Dom 06.12.2015
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CINE > SE ESTRENA LA PELíCULA DE TERROR NAVIDEñA KRAMPUS, EN LA LARGA TRADICIóN CINEMATOGRáFICA DE FIESTAS CON MáS ESPANTO QUE PAZ Y AMOR.

EL LADO B DE PAPÁ NOEL

› Por Mariano Kairuz

“¿Por qué es que los ricos reciben tantas cosas gratis?”, pregunta el hombre, mientras ingresan con su esposa unas bolsas que aparentemente ha dejado el correo en la casa de sus acomodados parientes. “Debe ser porque son demócratas”, le contesta la mujer, y en ese breve diálogo se cifra el sentido de las primeras escenas de Krampus, la rara película de terror que –sin found footage ni fantasmas a la japonesa ni clones de Poltergeist– acaba de llegar a los cines. El matrimonio recién ha desembarcado con sus cuatro hijos y una tía agria e insufrible en la casa de la hermana de ella para pasar los días previos a la Nochebuena y la Navidad. Nadie parece estar demasiado contento con el encuentro, todos lo sienten como una pesadillesca imposición. Los “ricos” son el matrimonio anfitrión, aunque tampoco son tan ricos, apenas una familia suburbana que lleva una vida más o menos cómoda con su hija adolescente y su varoncito en escuela primaria, y la anciana madre alemana del pater familias, una mujer que casi no habla inglés.

No cuesta nada ponerse del lado de los dueños de casa, que son tanto más educados y discretos que sus invitados, un grupete de personajes vulgares y sin modales, bravucones y abusivos, obesos republicanos amantes de las armas. Pero Krampus no tarda en poner patas arriba la mesa navideña. Una sombra maligna acecha en las fechas del jo-jo-jo, mientras afuera se desata una salvaje tormenta de nieve que obligará a los protagonistas a convivir en aislamiento, sin electricidad; es decir, sin TV ni notebook ni cargador de baterías. El propósito de la sombra en cuestión no será castigar sólo a la parentela ordinaria y maleducada, sino también a los otros, esos seres civilizados pero también orgullosos, dueños de un ligero aire de superioridad, y un moralismo un tanto molesto.

La única que sabe desde el minuto uno qué es lo que está pasando allí es Omi, la abuela germana, que ya pasó antes por una experiencia similar, en alguna de las tempranas y monstruosas navidades que vivió en su tierra natal. Es que de ahí proviene el Krampus, del folklore alpino, donde se lo conoce como el acompañante malévolo de San Nicolás, su lado B, una figura diabólicamente caprina que baja por la chimenea para aterrorizar a los niños que se portaron mal; un ser oscuro que en lugar de dar, quita. La película de Michael Dougherty (Ohio, 1974) lo adapta al escenario de pueblito americano con un ligero aire retro, un reparto infalible (Toni Colette, Adam Scott, David Koechner) y una intuición: la de que hay algo en la Navidad que inspira menos esperanza y amor al prójimo que desconfianza y miedo. Acaso tenga que ver con ese manicomio de renos y duendes y villancicos tintineantes e impostada alegría; o con las reuniones familiares forzadas, o con la fiebre comercial y la saturación publicitaria.

Lo cierto es que Hollywood supo interpretar esa sensación de que las fiestas proveen un material más apto para el film de terror que para la comedia familiera: hay algo de eso en clásicos como Qué bello es vivir (con su relato de pérdida de fe y redención), en cada versión de los Christmas Carols de Dickens; en todos esos films que no son necesariamente sobre la Navidad pero sí sobre el caos que se desata, no casualmente, para esas fechas (Duro de matar, Batman vuelve, Mi pobre angelito); en Elf (con Will Ferrell), y en Un Santa no tan santo, con Billy Bob Thornton como un Papá Noel de shopping cínico, borracho, calentón y delincuente. Como queda claro, se trata una tradición casi tan larga y perdurable como la de las blancas navidades. A continuación, cinco títulos que vinculan, como el Krampus, a la Navidad con nuestros peores temores:

