TELEVISION Se acaba de estrenar por HBO Togetherness, la sitcom de los hermanos Jay y Mark Duplass, cineastas conocidos en el circuito de festivales por sus películas de bajísimo presupuesto, casi amateurs, que pueden incluirse dentro del género mumblecore. En sus capítulos de media hora que juguetean con lo autobiográfico, Togetherness explora, sobre todo, las frustraciones de la generación que llega a los treinta años y se encuentra con la adultez.
› Por Paula Vázquez Prieto
Los Taviani, los Dardenne, los Coen, los Wachowski, son varias las duplas de hermanos directores, productores y guionistas que se han destacado por su frecuente colaboración y su inusitada capacidad de gestión en cada uno de sus proyectos. Algunas en Europa, otras en Estados Unidos, estas hermandades creativas han sido la llave para emerger en un escenario a veces demasiado compacto y selectivo: los Taviani en la Italia de los tardíos ’60, cuando el panteón de los grandes directores de la posguerra parecía no admitir ningún advenedizo; los Dardenne, desde el teatro en Bruselas y a través del videodocumental se metieron lentamente en un medio en el que definieron su estilo recién en los ’90; los Coen aparecieron entre los escombros del Nuevo Hollywood para marcar los géneros recuperados en las puertas de los ’80 con una oscura e inquietante sensibilidad; los Wachowski hicieron de su Matrix toda una revolución en la ciencia ficción y desde allí comenzaron un camino para desandar prejuicios y probar nuevos rumbos. A ese panorama de variadas procedencias nacionales, con estéticas y búsquedas muy dispares, se suman dos jóvenes nacidos en Nueva Orleáns que desde hace ya varios años vienen pisando firme en el negocio del cine y la televisión estadounidense. Ellos son Jay y Mark Duplass, conocidos como “The Duplass Brothers”, que comenzaron con cortos de bajísimo presupuesto, haciendo un lento camino por festivales y muestras independientes hasta llegar a producir, dirigir y actuar en una de las series más importantes de la temporada: Togetherness.
“Nuestras películas no pueden perder dinero”, le decían hace unos años al diario The Guardian a propósito de sus emprendimientos con “micro budget” (mínimo presupuesto) que suponen trabajar con cámaras hogareñas, rodajes cortos, actores amigos, locaciones naturales y pocos recursos técnicos, como ellos mismos se autoparodian en Noche macabra (2008), en la que un grupo de actores desempleados decide pasar un fin de semana en una cabaña y escribir el guión de una película. “Filmar te resulta un experiencia libre después de haber comprado una cámara de U$S 2400 –señala Jay, el mayor de los hermanos– y de poder hacer todas las retomas que quieras. La edición, de hecho, después la podemos hacer en una laptop.” La movida festivalera a la que pertenecen los hermanos Duplass y directores como Andrew Bujalski (Funny Ha Ha, Beeswax, Computer Chess) o Lynn Shelton (Humpday, Your Sister’s Sister, Laggies) es un circuito underground en el que las películas no exceden los U$S 30.000 de presupuesto, son registradas en DVX, y la mayoría coquetea con el ejercicio autobiográfico. Estos mumblecore (“mumble” refiere al modo balbuceante de modular los diálogos, evocando cierto naturalismo interpretativo), como se denomina a esas pequeñas películas casi amateurs, con personajes de alrededor de 30 años, que lidian con frustraciones laborales, que esgrimen aspiraciones artísticas e intelectuales, que navegan en la densa corriente cotidiana de la vida en pareja, los vínculos con los padres y el misterio del futuro, definen la esencia del método de trabajo de los Duplass: “No hemos cambiado a lo largo de los años. Incluso con Cyrus –tal vez su apuesta más alta en términos económicos, con un presupuesto de seis millones de dólares– seguimos nuestras reglas”.
Parte de esas reglas también se han trasladado a la televisión, y la prueba de ello son propuestas como Girls, el hit de Lena Duham –miembro junto a los Duplass de esta especie de comunidad llamada Slackavetes debido al padrinazgo que ejerce sobre el grupo la mítica figura del cine independiente, John Cassavetes– en HBO; Transparent, la serie estrella de Amazon que resultó premiada en los Globos de Oro –en la que Jay Duplass participa como actor–, y Togetherness, una inusual sitcom estrenada hace sólo 10 días por HBO, que ya en sus primeros capítulos muestra el indiscutible sello de los Duplass. Brett Pierson (Mark Duplass) está casado con Michelle (Melanie Lynskey, la neocelandesa que compartía romance y asesinato con Kate Winslet en Criaturas celestiales, de Peter Jackson), viven en Los Angeles y tienen dos niños pequeños. Su matrimonio está un poco apagado por la rutina, la atención de los hijos, las exigencias laborales, la falta de deseo. En ese panorama aparecen en sus vidas dos personajes: Alex (Steve Zissis, amigo de la infancia de los Duplass, productor y coguionista de la serie, actor en Noche macabra, Cyrus y otras del tándem), un actor que no encuentra trabajo en Hollywood más allá de alguna publicidad de cereales o de pomada hemorroidal, que se siente frustrado porque está solo, un poco excedido de peso, con una calvicie incipiente y con el único horizonte posible de regresar a Detroit a la casa de sus padres, y Tina (Amanda Peet, genial como siempre), la hermana mayor y soltera de Michelle, un poco egoísta e invasiva, que funciona como el contrapunto estridente de esa abulia matrimonial de la que Michelle sólo escapa en sus tardes a solas con 50 sombras de Grey.
Togetherness bucea con inquietud y calidez en los vericuetos de la vida diaria de estos personajes que intentan encontrar la salida de ese laberinto en el que ellos mismos se sienten atrapados: ya sea la soltería a los treinta y pico de Tina que le grita a su hermana “¿¡Sabés lo difícil que es encontrar pareja a esta edad!?” o el sobrepeso de Alex, que es demasiado para ser el protagonista y muy poco para ser el amigo gordito de la estrella, como la siesta masturbatoria de Michelle con las aventuras de Anastasia y Christian Grey, y las pequeñas luchas de Brett con el director pedante y mediocre con el que trabaja, esbozan una lucha entre dos realidades que se enfrentan inexorablemente. La primera es la delineada por la educación de la que provienen, su formación en una sociedad regida por determinados estándares, sus sueños adolescentes, los ideales de la vida conyugal y familiar cristalizados en la generación de sus padres, y la segunda es ese limbo que parece ser la vida adulta, en el que las recetas no se encuentran y los deslices son amargos y dolorosos. La ausencia total de heroísmo en estos personajes se refleja en el humor de los diálogos, en los gestos casi improvisados, en las sorpresas grotescas (el eructo como reacción casi dramática que había aparecido en Noche macabra como síntoma de distensión), en un devenir casi circular en la búsqueda de esa satisfacción que nunca se encuentra.
La condición de intimidad que propone Togetherness se hace explícita en su título: “togetherness” supone solidaridad, compañía, estar juntos frente a esos pequeños conflictos que a veces parecen insalvables en el incesante movimiento de la vida. Y esa mirada nunca es menor, en tanto parcial o limitada, sino que intenta encontrar otro tipo de heroísmo, aquel que se desprende de la propia fragilidad en el ejercicio constante de la aventura cotidiana.
Togetherness se da los domingos a las 23.30 por HBO
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