Dom 19.10.2014
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TELEVISIóN. SE ESTRENA LA SERIE DE GUILLERMO DEL TORO, THE STRAIN, DONDE EL VAMPIRISMO ES UN VIRUS IMPARABLE

AHÍ VIENE LA PLAGA

› Por Mariano Kairuz

Mientras el ébola pone en paranoico alerta al mundo entero, llega a la señal de cable FX una serie sobre un virus que amenaza con diezmar a la humanidad en nada de tiempo. En rigor de verdad, se trata de una serie sobre vampiros, en la que el vampirismo se propaga e impone como un virus, y no será la primera vez que los no-muertos metaforizan enfermedades: la epidemia del sida marcó la idea del vampiro, desde Drácula de Coppola, filmada hace algo más de veinte años, hasta la serie True Blood, que terminó hace unos meses. Pero la insistencia de The Strain en darle un carácter clínico, biológico, a sus criaturas sobrenaturales se complementa de manera explícita con el hecho de que la epidemia llega a Estados Unidos en un avión. La secuencia del avión, que –como no tardaremos en enterarnos– transporta el ataúd del Maestro Vampiro, es un guiño al barco Demetrio en el que Drácula llegaba a Londres en la novela de Stoker (y en muchas de sus reversiones, como el Nosferatu de Murnau), pero también forma parte de una patología de las ficciones fantásticas post 11-S: la muerte que viene surcando los cielos. La primera serie en capitalizar este asunto fue Lost, después vino Fringe, y ahora The Strain también arranca a bordo; entre la diversa fauna que conforman los pasajeros y la tripulación, y no mucho después, un tal Eph Goodweather, del Centro de Control de Enfermedades (nuestro héroe es, efectivamente, un científico) está diciéndole a una agente de seguridad que pretende entrar sin más a la nave diezmada cosas del tenor de: “¿No te gustan los terroristas? ¡Probá negociar con un virus!”. Y unas cuantas escenas más tarde, a familiares de los pasajeros: “Doscientas seis de las personas que viajaban en ese avión han muerto y no sabemos por qué. Cuatro sobrevivieron, y no sabemos por qué”.

No deja de ser sugestivo que uno de los guionistas de The Strain sea Carlton Cuse, tercera pata de Lost, junto con Abrams y Lindelof; sin embargo se trata de una producción de Guillermo Del Toro, que escribió y dirigió el piloto, una suerte de película de 70 minutos, como las viejas clase B, concebida por él desde su origen. Los guiones son adaptaciones de la trilogía de libros que Del Toro publicó entre 2009 y 2011, editada en castellano como la Trilogía de la Oscuridad: Nocturna, Oscura y Eterna (Ed. Suma de letras), y que firmaron a dúo con Chuck Hogan (el autor El príncipe de los ladrones, llevada al cine por Ben Affleck como The Town). Pero varios años antes de la trilogía, ya había sido pensada y ofrecida como una serie televisiva por Del Toro, que ninguna señal quiso producir. Todo esto viene a que Del Toro, fanático de los vampiros desde siempre, finalmente volcó sus intereses y las investigaciones y anotaciones sobre la mitología de los colmilludos que hizo desde su infancia justamente acá, y que todo eso que lo ha obsesionado por años es lo que da forma a The Strain. “Un poco fue a parar”, cuenta en entrevistas, “a Cronos, mi primer largometraje; otro poco a Blade II. Pero el resto está acá, y para mí era muy importante que se desarrollara la veta forense, más CSI, del tema. Quienes hayan leído los libros habrán notado los abruptos cambios de tono de uno a otro: uno tiene esa impronta biológica; el segundo, una algo más sociológica, y el tercero es la mitología ancestral. En la serie vamos mezclando un poco todo eso desde el principio, pero creo que está claro que lo que me interesa no es tanto el vampiro romántico de Polidori o Stoker, sino algo más cercano a la trilogía del terror de Dan Curtis. Los primeros vampiros que vi de chico son los de Lugosi y Christopher Lee, pero el primero que de verdad me asustó fue el de Kolchak, Janos Skozeny, interpretado por Barry Atwater con tal ferocidad que parecía una suerte de animal rugiente”.

El aspecto físico del vampirismo como enfermedad ocupa los primeros episodios de The Strain, y mientras seguimos de manera fragmentaria la conspiración de los chupasangres ancestrales con un magnate multimillonario en Nueva York, así como retazos de información sobre el pasado nazi de algunos jerarcas vampiros, la mayor parte del programa se la llevan el mentado doctor Goodweather (el actor Corey Stoll, que viene de La ley y el orden y de hacer de Hemingway en Medianoche en París, de Woody Allen) y su colega Nora Martínez (la argentina Mia Maestro), que llevan adelante la investigación que las autoridades quieren tapar para evitar que se propague el pánico y se derrumbe Wall Street. Goodweather y Martínez son quienes descubren el extraño gusano que parece ser el principal transmisor de la infección, y son los primeros en atestiguar la trasformación física a la que se ven sometidos los infectados, que incluye detalles inmundos como el sangrado de los ojos y la desaparición de los genitales. Más adelante nos enteraremos de que estos vampiros “defecan a la vez que comen, como lo hacen las garrapatas”. Es decir, menos erotismo, elegancia y espejos, y más anatomía y disección, parásitos y el hambre incontrolable e insaciable: algunas víctimas son transformadas, pero otras son sencillamente empleadas como alimento, vaciadas y descartadas como un envase tetrabrick. Otra inspiración evidente de Del Toro es Soy leyenda, de Matheson, y por lo tanto su obra pertenece a ese terreno donde el vampiro se confunde un poco con el otro muerto vivo, el zombie, que hoy está por todos lados en la cultura popular, lo cual explica un poco por qué el cable accedió a producir The Strain tras rechazarla menos de una década atrás. Lo que sí toma Del Toro de los clásicos, fanático como es de Peter Cushing, es el cazavampiros, y The Strain tiene su propio Van Helsing reinventado en el profesor Abraham Setrakian, armenio veterano, sobreviviente del Holocausto, gran conocedor de La Plaga. Lo interpreta un estupendo secundario inglés, David Bradley, conocido por los fans de Harry Potter y Game of Thrones.

Y es mejor no contar mucho más, en parte porque la trama tiene mucha derivaciones, que intentan conectar con el mundo contemporáneo (Wall Street y las megacorporaciones como aliadas del Mal) y así como la Antigüedad, el Oscurantismo y la parte más turbulenta del siglo XX. A pesar de todos los intentos de modernización del mito, hay en The Strain un regusto anticuado, en particular después de la citada True Blood, que ofreció la versión más actual, más inmediata y sanguínea posible del vampirismo. Está claro que esto es así porque Del Toro lo quiere así: directo, sin un hilo de ironía ni giros posmodernos, absolutamente serio y consciente de su seriedad. “Como en Kolchak, como Matheson, es un tipo de material que está perfectamente consciente de que tu premisa es, en términos lógicos, completamente tonta. Pero yo llevo hecha una carrera de veinte años de abrazar las premisas argumentales más ridículas y de convertirlas en historias.”

The Strain va los miércoles a las 22, por FX

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