ENTREVISTA Además de fotografiarse con él en la tapa de su primer disco, el legendario Ian Dury le enseñó a su hijo a tomar cerveza y a odiar a Los Beatles. Con la edición de It’s a Pleasure, el cuarto y mejor disco de su carrera, el cantante británico Baxter Dury parece haber aprendido todas las lecciones familiares, aunque su música esté lejos del punk y cerca de la más cínica chanson francesa. Ahora que su música finalmente tiene edición local, Dury atiende el teléfono para confesar que se siente un Jean Paul Belmondo entrado en peso, que le parece una locura que la reina sea la dueña de todos los cisnes británicos y que cantó en público por primera vez en el funeral de su padre.
› Por Andrea Guzmán
Fueron ocho los trabajos como profesor de lengua inglesa que Baxter Dury perdió dramáticamente. Cineasta, piloto, chef, contador o dentista, son algunos de los otros oficios a los que el inglés de voz profunda y afectado garbo de dandy intentó dedicarse durante una juventud transitada por el lado salvaje y antes de decidirse definitivamente por la música como profesión. Ya parado en los cuarenta y cosechando los éxitos de su cuarto álbum, It’s a Pleasure, editado apenas un par de meses y más que celebrado en todo el mundo, el hijo del legendario Ian Dury no ha cambiado de parecer, y ya desde ese tiempo se considera a sí mismo simplemente como un cantante de habitación. Reconoce que antes de sus treinta años la idea de incursionar en la música de forma seria le resultaba insostenible. Su timidez lo paralizaba totalmente, “pero era realmente malo en todo lo demás, seguramente el peor de todos”, recuerda del otro lado de la línea telefónica, entusiasmado por la llamada que llega desde Buenos Aires, donde su disco se acaba de editar, en principio sólo en formato digital. Dury cuenta que está atendiendo el teléfono desde una casa a las afueras de Londres, donde permanece en plan de reclusión vacacional antes de su gira europea. “Es un pueblo campestre a las afueras de la ciudad. Un lugar encantador. Hombres altos, mujeres pequeñas y ropa groovy.”
Sobre su infancia en el Londres de los ’70 como hijo de una estrella de rock, con todas las posibilidades e inconvenientes que a la vez eso representa, Baxter recuerda: “Crecí de forma ambivalente, entre lo normal y lo exótico. Con una rutina y estabilidad gracias a mi madre, pero por supuesto con mucho acceso al caos”. La aspereza del punk atravesó sus actividades desde temprano, lo expulsaron de varias escuelas hasta abandonarla definitivamente a los 15 años. Por otro lado, se lo puede reconocer en la famosa foto de tapa del disco New Boots and Panties!! (1977), debut de su padre a la cabeza de The Blockheads: ahí parado e ínfimo, siendo un niño de 5 años, pantalones demasiado anchos y actitud radical, apoyado en la vitrina de una tienda de lencería femenina. Ian Dury, autor de clásicos como “Wake up and Make Love with Me” o “Sex & Drugs & Rock & Roll”, reconocido punk, artista, poeta y actor esporádico en películas insignes de la época como El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante, le enseñó a su hijo a tomar cerveza y a odiar a Los Beatles. Y aunque la herencia musical se traspasó de generación en forma de torcida elegancia afrancesada y elocuente, una forma radicalmente distinta a la inclemencia new wave del padre, se puede reconocer en ambos el sentido del humor desopilante y la personalidad temeraria. “Mi padre era muy divertido. Me enseñó a ser diferente y a creer en mí, pero más allá de lo artístico me enseñó a resistir. Creo que la palabra es resistencia. A luchar contra todo”, cuenta. Y agrega que le gusta hablar de Ian y que lamenta mucho que nunca lo haya escuchado cantar. Porque la primera vez que se atrevió a hacerlo en público fue justamente frente al ataúd del Dury mayor, luego de su muerte por cáncer en el año 2000. Ahí mismo, recién a sus treinta años y despidiendo a su padre, eligió “My Old Man”, canción que es también parte del álbum donde comparten foto de portada, y la entonó pertinente y sentidamente a capella.
Desde entonces Baxter Dury no ha dejado de cantar, y lo hace con esa voz arrastrada e indiferente, casi recitada, que ha adoptado como marca personal. Hablando siempre de la desazón amorosa o de la implacable inminencia de la misma, y acompañado imperativamente por refinadas y frágiles voces femeninas que hacen que usualmente se lo compare con Serge Gainsbourg. Actualmente muy cerca de los sintetizadores, las voces susurradas sobre cajas de ritmo y cediendo de a poco algo de espacio al optimismo pop, Dury entró por la puerta grande a la escena musical con “Oscar Brown”, su primer single lanzado el 2002 y aclamado por la crítica, llegando a ser el favorito de la semana en NME y The Guardian. El tema sirvió como preludio a su primer disco, Len Parrot’s Memorial Lift, grabado en Estados Unidos gracias al sello inglés Rough Trade. En este primer acercamiento musical colaboraron invitados de la talla de Geoff Barrow de Portishead y Richard Hawley de Pulp, y junto a su segunda entrega, Floor Show (2005), representan una propuesta mucho más cercana a un rock melancólico e intimista, donde ya se podían entrever apenas algunas pistas de la impronta nostálgica pero decididamente electropop que manejan sus nuevas canciones.
