesino serial. He llenado la calle de panfletos explicando a la gente que si no actuamos primero, nos irá liquidando uno a uno. Algunos de mis vecinos dicen que, si tengo pruebas, que vaya a la policía. Qué ridiculez. La policía diría que necesitan evidencia de un crimen del que acusar a mis vecinos. Saldrían con interminables sutilezas y objeciones sobre los pros y los contras de un ataque preventivo y, mientras tanto, el Sr. Johnson estaría finalizando sus planes para cometer actos terribles contra mi persona, mientras el Sr. Patel estaría matando gente en secreto. Ya que soy el único de la calle con un arsenal decente de armas automáticas, me doy cuenta de que es cosa mía mantener la paz. Pero hasta hace poco ha sido algo difícil hacerlo.
Ahora, sin embargo, George W. Bush ha dejado claro que todo lo que necesito es que se me agote la paciencia, ¡y ya puedo hacer lo que quiera! Reconozcámoslo: la política cuidadosamente razonada de Bush con respecto a Irak es la única manera de conseguir la paz y la seguridad internacionales. La única manera segura de parar a los terroristas fundamentalistas suicidas que amenazan a Estados Unidos y al Reino Unido es bombardear algunos países musulmanes que nunca nos han amenazado. ¡Por eso quiero volar el garaje de Johnson y matar a su mujer y a sus hijos! ¡Ataquemos primero! Eso le dará una lección. Así nos dejará en paz y dejará de mirarme de esa manera tan inaceptable.
El Sr. Bush deja claro que todo lo que él necesita saber antes de bombardear Irak es que Saddam es un hombre desagradable y que tiene armas de destrucción masiva –aunque nadie pueda encontrarlas–. Estoy seguro de que tengo una justificación similar para matar a la esposa y a los hijos de Johnson.
El deseo a largo plazo del Sr. Bush es hacer del mundo un lugar más seguro, eliminando a los “estados peligrosos” y al “terrorismo”. Una intención a largo plazo bien inteligente, porque, ¿cómo diablos se sabe cuándo se ha acabado? ¿Cómo sabrá Bush cuándo ha acabado con todos los terroristas? ¿Cuando todos los terroristas hayan muerto? Pero un terrorista sólo lo es una vez que ha cometido un acto de terror. ¿Qué pasa con los futuros terroristas? Ésos son los que realmente hay que eliminar, porque la mayor parte de los terroristas conocidos, como son suicidas, se eliminan solos. ¿Será acaso que el Sr. Bush necesita acabar con todos los que podrían, quizás, en el futuro, ser terroristas? Pero resulta que algunos musulmanes moderados pueden convertirse en fundamentalistas. Tal vez lo único seguro que quepa hacer, según Bush, sea eliminar a todos los musulmanes.
Lo mismo pasa en mi calle. Johnson y Patel son sólo la punta del iceberg. Hay docenas de personas en la calle a las que no gusto y que –lo digo con el corazón– me miran muy mal. Nadie estará seguro hasta que haya acabado con todos. Mi mujer me dice que a lo mejor estoy yendo demasiado lejos, pero yo le digo que lo único que hago es usar la misma lógica que el presidente de los Estados Unidos. Con eso le cierro la boca. Igual que le ocurre al Sr. Bush, a mí se me ha acabado la paciencia, y si ésa es razón suficiente para el presidente, también lo es para mí.
Le daré a la calle entera dos semanas –no, diez días– para que salgan a la luz y entreguen a todos los alienígenas y piratas interplanetarios, a los forajidos galácticos y a los cerebros terroristas interestelares, y si no los entregan de buena gana y dicen “gracias”, bombardearé la calle entera. Tan sensato es esto como lo que se propone George W. Bush. Y al contrario de lo que él pretende, mi política sólo destruirá una calle.

Terry Jones es integrante de los Monty Python y el director de joyas del humor como Los caballeros de la mesa cuadrada, La vida de Brian y El sentido de la vida. Esta carta la envió al London Observer declarando su rechazo a la intervención de Estados Unidos en Irak.

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