Dom 05.04.2015
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AQUI VIVIERON

TELEVISION Desde la semana pasada, la TV Pública presenta La casa, una miniserie de ficción dirigida por Diego Lerman que muestra la relación de decenas de personas, desde familias hasta grupos de amigos, bandas de delincuentes, gente rica y gente pobre, con una mansión del Delta donde viven entre 1929 y un futuro próximo, en 2030. Cada episodio experimenta con diversos géneros: terror, retrato de época, ficción histórica, ciencia ficción, suspenso, melodrama, film de tango: la heterogeneidad es la marca de esta producción que cuenta con un elencolujoso que incluye a Cristina Banegas, Mercedes Morán, Vera Spinetta, Erica Rivas, Fabián Vena, Rafael Spregelburd, Mirta Busnelli, Julieta Díaz y Claudio Tolcachir, entre otros. Y todo con la intención de hacer esa televisión de alta calidad que convirtió a las series en el formato audiovisual más interesante del momento.

› Por Mercedes Halfon

Rodeada de vegetación y agua amarronada, está la casa. Una bella edificación de principios del siglo XX ubicada en algún páramo perdido del Delta del Paraná. Allí han vivido decenas de familias, algunas pudientes, otras usurpadoras, grupos de amigos, de delincuentes, socios en diversas tareas, trabando cada uno una relación específica con el lugar. Ese es el disparador de La casa, la miniserie que se estrenó en la TV Pública, dirigida por Diego Lerman, un realizador que viene del cine y el teatro y felizmente se ha arriesgado a incursionar en la televisión. Son trece capítulos que van avanzando en la historia argentina, desde 1929 hasta un futuro próximo en 2030. Quizás imitando la estructura insular y el aislamiento característico del Delta, lo que se cuenta no son precisamente los sucesos protagonistas de esos años, sino los aconteceres laterales, voluntariamente apagados por el agua, del ruido de la Historia.

UN ECLECTICO DREAM TEAM

Son muchos los aspectos que hacen de La casa una serie llamativa. Un elenco deslumbrante y heterogéneo en el que conviven grandes actores del teatro off con nombres taquilleros de la televisión y el cine. Algunos de ellos son: Cristina Banegas, Romina Gaetani, Diego Velázquez, Mercedes Morán, Vera Spinetta, Erica Rivas, Sergio Boris, Fabián Vena, Rafael Spregelburd, Gonzalo Heredia, Marcelo Savignone, Mirta Busnelli, Julieta Díaz, Claudio Tolcachir, María Merlino, Luis Ziembrowski, Belén Blanco, Alberto Ajaka y muchos, muchos más. Cada uno de los episodios está integrado por varios nombres fuertes, que si bien en algunos casos se repiten en más de un capítulo, le dan parte de su identidad.

Diego Lerman, motor de este proyecto –en el que también están involucrados desde la productora Campo Cine Nicolás Avruj, Adrián Kaminker y Fernando Zuber en la producción artística–, es un director que al venir del cine y el teatro (dirigió Tan de repente y Refugiado) le ha dado a la realización una profundidad narrativa y un rigor formal, poco frecuentes en la TV local. Cada capítulo parece un mediometraje distinto no sólo por la historia que se cuenta, sino por el tratamiento visual con que es contado. Hay una utilización muy libre de la historia del cine y sus géneros para darle un anclaje al relato. De este modo también cada episodio produce un link con la década que aborda. El primero, por ejemplo, protagonizado por Erica Rivas, Gonzalo Heredia y Esteban Bigliardi, ocurre en 1929, por lo que todo se tiñe con esa impronta en blanco y negro: el modo de hablar de los personajes, los escenarios de la casa, incluso su temática, en la que Heredia es un científico obsesionado con prolongar del modo que sea la vida de su esposa moribunda.

Lerman cuenta sobre el disparador de la serie: “Estaba refaccionando una casa que nos compramos con mi mujer por Paternal. Era una casa muy vieja de más de cien años, luego de haber firmado la escritura al poco tiempo me llama su antiguo dueño y me dice que se olvidó algo. Cuando le digo que ya había albañiles y que estaban trabajando me pide ir ya mismo para ahí. Le digo que yo no estoy, pero que voy a llamar para que le abran. Cuando le pregunto qué era lo que se había olvidado me dice que no me puede decir. Le digo entonces, porque no podía más de la intriga, que lo dejo entrar solamente con la condición de que después me cuente qué era lo que buscaba. Y ahí me puse a fantasear... ¿habrá alguien enterrado? ¿O serán lingotes? Finalmente el hombre fue, se pasó la tarde haciendo pozos y no encontró nada. Cuando le pregunté nuevamente me confesó que lo que buscaba era un arma que tenía enterrada. Tal vez todavía siga estando ahí. Esta anécdota fue el disparador que me hizo volver a una fantasía recurrente con la que suelo jugar muchas veces y es que los lugares trascienden a las personas que viven en ellos”.

Y mucho de ese misterio, esa intriga y ese universo fantástico está en La casa. Hay capítulos que coquetean con el terror –como el primero, el mencionado Criatura–; otros cuyas historias ocurren casi en el interior de los personajes y sus vínculos –como Trío, que ocurre en los años ‘60 con Vera Spinetta como la sensual mentora de un triplete de jóvenes–, otros que abordan cuestiones deliberadamente históricas como Revolucionarios –con Julieta Díaz haciendo otra vez un personaje muy similar a Norma Arrostito–. Hay inclusive una búsqueda de la ciencia ficción como en Virus –con Cristina Banegas y Carla Crespo como sufridas protagonistas– que transcurre en el 2030 y muestra una extraña epidemia generada por el uso de unas pastillas muy similares al éxtasis.