“Me siento como un Jean Paul Belmondo en la versión de un inglés gordo”, dice, acerca del inusitado éxito que ha tenido en Francia, lugar donde su música se ha recibido con mayor interés, sus presentaciones en vivo son comunes y donde lo espera una gira especial en febrero. Y admite que algo que le ha interesado es retomar ciertos “clichés de la vieja escuela de la música francesa”. “Creo que la palabra es latino. Ese el contexto donde me siento más en sintonía. Viví en Barcelona cuando era joven, donde fui el peor profesor de inglés, y Francia es el lugar donde paso la mayor parte del tiempo. Creo que en Inglaterra y en los países nórdicos no les interesa un carajo lo que hago”, explica. Y es cierto que su propuesta está concebida con marcada sangre caliente. Se puede comprobar en Happy Soup, su tercer disco de estudio lanzado el 2011 y el mismo que terminó de fraguar su nombre en el circuito musical europeo. El romanticismo y algo de la inocencia pícara heredada del pop francés. El personaje construido en base a esa apariencia a la vez elegante y desastrosa: traje y camisa ajados de chico problema pero bien vestido. El desamor y la incerteza existencial de las letras abordadas desde el sentido del humor, muchas de ellas inspiradas en historias autobiográficas de fracasos amorosos y sexuales, terminan de cuajar la mezcla con la elegancia pop y el optimismo irónico en las melodías. “Hay una tonada fría en mi corazón. No desperdicies tu vida, no desperdicies lo que podrías hacer”, canta Baxter. Cuando se lo ve en blanco y negro, leyendo libros de Bukowski, mirada triste sobre una cama deshecha en el video de la canción “Claire”, es difícil imaginarse que una de sus cosas favoritas es el hip-hop. “Pero el más alocado”, aclara. Y cuando se le pregunta qué es lo que le gusta escuchar, reconoce que hay poca actualidad en sus elecciones y que algunas de las canciones que más lo han influenciado provienen del jazz y también del funk norteamericano del estilo de George Clinton.
Filmado durante un día de calor endemoniado en el sur de España, uno de sus lugares favoritos, se lo ve a Dury posando de perfil orgullosa panza fuera, o corriendo dramáticamente en calzoncillos mientras atraviesa la playa y flota arrastrado por las olas del mar. Se trata del muy cinematográfico videoclip de “Palm Trees”, el último single del flamante It’s a Pleasure, en el que homenajea a John Cheever pasado por el filtro de Burt Lancaster en el clásico de 1968, El nadador. “El nadador se utiliza para establecer la inestabilidad mental como tema central”, explicó Dury al estreno de la producción. Y es una idea que podría servir como hilo conductor del álbum completo o, al menos, como pertinente complemento del primer single, titulado simplemente “Pleasure”. “¿Qué se sentía cuando éramos más sabios?”, se pregunta en el video del single un Baxter en bata y recién salido del manicomio que camina decididamente al Tate Museum de Londres.
Queda claro que Baxter Dury está bastante loco. Se confirma también al observar la bizarra foto que ilustra este último disco, donde se lo ve de pecho descubierto y fondo marítimo. Serio, solemne y coloreado cual poster de película francesa, sesentera y sensual pero acompañado inexplicablemente por una cabeza de cisne flotante. “He dado muchas explicaciones pero la verdad es que la foto me la tomó mi novia y me gustó mucho. Pero es muy solemne, así que quise poner un animal para romper eso y generar una contradicción. Además hay algo que me encanta y es que la reina Isabel es la dueña de todos los cisnes libres del Reino Unido y eso me parece algo jodidamente loco.” El álbum aparece en las listas de lo mejor del año y califica como su trabajo de mayor madurez hasta el momento. Incluso personajes que podrían parecer tan antojadizos en su universo como el cineasta Pedro Almodóvar han manifestado simpatía profunda por el proyecto del inglés. “Confirmo que me siento atraído por lo latino. Almodóvar es mi héroe y me gustaría hacer algo con él”, cuenta. “Conocerlo porque le gustó mi música fue un sueño. Creo que la contradicción entre abstracto y realista en sus películas hace que sean tan dolorosas. Eso tiene mucho que ver conmigo y lo que busco artísticamente.” Y la contradicción parece ser también el planteamiento estético más propicio para definir el disco It’s a Pleasure, entre la amargura y el baile, la amalgama de voces femeninas y masculinas, lo onírico y realista, la elegancia y el desastre. Una de las novedades, por otra parte, es la suma al proyecto de Fabiene Debarre, la versátil cantante que ha resignificado notoriamente la impronta de este nuevo disco, también integrante de la banda indie francesa We Were Evergreen y una de sus colaboraciones más significativas. “Me aburro de escuchar mi propia voz, necesito siempre de una voz femenina. Fabienne, además de cantante, es tecladista, muy excéntrica y muy talentosa, es una máquina.” En palabras del autor, el disco podría ser la banda sonora de la película de un submarino condenado a hundirse. Una explicación que tiene sentido al escuchar la mezcla que se anima a hacer entre el synth pop luminoso y la melancolía de sus letras, como un hombre que transita su viaje existencial. Pero sin dejar de bailar música disco.
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