5. La residencia macabra (1974). Titulada originalmente Black Christmas (Negra Navidad), inauguró a su manera este subgénero, con las atractivas integrantes de una Hermandad universitaria aterrorizadas por un chiflado que se dedica a hacer llamadas telefónicas y matar chicas, en pleno receso navideño. En 2006 tuvo una remake (conocida por acá como Gritos en la oscuridad), y por estos días se anuncia una suerte de secuela; pero hay también un antecedente en Noche de paz, noche de sangre (Silent Night Bloody Night, 1972), en la que una casona, otrora hospital psiquiátrico, es el escenario de varias muertes en la víspera del brindis y los regalos.

4. Sangriento Papá Noel (1984) no fue ni el primero ni el último de los slasher con asesinos disfrazados de Santa Claus, pero fue uno de los que más perduraron –como objeto de culto, un poco trash– en la memoria de una generación. Modelada sobre Halloween, su protagonista es un muchacho que, tras el asesinato de sus padres y su internación, se chifla y sale a achurar gente. Sobre el final, la Madre Superiora del orfanato del horror se repetía, a modo de karma: “Papá Noel no existe”; sin embargo hubo cuatro secuelas y muchas imitaciones. Así como hubo varios Killer Santas antes de esta saga (You Better Watch Out y To All a Goodnight, de 1980; la londinense Don’t Open Till Christmas, 1984); habría muchos más después: de la francesa Se acabó el juego (1989) a Silent Night (2012), con Malcolm McDowell y un Psycho-Nicolás suelto en pueblito del medioeste.

3. El extraño mundo de Jack. No es estrictamente una película de terror pero se le acerca mucho: el cadavérico Jack Skellington, popular organizador de la Noche de Brujas de Halloween Town, descubre la Navidad y, entusiasmado con la idea de un cambio de aire, intenta capturar su “espíritu”, pero todo le sale mal. Dirigida por Henry Selick, The Nightmare Before Christmas rescató el stop motion del olvido y nos dijo con convicción que la Navidad, después de todo, tal vez no sea para todo el mundo.

2. Más Krampus (y otros europeos) Que el cine nórdico haya producido varias películas de terror basadas en el mito navideño no debería sorprender a nadie, ya que de esa cultura –y en particular de un diseño holandés– proviene la figura del Papa Noel redondo y rojo difundido por todo Occidente. En la holandesa Sint (Dick Maas, 2010) Santa es un arzobispo que secuestra y asesina niños; en la divertida producción noruega-danesa Rare Exports (2010; Jalmari Helander; acá se vio en el Bafici) explora “el secreto mejor guardado de las fiestas” en las profundidades de las montañas Korvatunturi; mientras que la noruega O’Hellige Jul! (2013, Magne Steinsvoll y Per-Ingvar Tomren) sigue los preparativos navideños de un asesino serial. El mismísimo, alpino Krampus fue objeto de dos berretadas americanas recientes: Krampus: The Christmas Devil (2013) y Krampus: The Reckoning (2015). También protagoniza una de las historias entrecruzadas del film de antología A Christmas Horror Story, donde tiene un brutal tete-a-tete con Papá Noel. Casi tan distinguido como marearse con sidra barata.

1. Gremlins. Con 31 años recién cumplidos, no necesita presentación. Aunque no es usualmente percibida como una “Christmas Movie” clásica, esta película esencial de Joe Dante expresó como ninguna el horror de las Navidades. “Si uno no quiere festejar el 25 de diciembre, lo miran como a un leproso”, decía algo indignada la protagonista (Phoebe Cates), para quien la fecha sólo representa el aniversario de la muerte de su padre en un macabro accidente en la chimenea del hogar. A todo esto, los monstruitos verdes del título cantan villancicos mientras destrozan el pueblo. Aunque no tiene el humor de aquellos, seguro que el director de Krampus vio su película muchas veces.

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