Dom 02.11.2014
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EL FIN DE LA INOCENCIA

CINE La cuarta película de Diego Lerman parte de una escena que vira rápidamente de una muy cotidiana fiesta infantil de cumpleaños al hecho excepcional: toparse de frente con un inequívoco caso de violencia de género ejercida, como si fuera poco, sobre el cuerpo de una mujer embarazada. Protagonizada por Julieta Díaz, Refugiado cuenta la historia de la fuga de una madre y su hijo narrada a través de los ojos del niño. Pensada por su director como una suerte de retorno al ritmo ralentado de Tan de repente, su primer film, Refugiado, que acaba de estrenarse en la Argentina, también viene consiguiendo una gratificante repercusión internacional.

› Por Nazareno Brega

Matías, un chiquilín con capa, antiparras y un fotogénico cabello enrulado, espera aburridísimo que Laura, su mamá, lo pase a buscar por un salón de fiestas. Sentada a su lado sólo queda la madre del compañerito de primaria que festejó el cumpleaños. La mujer llama sin éxito al celular de Laura hasta que, cansada de esperarla, decide llevar al chico ella misma y, cuando llegan a la casa de la madre del chico, encuentran abierta la puerta del departamento y a la embarazada Laura inconsciente, ensangrentada y rodeada de vidrios rotos.

Así comienza Refugiado, la recién estrenada cuarta película de Diego Lerman, que sigue a un chico y a su madre golpeada en busca de un camino que los aleje de la violencia doméstica. La historia de Laura y el pequeño Matías podría tener muchas, demasiadas, caras en un país con datos alarmantes sobre violencia de género, pero Lerman eligió a Julieta Díaz para que encarnara a la mujer embarazada que sufre la agresión de su pareja. La actriz reconoce que “no tenía mucha información sobre violencia de género. Nos juntamos con gente que trabaja en el tema y con víctimas y aprendí mucho. Tuve charlas a solas con sobrevivientes y leí libros, miré películas. No suelo ser tan obsesiva para componer un personaje, pero esta vez, al ser un tema que por suerte es tan ajeno a mi realidad y por una cuestión de responsabilidad social, me puse a investigar en serio. Había investigado, sin volverme loca, cuando me tocó hacer de personajes reales. Les dediqué un poco más de tiempo a los más conocidos, pero acá sentí otro tipo de responsabilidad y, además, Lerman me bajaba línea y me contactaba con gente que le interesaba que conociera”, explica la actriz que supo ponerse en la piel de personajes fuertes como Eva Duarte, Tita Merello, Norma Arrostito, Claudia Villafañe y Ada Falcón.

El puntapié inicial que Lerman aprovechó para comenzar a delinear Refugiado también surgió de una historia real. Hace cuatro años, durante una fría mañana invernal de agosto, Lerman llegó a la productora de Palermo donde trabajaba. En la puerta se encontró con una ambulancia, varios patrulleros y móviles periodísticos y vio una mancha de sangre en el piso. Enseguida le contaron que un hombre, con un disfraz de viejo, se acercó a su ex pareja en la puerta del colegio de sus dos hijas, le gritó “te dije que te iba a matar, hija de puta” y le disparó una vez, y otra vez, y una última vez, hasta que se le trabó el arma y la dio por muerta. La mujer recibió dos balazos en el tórax y otro en el abdomen, pero sobrevivió, y el hombre terminó preso.

Lerman recuerda que “recién había estrenado La mirada invisible y ya estaba trabajando en dos guiones. Pero me llamó mucho la atención el caso y me quise interiorizar. Me contaron que la mujer había llamado la noche anterior por este tema y la habían derivado a uno de estos refugios para mujeres que sufren casos de violencia, pero ella no había ido. Ahí me enteré de que existía este tipo de lugares y decidí visitar uno. Me puse a investigar sobre los refugios, contacté a mucha gente y dejé de lado ese caso particular. Ahí me encontré con imágenes muy fuertes, de gente refugiada como si hubiera un genocidio. Es impactante ver a tanta gente que se está escapando y se está escondiendo”.

