PINTURA En su nueva muestra conjunta, los artistas Paula Duró y Alejandro Sordi presentan obras inquietantes y ensoñadas que se comunican entre sí, con influencias místicas y literarias, desde las experiencias con drogas psicodélicas y los viajes por América latina hasta la lectura de El Señor de los Anillos o los horrores cósmicos de H. P. Lovecraft. Ambos construyen imaginarios propios y reconocibles, marcados de forma casi excluyente por el color y los mundos lunares y misteriosos.
› Por Santiago Rial Ungaro
“Una vez, en una ceremonia de toma de ayahuasca que hicimos con Alejandro en un campo pasando Glew, de repente entré en un lugar en el que vi todas las imágenes de estas obras, pero vivas. Ingresé en una dimensión donde todas estas imágenes viven: con luz, con color, con movimiento; ahí están las imágenes esperando que uno entre a buscarlas para traerlas a esta dimensión. De esa experiencia bajamos mucha data para esta muestra.” La que habla es Paula Duró, quien comparte hasta el 8 de enero una magnética muestra de pinturas junto a Alejandro Sordi, que deambula por ahí ocupándose de fotografiar con un cámara prestada las obras de ambos. Fruto de este tipo de experiencias cotidianas de pasar “al otro lado” y querer, de algún modo, compartir una experiencia que, por su intención, podríamos calificar como “flashera” es esta exposición, tan propicia para la ensoñación. El que se anime a quedarse un rato en la Galería Dinámica (que, no casualmente, no es un espacio convencional de artes plásticas) puede llegar a perderse y encontrarse en un colorido collage de símbolos tan antiguos como actuales. ¿Son Sordi y Duró dos “flasheristas”? Duró: “Yo pienso que nos fuimos dejando llevar por lo que queríamos narrar y por inquietudes del momento y al final fue saliendo esto. El interés que ahora tenemos los dos es que la pintura sirva como un portal para entrar en otra dimensión, conectar con otras cosas específicas. La idea es que cada obra te pueda llevar a un lugar interno. Los dos también compartimos esa intención de que la pintura sea algo más que brindar en la inauguración y después irte a tu casa. Buscarle una vuelta de tuerca para que el arte conecte con diferentes cosas. ¿Cosas como tomar ayahuasca? No necesariamente. De momento estoy más interesada en no necesitar de nada: que la llave sea tu propio ser, no necesitar ningún vehículo para llegar a ese mismo lugar. Cuanto menos dogma o menos estructura mejor, por lo menos para mí”.
Pero si tanto los personajes de Sordi, que suelen presentar rasgos inquietantes (sea por estar decapitados, por tener muchas caras como si fueran deidades hindúes o simplemente por sus tamaños desproporcionados) pero que finalmente terminan resultando simpáticos o por lo menos atractivos, como los de Duró (jóvenes aborígenes desnudas bañándose en lagos plateados, sacerdotisas de ritos lunares emanando haces de luz multicolor, serpientes fluorescentes) resultan convincentes es porque también los paisajes en cada una de estas obras confirman el talento de estos jóvenes artistas para darle forma a un imaginario propio. Imaginario influenciado, en el caso de Sordi “por los dibujos animados, la animación japonesa, Dalí y relatos de ficción como El señor de los anillos y Lovecraft”; Sordi es un talentoso artista e ilustrador clase XX, al que alguna vez se comparó con el artista italiano Seraphiniau: quizá dentro de unos años también termine haciendo su propio Codex Sordi ya que cada objeto en sus obras parece tener un significado, encriptado o paralelo, pero que invita a la imaginación a interpretarla de algún modo. Por su parte, Paula Duró también ha logrado desde sus primeras obras un estilo reconocible por su imaginario propio, siempre marcado por su uso del color (“en pintura se puede mostrar cosas que son invisibles: eso que ves en las obras, por ejemplo que de un ser salen luces de colores, es lo que pasa en la realidad, es lo que te muestra la cámara Kirlian”) y por la presencia de seres femeninos que parecen ser fuerzas de la naturaleza. Y aunque reconozca la importancia de haber estudiado con Patricio Larrambebere quizá sean sus viajes por Latinoamérica una de sus principales influencias para su universo, siempre mágico, lunar y misterioso. Duró: “Creo que la influencia va y vuelve de uno a otro; es algo que se retroalimenta. Pero el laburo de Alejandro en esta muestra tiene más fondos planos y zonas que son de color puro y él mío tiene unas profundidades que no suelen aparecer en mis obras. En su obra, Alejandro hace más claroscuros, luces y sombras, y hay un par de obras mías en esta muestra en las que también se ve eso. Hay dos obras distintas que tienen ciertas similitudes, como si fueran el femenino y el masculino de lo mismo”. Sordi: “Sí, todos nos mencionaron ese flash de la fusión entre las obras. Paula estuvo presente mientras las hacía y siempre hay un momento en el que con algún cuadro te trabás y capaz que buscás alguna opinión. Y en la paleta de los colores también siento una influencia de ella: al conocerla la cambié un poco porque conocí otra paleta, con otros valores. Al haber hecho la muestra anterior juntos se dio ese intercambio”.
