PERSONAJES. EL TORBELLINO MUSICAL DE PAULA MAFFIA Y EL éXITO DE LAS TARADAS
› Por Micaela Ortelli
Paula Maffia se acuerda del momento en que le cayó el rayo: tenía cuatro o cinco años, iba en el Renault 9 marrón de su papá, y empezó a sonar “Moonlight Shadow”, el hit de 1983 –mismo año de su nacimiento– de Mike Oldfield que canta Maggie Reilly. Ahora, con un dedo de sol que se inmiscuye en su patio descascarado de Villa Crespo y la señala de frente, canta ella ese comienzo inolvidable: “The last time ever she saw him... Años después la volví a escuchar y me sabía la letra, me había quedado. Siempre fui una enamorada de la música, siempre tuve la certeza de que el amor de mi vida era la música. Me conmueve todo, pero la música me enamora”, dice con esa boca para vivir pintada de rojo. Como intérprete, Paula encarna muchas femineidades –rockera calentona, mujer desgarrada, elegante cantora–, pero al hablar es simplemente tan suave como es posible.
Tiene tatuados un ancla y un timón en la parte de atrás de los brazos, que representan la curiosidad y la voluntad, los motores de su vida: “Me rayé mucho con lo marino, no sé cuándo se dio. Me hace bien, necesito ir cerca del agua dos veces al año mínimo, me ubica, veo el agua y se me alinean las cosas, me desneurotiza. Creo que tiene que ver con el control: soy como una control freak 24 horas así que meterme al mar y que me cague bien a bifes es aliviante, salís diciendo ‘no soy nada’”. En verdad el agua es parte de su imaginario, siempre la tuvo cerca: en el Bajo Belgrano, donde se crió, y en La Boca, donde vivió hasta hace unos meses. El click pudo haber sido el viaje a Italia que hizo en 2013: “Sentí que mi corazón estaba ahí”, dice, en la zona de Nápoles, tierra de los Maffia originales, que desembarcaron en General Rodríguez, donde hoy funciona un pequeño tambo con ese apellido. Su abuelo Coco fue el que se mudó a Capital, estudió en la universidad, fue jurista y fundó la línea intelectual de la familia, que hoy continúa su tía, la política y filósofa Diana Maffia, y ella misma, estudiante de antropología a ritmo propio.
Paula no era la estudiante más aplicada porque el colegio al que iba –el Hicken, dentro del Jardín Botánico– no lo requería. Entonces, entre compañeros repitentes “peludos con remera de Hermética”, pasaba las horas de clase escribiendo y dibujando: “Me di cuenta de que estaba llena de criaturas, que era inagotable. Llené cuadernos y cuadernos de textos y dibujos”. De sus abuelos heredó el amor por la lectura: cuando era niña la abuela Tuca le leía los mitos griegos; más tarde –mientras estudiaba piano y esperaba a los 16 a que se le desarrollara el aparato fonador para empezar canto, así le dijeron, por eso aprendió sola sobre discos de Mariah Carey, Roxette y Queen– se fascinó con Marguerite Yourcenar, Rubén Darío y las novelas históricas de Mika Waltari. Más recientemente, a través de la tía Diana, Paula conoció a escritoras con quienes hoy arma ciclos de lectura y música: “El de las letras es un circuito que me vuelve loca, tiene algo de tertulia... Y ahí encontré un público fiel, súper atento, amante”.
Sigue pensando igualmente que nada hay más lindo que un sótano pegajoso. Después del metejón con Tori Amos, PJ Harvey fue su amor y su faro. A Paula la atraen las autoras, la imagen femenina, escuchar mujeres cantar o varones muy femeninos, como Mercury o Black Francis. Se formó en el under rockero de Salón Pueyrredón, CBGB, Melonio. Aprendió a tocar la guitarra sola, “con la misma pulsión que a esa edad ponés en salir y coger”. A los 17, al frente de la banda Acéfala, conoció a Patricia Pietrafesa, cantante de She Devils, que la invitó a tocar en el Belladonna, el primer festival de rock de mujeres que existió en Buenos Aires: “Me partió la cabeza. Patricia me abrió la puerta al do it yourself, a la comunidad, a nunca depender de un varón activador”. A Lucy Patané, su “marida de la música”, la conoció en 2003, arriba de un escenario: “La vi y dije: ‘Esta piba es Joan Jett’”. El primer proyecto que armaron –en una mala época, recién ocurrido Cromañón– fue La Cosa Mostra: Tu ausencia me es violenta. No cambio más, sólo pido deshacerme en tus manos. Seré una bestia amándote, dice una de las líneas que dejó Grandes Éxitos (2011). La banda –que completan Pedro Bulgakov y Santiago Mazzanti– ya no está activa, y Paula y Lucy ahora comparten el éxito asombroso y repentino de la orquesta Las Taradas, que ya apareció en televisión, giró por Brasil y tocó en el Luna Park (abrieron para la francesa Zaz).
Paula y Lucy querían tener una banda que se llame así –Las Taradas– y un espacio para hacer la música que venían escuchando pero no encajaba en La Cosa Mostra –clásicos de los ’40 y ’50, canzonettas italianas sobre todo–. Y una noche en el Matienzo arrancaron de casualidad, porque los varones no llegaron a la fecha que tenían programada. Después invitaron a cinco amigas del circuito a sumarse (Rosario Baeza, de las Holy Cows; Lu Martínez, de la Big Band de Alvy Singer, por ejemplo), cada una se inventó un alter ego, y hoy son sensación: llenan lo que convoquen y las sigue público de todas las edades. “¿Llegamos a la tele? No me acordaba. Con Las Taradas camina todo tan solito... Si lo hubiéramos pensado no habría salido. Estoy tan acostumbrada a que todo sea cuesta arriba que de pronto, como Las Taradas no me dolió, me cuesta hacerme cargo”, dice.
Asumida como “muy promiscua con la música”, tiene un nuevo proyecto llamado Paula Maffia Orgía (la integran Carla Nicastro, Marina Pérez, Nati Sabater y Clara Testado), que pronto lanzará su debut. En el disco estará la canción que compuso para el ciclo Polifonías del Canal Encuentro, inspirada en un sueño en el que tuvo que matar a un lobo para no morir ella: Se plantó ante mí raudo, aunque sereno. Nos miramos, nos medimos, nos amamos. No supe de miedo, no supe de espanto porque en mí estaba adorarlo y acabarlo. Algo así le ocurre en los shows –y su público es un poco ese lobo, embobado y aniquilado–: “Si me describís la situación de escenario, empiezo a sudar frío, soy profundamente tímida. Pero cuando me subo me transformo, es algo que no sé de dónde viene, siento que es atávico, que no me pertenece”, dice bajo el sol concentrado del patio, con un tortugo y dos gatos a los pies.
Las próximas fechas de Paula Maffia son el domingo 5 de abril, a las 20, en Tecnópolis. Y el viernes 17, a las 22, en Casa Brandon, junto a Jazmín Esquivel. Además arranca un programa de radio junto a Loli Molina. A partir del 8 de abril, los miércoles de 20 a 22 por Radio Colmena.
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