Refugiado se centra más en ese escape de sus protagonistas que en la violencia que sufren, lo que transforma a la película en una especie de road movie cercana a Tan de repente, aquel promisorio debut de Lerman donde adaptó, hace ya más de una década, la novela corta La prueba, de César Aira, y se la apropió llevándola hacia un nuevo destino, mucho más personal. “Quería volver a esa liviandad de Tan de repente después del trabajo tan rígido de La mirada invisible. La película transcurre en un lapso muy corto, de tres o cuatro días, para trabajar sobre esa urgencia de alguien que se escapa. Muchas veces funciono por oposición. Termino un proyecto y tengo ganas de hacer lo contrario.”

FUERA DE FOCO

Si durante el clímax de La mirada invisible el abuso que sufre el personaje de Julieta Zylberberg es explícito, más allá de los distintos niveles alegóricos que maneja la película, toda la violencia que sufre la protagonista de Refugiado jamás aparece en pantalla, siempre queda fuera de campo. Lerman nunca muestra la cara del agresor, que sólo aparece en la película como una voz en el teléfono o una figura fuera de foco en la secuencia más tensa y mejor resuelta del film. El cineasta está mucho más interesado en esos rastros que la violencia dejó marcados en sus dos protagonistas que en el maltrato mismo.

“Lo que más me interesaba de Diego como cineasta era que se planteaba qué quería contar tanto como lo que no quería que se contara. Lerman puede ser profundo sin caer en lugares comunes ni efectismo. Es sutil y tiene una poética propia. Ya sabía cómo trabajaba él. Había visto sus películas y sus obras de teatro. Primero me llamó para trabajar en La casa, una miniserie que sale al aire el año que viene. Y apenas empecé a leer el guión de Refugiado ya sabía que quería que ese papel fuera mío. Me encantaba que la historia fuera tan fuerte y tuviese tanto compromiso”, recuerda Julieta Díaz.

Lerman sabe que a veces conviene dejar explícitas algunas cosas: “Decidimos aclarar toda esta conexión con la realidad de la película ya desde la frase que usamos en las piezas gráficas. Elegimos ‘una ficción que no es sólo ficción’ porque la película trasciende esta historia particular que creamos. Lo más difícil era encontrar el lugar desde donde posicionarme y construir la película que yo quería hacer. Justo había sido papá y tenía ganas de hacer algo desde el punto de vista de la niñez”.

Para transmitir esa relación con la mirada de un niño, Lerman situó su cámara casi siempre cerca del piso, como quien mira todo desde abajo, y trató de acercarse a cierta liviandad en el tono, aun reconociendo el dramatismo de las situaciones retratadas. Y la relación de Sebastián Molinaro, el niño que interpreta a Matías, con Julieta Díaz era fundamental. Ella dice que “ya había trabajado antes con niños pero jamás con tanto compromiso emocional. Los chicos no tienen programado un esquema de trabajo como los adultos. Es más difícil mantener la concentración, pero la impronta de ellos puede ser maravillosa. Por momentos te sentís que estás solo en la escena, pero hay otros donde los chicos consiguen una magia que se siente tan real que te impresiona. Por suerte creamos una relación de confianza muy grande, que es importante para que los chicos no se inhiban y porque es muy difícil de trucar el universo del cariño. Si no aparece algo verdadero, al final, se nota”.