Algo en común que también tienen ambos en algunas de sus obras es el uso de medios digitales, cuya cantidad casi infinita de colores cambia de algún modo la percepción y el uso del color. Pero en este caso el Photoshop y demás softwares sólo pueden haber sido una influencia a la hora de expandir sus ideas sobre el color: las obras de estos imaginarios mutando, en estado de simbiosis fueron hechas en lápiz, luego acrílico o en óleo sobre tela, sin ninguna tecnología digital. Duró: “A principios de año hicimos juntos una muestra, Línea del Sol, con la idea de generar un ambiente. Y esta vez todo lo que sacamos de esa experiencia lo pasamos a la pintura”. Duró señala que el principio de la serie fue justamente una obra llamada así y que pintaron juntos, en donde los seres de ambos imaginarios conviven, incluso se diría que armoniosamente. Sordi: “En general la pintura es una actividad muy solitaria y ermitaña, algo individual. Pero como trabajamos juntos las obras en la casa de Paula en Temperley se fusionó la paleta. Y también nos ayudamos en el proceso de producción, cuando estás buceando en tu carpeta interior, buscando cómo bajar un imaginario a un cuadro. Así como en un momento estaba copado con la iconografía cristiana, últimamente flasheé mucho con las imágenes hindúes; siento que de algún modo todo es una misma cosa. A veces juntás un montón de elementos y la gente le da un montón de significados muy buenos”. Evidentemente lo que sucede con las obras también sucedió en la vida real. Duró: “Nos hicimos amigos quizá por una afinidad de intereses, y al toque nos pusimos a dibujar juntos: uno dibujaba algo y después lo continuaba el otro. Y ahí fue cuando Luz Peuscovich (curadora del espacio de arte del Centro Cultural Matienzo) vio esos dibujos y nos propuso hacer algo juntos”. Si en la muestra anterior la idea de Sordi y Duró era “lograr que el espectador se sienta adentro de una pintura”, de esas casitas que “no sé muy bien cómo salieron” se propició el encuentro orgánico entre ambas obras. Sordi: “El color se amalgamó mucho cuando hicimos la muestra Línea del Sol, donde había tres casitas: una era un altar, la otra era esta torrecita que está ahora en esta muestra y la otra era una choza, en donde había gente que tiraba el tarot o las runas. También hicimos un personaje con cuernos, que se llamaba Casimiro, y una persona se metió adentro del disfraz e interpretó ese papel. Hicimos varias presentaciones de esa muestra, cada una con una música diferente y siempre en clave acústica: a veces con percusiones, otras con flautas, otras con algunos efectos, pero siempre con mucha improvisación”. Claro que hay cierta inocencia en estas obras, pero no hay ninguna ingenuidad en la decisión de ambos de dedicarse a producir y dar talleres (los dan en el Patio del Liceo) y mantener una posición marginal dentro del circuito del arte. Quizá porque sus obras, de algún modo, se venden y circulan igual. Duró: “Estar en una galería te demanda mucho trabajo social, y después no te sirve porque la mitad de la plata va para la galería. Te pagan a destiempo, te bicicletean. Y con Internet lo subís ahí y ya está: el que quiere ver tu muestra la va a ver, y el que quiere comprarte te pregunta por inbox en privado. Creo que toda esa parafernalia del mundo del arte dejó de tener sentido hace un montón de tiempo. De hecho nos ofrecieron que hubiese vino, que vinieran unas promotoras. Y al final no hubo ni promotoras, ni vino. Pero así tenemos más libertad para hacer lo que queremos hacer. Para mí esto no es solamente mostrar tu mundito interior; de algún modo estamos invitando a los espectadores a ser partícipes de este imaginario. Invitándolos”. Y agrega Sordi: “Esto es pura felicidad”.
Puente de la Luna se podrá visitar de martes a viernes de 20 a 12 y sábados y domingos de 20 a 1 hasta el 8 de enero en Dinámica Galería, Gorriti 5741, Palermo.
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