CINE > PASCUAL CONDITO
El nuevo documental de Marcos Martínez, Tras la pantalla, pone el foco sobre Pascual Condito, una de las figuras más carismáticas y relevantes de la industria cinematográfica local, el comandante de la mítica distribuidora Primer Plano. Y además de ser un retrato de este hombre, su cinefilia, su personalidad volcánica, es un documental sobre el fin de un tipo de industria del cine, de formas de exhibición y distribución que para bien o para mal ya no existen.
› Por Mercedes Halfon
Algo así como una pantalla de cine, pero hecha de mediasombra. Así empieza este documental de Marcos Martínez: con la imagen de un rectángulo grisáceo tamaño Cinemascope que tapa la demolición –en manos de obreros con mazas y martillos– del edificio donde estuvo durante décadas emplazado Primer Plano, la mítica distribuidora de cine argentino comandada por Pascual Condito. Así es que este documental podría llamarse “último plano”, porque estamos en la demolición de ese edificio, casi una “institución” creada por una de las figuras más carismáticas y relevantes de la industria cinematográfica local. De eso trata Tras la pantalla, de Pascual Condito y su vínculo con la cinefilia y el negocio de las películas, pero también del fin de una era, la disolución de cierto tipo de circulación de imágenes, que empuja al héroe de este relato a replegarse, irse del centro a un edificio más chico, dejar de hacer las cosas tal como las venía haciendo desde décadas atrás.
El protagonista absoluto de este filme, Pascual Condito, comienza siendo fotografiado en su oficina donde habla por teléfono a los gritos y posa con sus objetos queridos, su parnaso personal: los CD de Ennio Morricone – música de las películas de sus sueños–, el retrato de un maestro de budismo –disciplina que practica–, fotos con actores famosos en Festivales de Venecia o Cannes, el tatuaje de Cinema Paradiso que tiene en el brazo, con el slogan “El cine + Mis hijos = Mi vida”. Y algo de eso hay, sin duda, en esta biografía. Oriundo de Catanzaro, en el sur de Italia, Condito llegó a la Argentina con su familia en 1953, cuando tenía apenas cinco años. Poco tiempo después este niño descubrió el cine y el flechazo fue inmediato. El momento es relatado en el film por la voz en off de nuestro protagonista que cuenta la historia, como la de un gran amor. Entró de contrabando en una sala de su barrio y se encontró con una imagen que lo hipnotizó: desierto, vaqueros, un western. Con esos breves segundos de contemplación le alcanzó para soñar días enteros con volver a estar frente a esas fotos en movimiento. Desde entonces hizo todo lo que fue posible para ir sumergiéndose en ese universo que tanto admiraba. Y lo consiguió.
Marcos Martínez por su parte, viene de hacer documentales que registran aristas extrañas y poco conocidas de representaciones –telones y pantallas– locales: Estrellas (2007) en codirección con Federico León, donde registraba la escena de los no-actores villeros que se había puesto de moda con el Nuevo Cine Argentino, y la reciente Sordo que seguía a un grupo teatral de hipoacúsicos, en la previa al estreno de su primera obra de teatro. El director cuenta sobre el inicio de Tras la pantalla que, claro, mucho tiene que ver con el impacto de haber conocido a Pascual Condito en la época de Estrellas: “Es medio inevitable, apenas se lo conoce, quedar sorprendido, atraído y un poco descolocado por su fuerte personalidad, su historia de vida, cómo lleva adelante el trabajo de distribución. Alguien que pensaba que la única manera de poder terminar de conocerla, entenderla, era filmándola, retratándola.”
Más allá de la figura de Pascual, Tras la pantalla también refleja el ocaso de su modo de distribuir cine tanto de autor, como de directores argentinos, en las pantallas locales. La película lo muestra discutiendo enardecidamente este tema con distintas figuras – críticos, directores, amigos, hijos, exhibidores, proyectoristas– que se le ponen delante: ocasionales polemistas u orejas dispuestas a seguirlo en sus devaneos sobre lo difícil que es para él en este momento “colocar” una película nacional en un multipantalla. “Primero se colocan ellos, y después, como quién le tira maíz a las palomas, venimos nosotros”.
En ese sentido, la demolición del edificio de Primer Plano, es todo un símbolo. Marcos Martínez registró ese proceso con lujo de detalles y desde el principio. “Desde que conocí Primer Plano, me fasciné con el edificio y el clima de trabajo. Era una construcción antigua medio palacete, con todas las paredes cubiertas de afiches de cine, casi sin entrada de luz natural, con empleados que se comunicaban de un piso al otro a los gritos y donde constantemente te cruzabas con gente del cine. Atravesar la puerta del edificio era como entrar en otra atmósfera, salir de la realidad, visitar un espacio medio mágico e imprevisible. Y en mi caso tenía la carga de que para mi Primer Plano hasta ese momento era un logo que veía siempre al principio de las películas que solían interesarme.” Pasaron más de cinco años, cuando llegó la noticia del fin: “Me enteré de que Pascual había vendido el edificio porque estaba atravesando una crisis económica. Estaba convencido de que había que registrar ese momento, y le propuse reunirnos para proponerle la posibilidad de hacer una película con él” La respuesta fue bien al estilo de este personaje quijotesco: “Dijo que miles de directores le habían dicho que iban a hacer una película con su vida pero que después ninguno lo concretaba. Me toreó diciendo ‘si mañana venís con una cámara, arrancamos’. A la semana empezamos a filmar.”
Por supuesto que el rol de Pascual Condito no va a desaparecer, sino que como buen inmigrante hijo de italianos que sobrevivieron a la segunda guerra mundial, lo que hará será rearmarse, encontrar un nuevo modo de seguir participando en su medio. Si ya el dúo distribuidoras internacionales-multipantallas cerraron la posibilidad a los pequeños, y hasta las películas argentinas independientes ya ni siquiera buscan exhibirse en esas grandes salas, Condito deberá reubicarse. Encontrar otra salida posible, que en la película parece ser la actuación, otro de sus grandes sueños inconclusos.
Tras la pantalla es un filme nostálgico, pero no de un tipo de cine extinto, sino de algo mucho más singular y reciente. De una industria que hacían personas. De la zona de Lavalle y Riobamba, donde se juntaban exhibidores, distribuidores y directores a leer las críticas que salían los jueves. Para bien o para mal, ese mundo ha cambiado. Y como si quisiera hacer un guiño a la película favorita de Pascual, la misma que tiene tatuada en el brazo, el final de este documental, es también un friso que se abre al cine, a fragmentos de otras películas. Las decenas de pequeñas apariciones que Condito hizo en el cine nacional. Otra forma de narrar su presencia, constante, permanente, inolvidable.
A partir del 3 de diciembre, en Malba Cine y Espacio Incaa Gaumont
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