Dom 13.04.2003
radar

PáGINA 3

Imágenes

POR ROBERT JENSEN

El derrumbe de la estatua de Saddam Hussein en Bagdad fue la imagen del día, y acaso termine siendo la imagen de la guerra: esa imagen única que define el conflicto.
El mensaje es claro: Estados Unidos liberó al pueblo de Irak. La invasión norteamericana a Irak fue justa.
El miércoles por la mañana, las cadenas de TV arrastraron sus cámaras hasta la estatua que estaba cerca del Hotel Palestine. Los iraquíes enlazaron con cuerdas la cabeza y trataron de derribarla, y luego atacaron la base a golpes de martillo.
Finalmente, una grúa norteamericana logró tirarla abajo, para algarabía de la multitud.
Fue un estimulante momento de celebración, y lo que se festejaba era el aparente final del reinado de un dictador brutal. Pero, como ya lo señaló en otras ocasiones el secretario de Defensa de EE.UU., Donald Rumsfeld, ninguna imagen cuenta toda la historia.
Hay mucho para preguntarse sobre qué se muestra y qué no.
Una cuestión obvia: en la transmisión en vivo, los espectadores pudieron ver a un soldado norteamericano que envolvía la cara de Hussein con una bandera norteamericana, luego rápidamente reemplazada por una bandera iraquí.
Los jefes saben que desplegar la bandera norteamericana significa ocupación y dominación, no liberación. Tom Brokaw, de la NBC, informó que la cadena árabe Al-Jazeera estaba “armando un gran alboroto” con el incidente de la bandera norteamericana, dando a entender que la televisión norteamericana iba a –y debía– eliminar esa parte de la secuencia. ¿Cuál de las dos opciones se acerca más a la verdad completa?
Otra diferencia entre la televisión norteamericana y las demás fue la cobertura de las víctimas iraquíes.
A pesar de todo lo que se dijo sobre los “bombardeos de precisión”, la invasión norteamericana produjo tal cantidad de muertos y heridos que los hospitales iraquíes renunciaron a seguir llevando la cuenta.
Los oficiales de la Cruz Roja calificaron el nivel de víctimas de “increíble”, y describieron cómo “docenas de cadáveres de mujeres y niños totalmente descuartizados” eran llevados en camiones a los hospitales.
Las fuerzas de EE.UU. e Inglaterra usaron bombas de racimo, una de las armas más indiscriminadas del arsenal moderno, y el ministro de Defensa británico comentó que las madres de los niños iraquíes muertos algún día le agradecerían a Gran Bretaña por haberlas utilizado.
Los espectadores de EE.UU. no tienen mayor acceso a estas consecuencias de la guerra que, sin embargo, son habituales en la televisión del resto del mundo y en Internet están al alcance de cualquiera.
¿Por qué la televisión norteamericana sigue otros criterios? Aaron Brown, de la CNN, dijo que las decisiones no responden a motivos políticos. Reconoció que esas imágenes muestran con propiedad la violencia de la guerra, pero defendió la decisión de retirarlas del aire. “Es una cuestión de gusto”, dijo.
Una vez más, ¿cuál de las dos opciones se acerca más a la verdad completa?
Finalmente: tan importantes como las decisiones sobre qué imágenes usar son las cuestiones que tienen que ver con cuáles son los hechos y los análisis –de los cuales quizá no haya imágenes dramáticas que mostrar– que hay que poner en el aire para ayudar a la gente a entender las imágenes.
La presencia de las tropas norteamericanas en las calles de Bagdad indica que el fin del fuego está cerca, y eso es algo que virtualmente todos los iraquíes agradecerán.
También indica el final de doce años de duras sanciones económicas que, encabezadas por los Estados Unidos, empobrecieron a la mayoría de los iraquíes y mataron a medio millón de niños, según estudios realizados por las Naciones Unidas. Y eso también es motivo de celebración entre los iraquíes.
Y no hay duda de que la vasta mayoría de los iraquíes están contentos de haberse librado de Hussein, aun cuando recuerden que fue el apoyo norteamericano a lo largo de los años ochenta el que permitió que su poder se consolidara pese a la desastrosa invasión a Irán.
Pero eso no significa que todos los iraquíes estén contentos con la presencia continua de las tropas norteamericanas. Quizá porque tienen presente el escaso interés que el gobierno demostró en el pasado por la democracia o el bienestar de los iraquíes.
Quizá porque miran a Afganistán y ven lo rápido que las autoridades norteamericanas desertaron de su compromiso de “no desentenderse” del sufrimiento del pueblo afgano.
Quizá convenga ser prudentes con lo que podamos inferir de las imágenes de celebración que estamos contemplando; alegrarse por la remoción de Hussein no significa alegrarse por la ocupación norteamericana.
No es fácil producir imágenes dramáticas con estas complejas realidades políticas. Lo que no quita que siguen siendo realidades, no importa si los espectadores norteamericanos las ven debatidas por televisión o no.

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