Dom 05.04.2015
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CON UNA AYUDA DE MIS AMIGOS

FENOMENOS Desde 2010, la señal Cartoon Network viene presentando una de las mejores series animadas jamás vistas: Adventure Time, las aventuras de Finn y Jake, un chico humano y su hermano adoptivo, que es un perro con superpoderes. En su séptima temporada, con ratings increíbles y el elogio de la crítica, la serie creada por el joven Pendleton Ward ya es un clásico con fans chicos y adultos; un entretenimiento sofisticado capaz de conseguir genialidades narrativas en apenas once minutos que, según acaba de anunciarse, tendrá también su versión para cine.

› Por Patricio Cerminaro

Un día perdido en los comienzos del nuevo milenio, un perro amarillo llamado Jake mordió al joven Alec Coates, quien murió horas más tarde. Hasta ahí, éste es sólo un dato intrascendente, casi estadístico. Sin embargo, para alguien significó un cambio radical. Pendleton Ward era, por ese entonces, un guionista y dibujante ignoto que contaba con tantos trabajos serios como amigos en la agenda. No importa cuántos: eran realmente pocos. Uno de sus compinches era el ahora fallecido Coates. Cuando Ward se enteró del deceso de su camarada, en lugar de llorar, dibujó Hora de aventuras, llama a tus amigos, vamos a tierras muy lejanas.

Es de conocimiento público: para la música o la pintura es mucho más fácil el arte desde el dolor que desde la alegría. En cuanto a los dibujos animados, Ward parece respaldar esa teoría: luego del trágico acontecimiento, su lápiz caricaturizó a ese canino amarillo que mordió a su amigo hasta convertirlo en Jake, un perro cascarrabias capaz de tomar cualquier forma. Luego creó a su compañero, Finn, el último humano vivo en una tierra futura y posapocalíptica. Ambos son los protagonistas de Hora de Aventura, dos héroes freelance que pasan su tiempo luchando contra bizarras bestias, para así poder rescatar a las princesas más absurdas que puedan existir (Princesa Algodón de Azúcar o Princesa Yogurt Helado son algunas de las rarezas).

La fórmula parece conocida: un valiente personaje y su fiel corcel (esta vez devenido en can) pasan por las más temibles quimeras para rescatar a bellas doncellas. Y esto resulta lógico, porque desde pequeño, Ward ha cosechado una numerosa cantidad de influencias que bordean esas historias: desde juegos de rol como Calabozos y Dragones o videojuegos como La Leyenda de Zelda hasta las películas posapocalípticas de Hollywood, como Waterworld o 12 Monos o el cine de animación de Hayao Miyazaki. Porque si algo ha convertido a Adventure Time en una de las series fundamentales de la actualidad (¡de la historia!) es la capacidad de Pendleton Ward para sintetizar sus influencias.

Pero falta algo: ideas muy distintas hubieran salido de la cabeza de este guionista/animador si Los Simpson no hubiese existido. Tanto era su cariño por esa serie, que sus castigos eran pagados con horas de abstinencia. Algo que no representaba un problema para Ward: simplemente llamaba a uno de sus amigos y le pedía que pusiera el teléfono al lado del televisor. Así comenzó a imaginar sus primeros universos: con las voces que escuchaba construía las imágenes que quería.

Pronto, el afecto se transformó en pasión, para luego ser influencia. Influencia fundamental. Porque, sin ella, sus cartoons no hubiesen tenido su cualidad esencial: ser atractivos tanto para grandes como para chicos. Porque eso, que para otros es virtud, para él es premisa. Entonces, el niño puede disfrutar de los coloridos paisajes y escenas de acción, mientras el adolescente ríe con las conversaciones absurdas y las vedadas referencias sexuales. Incluso el adulto puede sentirse atraído decodificando la metáfora posapocalíptica que da marco a la historia. Sin embargo, ese valor agregado tiene un costo: a mayores sonrisas de adultos, más preocupaciones de escritorio. Los ejecutivos del canal no están tan alegres con aquellos pasajes en los que la serie enfila hacia sitios más procaces. “Tenemos discusiones por eso, son muy divertidas, pero también muy frustrantes”, le ha dicho Ward a la televisión norteamericana. Aunque, a juzgar por sus dibujos animados, no parece estar muy preocupado al respecto.

Remontarse a los comienzos de su fascinación por los cartoons es viajar imaginariamente a la Norteamérica de fines de los ’80. Ward, nacido en 1982, heredó ese interés de su madre, artista gráfica, quien comenzó a enseñarle las nociones básicas de animación por computadora cuando él tenía seis años. Así fue como pasó sus tardes, haciendo picar una pelota digital sobre un césped ídem. Mientras tanto, sus horas de colegio eran silenciosas: su ocupación no era la tarea, sino tomar nota de las actitudes de los niños, para así poder comprenderlos. Gracias a esas vivencias fue que, cuando cumplió la mayoría de edad e ingresó al Instituto de Artes de California (fundado por Walt Disney en el año 1961), logró sacar grandes ventajas frente a sus compañeros, ya que los superaba tanto en teoría como en práctica.

A pesar de eso, su éxito no fue inmediato. Es más, Ward se siente tan avergonzado de su primer trabajo, llamado Bueno The Bear (lanzado a la web entre 2002 y 2003), que borró todos los episodios de Internet, con la esperanza de que no representen una mancha en su historial (actualmente pueden encontrarse algunos capítulos en YouTube).

En 2007, el ya graduado animador se mudó a un departamento de Los Angeles, mientras comenzaba a subir a la web las primeras entregas de Adventure Time. Dos años después, su creación era un éxito virtual, pero su cuenta bancaria era un fracaso real. No había caso: para mantener la serie on line debía dejar su casa y mudarse a vivir a su auto. Pero un inesperado llamado hizo sonar la melodía lo-fi de su obsoleto celular y días más tarde ya se encontraba en las oficinas de Cartoon Network escribiendo guiones para una serie llamada Las maravillosas desventuras de Flapjack. En poco tiempo logró incluir a Adventure Time en la programación diaria del canal. Desde entonces, su éxito no para de crecer: la tira suma más de 14 millones de vistas semanales y su merchandising es usado por gente de diferentes edades en el mundo entero.

En octubre de 2014, Ward renunció a la dirección general de la serie, para poder dedicarse exclusivamente a los guiones y a supervisar el rumbo artístico de la séptima temporada, que Cartoon Network acaba de confirmar.

“Necesito tiempo para ocuparme de conservar mi calidad de vida”, escribió en la web cuando la noticia fue anunciada. Atender las cuestiones administrativas que hoy demanda la serie no es parte de su naturaleza: por eso la decisión parece lógica. Pero por sobre todo resulta saludable, para él, pero fundamentalmente para el show. Porque prender la tele y disfrutar de las travesuras heroicas de Finn y Jake (que ya se posiciona como el mejor de todos los perros caricaturescos de la historia) es entrar a la mente de Pendleton Ward. Entonces, todo estará bien mientras él siga teniendo tiempo para mirar Los Simpson, jugar Calabozos y Dragones y fantasear con el apocalipsis.

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