Uno de los recursos que usó Lerman para esta heterogeneidad en los relatos fue rodearse de un equipo de guionistas bastante grande: “Mi sensación es que no hay tarea más enriquecedora en la escritura que la de escribir junto a otras personas. Junto a Mara Pescio formamos un equipo de trece guionistas en el que le dábamos un guión distinto para trabajar a cada uno. En algunos casos eran dos los coguionistas por capítulo. Había algunos amigos con los que ya había trabajado, como Marcelo Pitrola, con quien habíamos escrito teatro y que aquí en La casa participó en dos guiones. Y otros, en cambio, eran guionistas que no conocía. Según lo que leía de materiales previos suyos, les ofrecía la historia lo más cercana posible al mundo que les interesaba o el género con el que estaban más familiarizados. Cómo tenía trece había para todos los gustos. Después entre Mara y yo hacíamos el seguimiento, devoluciones y luego el cierre final. La última reescritura que hacía era ya en soledad, en el rodaje, según las propuestas de los actores o si se me ocurría una modificación o una idea reveladora”.

LA TELEVISION PUEDE HACERNOS MEJORES

De ese cóctel explosivo de guionistas amplios, productores creativos y actores poderosos salieron trece inquietantes capítulos que recorren toda una escala tonal. Lerman dice: “Al principio pensaba que era inagotable el universo del cine al que se podía acudir, pero cuando ya íbamos por la octava o novena parte, sentía que nunca íbamos a llegar a las trece”, se ríe. “En general tratábamos de construir un vínculo muy concreto entre la época y su universo cinematográfico. También yo tenía la voluntad de experimentar con diferentes géneros como el suspenso, el melodrama, el western, el film de tango, el terror para adolescentes, etcétera etcétera... un poco a partir de ese deseo es que concebí el proyecto.” No por nada este director viene de realizar dos obras de teatro “de época” Qué me has hecho vida mía y Nada del amor me produce envidia, que recreaban el universo de las mujeres de los años del primer peronismo.

La casa entonces, se apropia de la lógica de los géneros cinematográficos a lo largo de la historia, con la variante de que, claro, estamos hablando de un paisaje tan singular como el del Delta. Un espacio acechante y a la vez el único verdor levemente salvaje que puede encontrarse en las inmediaciones de la ciudad de Buenos Aires. Y esa tensión entre el interior de la casa y el exterior atiborrado de vegetación se da a la par que ese espacio se convierte en una caja de resonancia de lo que ocurre bien cerca, en la capital. Lerman explica: “Intentamos narrar el afuera como algo concreto. Era bastante arbitrario el link con lo social. La casa en cada época se inscribe dentro de un mundo, un país y sus habitantes. En los ’30 decidí tomar a Gardel porque me contaron que él tenía una casa en el Tigre donde organizaba fiestas. En los ’70 fuimos de lleno a contar una historia de la guerrilla que transcurriera durante el Mundial, en el 2000 contamos sobre un director de cine que quiere filmar una película con una actriz de la televisión y teme que lo abandone para irse a hacer una novela, y en los ’90 pusimos a un candidato a intendente del conurbano a quien en plena campaña municipal le aparece una hija no reconocida”.

El proceso de creación de la serie, lejos de los automatismos televisivos, tuvo mucho de experimentación, de animarse a probar formatos no tan utilizados. Un dato que hay que saber es que la serie fue filmada íntegramente el año pasado y ya no sufrirá modificaciones según lo que dicten las mediciones de rating: “Cada capítulo era un desafío nuevo, un tratamiento de color, una estética desde el vestuario, también diferentes. En cuanto al lenguaje de cámara, si bien me hubiese gustado respetar cada época de manera más fiel, es un cruce entre esa idea y un lenguaje más propio de la serie donde predomina el plano secuencia o los movimientos de cámara”.

En ese cruce está La casa. Entre la construcción de unas imágenes que quieren escapar del estrecho presente, del realismo epocal, pero que por otra parte tiene todos los condimentos para convertirse en una serie contemporánea que genere fanáticos como este formato suele conseguir. La de Lerman además es una incursión en la TV que podría ser algo más que un breve paseo turístico. Y se agradecería: “Si hay algo que siento que le falta a la televisión argentina actual es asumir riesgos. Están todos muy enfrascados en repetir fórmulas que les permitan asegurarse ciertos ratings. La casa en cambio fue concebida desde otra lógica, es un proyecto muy lúdico desde su gestación. Todo fue muy nuevo para nosotros. Mucha gente se involucró de manera pasional con el proyecto. Sobre todo porque para el presupuesto y los medios con que contábamos fue desmesurado y creo que ahí radica su valor. Mi serie favorita es Los Soprano, te puedo hablar horas de ella. Más atrás te puedo nombrar Twin Peaks y más acá House of Cards, True Detective y Mad Men. Veo que existe un enorme potencial, creo que la política de concursos del Incaa y del CIN permite que mucha gente de cine, por ejemplo, se comience a involucrar en la televisión. Por otro lado la política de los canales, salvo excepciones, suele ser muy cerrada, pero creo que es un medio que brinda un montón de posibilidades y las series de ficción en lo particular pueden ser algo muy interesante para involucrarnos para quienes hacemos cine. Vamos a ver qué pasa de acá en adelante”.

La casa se emite los lunes a las 23, y de martes a jueves a las 22.30, por la TV pública.

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