UNA FICCION QUE NO ES SOLO FICCION

Lo verdadero apareció para Julieta Díaz apenas terminó de filmar Refugiado en marzo. La actriz quedó embarazada apenas unas semanas después de terminado el rodaje. Hoy, Julieta Díaz luce una inocultable panza y está esperando que su primera hija nazca durante la última semana del año. La actriz piensa descansar un tiempo y dedicarse a su familia después de un año que la tuvo protagonizando, además de Refugiado, la nueva temporada de En terapia, donde su personaje reemplazó al de Norma Aleandro como la terapeuta del psicoanalista que personifica Diego Peretti. Otros dos trabajos realizados por Díaz este año recién podrán verse en la próxima temporada televisiva. Uno es La casa, dirigido por Lerman, que es una serie de unitarios que recorrerán las distintas décadas del país desde el interior de una casona en el Delta. El otro es La verdad, donde vuelve a juntarse con la directora de Juan y Eva, Paula de Luque, y estará centrado en la vida pública y privada de los integrantes de un noticiero.

Julieta adelanta que tiene “decidido descansar unos meses después del nacimiento. Me quedé tranquila al ver cómo lo manejaron colegas a las que respeto por su manera de trabajar y con lo que intuyo que son sus valores de vida. Pero es algo que todavía tengo que aprender. No tengo compromisos laborales porque no sé cuánto me va a necesitar mi familia. Me da un poco de vértigo porque soy muy activa y me gusta trabajar. No protagonizaría una tira con un bebé, pero tampoco le diría que no a un personaje soñado. Lo ideal es volver a entrar en el mundo del trabajo de a poco”.

La actriz admite que “era imposible hacer teatro o una tira embarazada. Uno siempre puede bajarse a mitad de una tira por un embarazo pero necesitaba trabajos de no más de dos o tres meses, que me den más aire. Rechazaba todas las propuestas a largo plazo y en ese momento todavía no podía contar por qué. Me acuerdo que en mayo, cuando presentamos Refugiado en Cannes, ya estaba embarazada de dos meses, pero todavía no se notaba”.

Lerman aclara que “Cannes ayuda un montón a cualquier película porque es una gran vidriera que te da acceso a muchos distribuidores. Refugiado se va a poder ver en los cines de Suiza, conseguí que en Holanda se estrenen mis cuatro películas y en Francia, donde siempre pude estrenar, tuve la posibilidad de cambiar de distribuidor. Esta película pensé que iba a ser muy chiquita y local y de repente tiene buena repercusión afuera. Está bueno porque nunca pensé el proyecto desde ese lugar sino desde uno mucho más azaroso y personal. Quería que la película pudiera mover algo de la realidad de quienes la vayan a ver. Esas son las películas que me interesan. No quiero que sea sólo salir del cine, comer una pizza y olvidarse”.

Julieta Díaz considera que “el cine argentino demostró que podía ser masivo y de calidad, dos cosas que en un momento estaban muy separadas. Hay que apostar a eso. Tiene que estar el espacio de experimentación, de óperas primas, actores no conocidos y pequeñas historias. No se pueden descuidar las películas de autor porque son parte de nuestra identidad. Pero también necesitamos profundizar este estilo de películas como Relatos salvajes. Las dos últimas películas que hice, Corazón de León y Dos más dos, te pueden gustar o no los estilos, los guiones y los actores, pero sabés que son dos películas que están bien realizadas, con mucho compromiso. Siento que realmente hay que apostar a que estas películas comerciales puedan sostener a las otras y que haya lugar para las dos”.

La actriz es optimista cuando analiza la actualidad del cine argentino, pero destaca la que cree que es la gran deuda que todavía no pudo saldarse. “Siento que falta un espacio para el protagónico femenino. En el cine comercial no se le da lugar a la mujer que, salvo algunos casos aislados, termina casi siempre acompañando. Yo creo que el cine comercial en Argentina es mucho más machista que en Europa o Estados Unidos, donde ves las películas de Juliette Binoche o Meryl Streep. Ese espacio se puede explotar acá. Falta el drama o la comedia con el protagonista femenino. Betibú y Las insoladas son casos aislados. Más que un reclamo, lo planteo como un lugar a descubrir por el cine. Y siento que también es una deuda mía como actriz conseguir que se realicen esos proyectos. Me encantaría hacer alguna prima de Catita. Algo bien popular.”

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