FAN Una escritora y cantante elige su película favorita: Susy Shock y Empaná de pino (2008), de Wincy
› Por Susy Shock
Mi amiga, la Male de Córdoba, que posee la mejor colección de películas gltttbi del país, fue quien me la pasó hace años, de esa manera clandestina donde la info tierna de la resistencia maricona se comparte y se da de beber. Yo ya había escuchado de Hija de Perra, había visto alguno que otro video de sus perfos guarras en YouTube, inclusive llegué a participar del mismo Festival de Cine por los Derechos Humanos en la ex ESMA. Ahí nos cruzamos, sin vernos, en esa lotería de fechas y horarios que es una programación. Así que gracias a Male me volví a casa con ese tesoro en mis manos, para deglutírmela toda.
La historia se centra obviamente en Hija de Perra, una mujer (?) que junto a su sirvienta y esclava llamada Perdida se dedican a vender empanadas de pino, comida típicamente chilena, algo así como nuestro locro criollo, no tanto por el parecido gastronómico en sí, sino por el peso simbólicamente patriótico que tienen ambas comidas en nuestras sociedades. La única salvedad es que en la película sus “empaná” están hechas de ¡carne humana! La obsesión de Hija de Perra por revivir a Caballo, su esposo muerto, la lleva a hacer pactos con seres sobrenaturales, capaces de devolverle la vida a su ser amado, a cambio de una gran ofrenda, y ahí estalla todo. Basta recordar la escena de la fiesta con la banda de las Liliths a puro alarido musical y esos primeros planos donde sus ojos saltones y sacados reparten deseos de devorarlos a todos mientras convida bienvenidas en vasos para cumplir ese pacto; basta verla enredada en pasión con su Perdida querida y maldecida a la vez, en esa escena porno comic kitsch, basta verla armar ese picadito, “chicas” contra “chongos”, basta verla afligirles el rato a esos inocentes boy-scouts, para darse cuenta de que nada es ni será lineal en esta historia del deseo ardido, inclusive ese amor primero tan aparentemente heteronormal, y que la tiene a mal traer toda la película. Ni siquiera eso será del todo verdad, al asumir adónde está finalmente su deseo, y entonces todo de nuevo volverá a empezar y todo nuevamente estallará para dejar sellado una bacanal excesiva, incómoda, desprolija, de imágenes y alaridos.
Ese grito de arte que con el ojo y el tacto de Wincy, ese hacedor de la periferia, que no sólo filma sino que construye el otro cuento cultural chileno, en otras películas, organizando bienales, encuentros, toda esa poética disidente demoledora que va arrasando, junto a artistas como Eli Neira, Irina La loca (presente en un personaje también en la película) o Felipe Rivas San Martín, entre otros, pero todos contemporáneos de esa batalla de los bordes, a donde sin dudas Hija de Perra ha sido la cara más seductoramente visible, esa batalla soez, desde donde ella eligió ser recordada, en una sociedad como la chilena y en un continente sudaca todavía bien patriarcal y machista. Y entonces una no puede más que amarla, de primera instancia, de primera mano, de primera necesidad..., toda ella, pintada y repintada, toda ella, lamida y relamida, toda ella asesina de lo burgués y de la pacata vida, desde donde instalados, y bien dueños de todo, nos violentan, nos separan, nos apuntalan, nos deciden, entonces ella es esa fiera trans venganza, repleta de insultos y terrorismo visual, mi niña sangrada y sangrando, que les apura su sangre para que nos empiecen a tener por fin miedo.
Hoy, que escribo esto y que ella ya no está, apurada en su fuga de luz, hoy, que tengo la película original (regalada por ella misma, en esos hermosos y muy reídos días del festival “Quir” de Mendoza, a donde han tenido la mala idea de juntarnos para que hiciéramos, paganas y anticlericales, pactos con los sucios demonios), hoy, me doy cuenta de que hasta lo que me sobra de la película, cada vez que la vuelvo a ver, es lo que ella metió de prepo con su desbordante personalidad (con el guiño cómplice de Wincy) para que moleste, para que nos quejemos, para que no sea fácil nunca acercársele, para que ni siquiera se nos ocurra pensar que estamos “viendo cine”, ese otro arte que nunca te va a conformar, porque da cuenta, ni más ni menos, de vidas que no se conforman nunca.
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