TEATRO > RAFAEL SPREGELBURD
Tres momentos de una obra que, a medio camino entre el teatro, la performance, la danza y el ensayo, aborda lo más difícil de abordar: el fin. En Tres finales, que se puede ver en el Teatro Argentino de La Plata, Rafael Spregelburd dice haber encarado finalmente su propio gran proyecto inconfesado: la obra incompleta.
› Por Mercedes Halfon
Pocas ideas más poderosas que la idea del fin. Hace largas décadas que la filosofía, la estética y la política pregonan el/los advenimientos, cierres definitivos y nuevas etapas, sea para justificar los ordenes económicos entrantes (o salientes) o para poner palabras a los cambios de sensibilidad que se suceden. Gianni Vattimo, Arthur Danto, Fukuyama, escribieron sobre el “fin” y de eso mismo se toma Rafael Spregelburd para su nuevo experimento teatral. Después de apocalíptico Spam, el dramaturgo y director se aventuró a un terreno no tan lejano conceptualmente pero bastante más experimental en sus formas. Se trata de Tres finales, una obra hecha de tres bocetos a mitad de camino entre el teatro, la performance, la danza, el concierto barroco, el ensayo teórico y el work-in-progress. Las mini piezas se titulan: El fin del arte, El fin de la realidad y El fin de la historia; son breves se dan juntas por unas escasas y exquisitas funciones en el Tacec. Todo parece indicar que no habría que perdérselas.
El equipo artístico esta integrado por el elenco estelar de actores del mítico grupo spregelburdeano Patrón Vázquez, más algunas incorporaciones: Andrea Garrote, Alberto Suárez, Mónica Raiola, Pablo Seijo, Sofía Brihet, Laura López Moyano, Lalo Rotavería, Luciana Acuña, Matthieu Perpoint y el propio Spregelburd. A ellos se suman cantantes y músicos barrocos con Isol a la cabeza. Mariano Irschick es el director musical.
Los tres finales es un fragmento de una obra mayor que el director viene preparando para el Teatro Caen de Francia que lleva el sugestivo nombre de El fin de Europa. Todo el proyecto comenzó hace unos años en Italia en unos laboratorios dictados por Spregelburd en el marco de la Ecole des Maîtres: “Estábamos haciendo ese taller con actores franceses, belgas, italianos y portugueses cuando ocurrió ese episodio del intento de restauración del Ecce Homo de Borja, por Cecilia Giménez. Había empezado la crisis griega, yo a su vez estaba escribiendo Spam, se vivía un aire de apocalipsis que para mi era... muy vetusto. De vez en cuando Europa prenuncia su propio final, pero de modo de mantener los estatutos del poder intactos. Es una estrategia del terror. Yo trataba, como argentino y sobreviviente de una crisis permanente, de instar a la rebelión. A que comprendieran que el final podía tomarse en sorna. Y que siempre que se prenuncia el final, es porque quien ejerce ese preanuncio tiene preparado un reordenamiento a la manera de su conveniencia. Trabajamos sobre estas ideas con los actores y de ahí surgieron estas historias.”
En ese marco fueron tomando nodos: el fin de la nobleza, el fin del dinero, el fin de la familia, el fin del estado de bienestar y se presentaron como proyecto. Tiempo después, Spregelburd estrenó el episodio sobre el fin del arte para un Arteba. Luego todos esos fragmentos –de los que en Buenos Aires veremos solo tres– integrarán la obra El fin de Europa que tiene como fecha de estreno 2017, en Francia.
Hay que tener en cuenta que el contexto donde se verá este espectáculo es el Centro de Experimentación y Creación Contemporánea del Teatro Argentino de La Plata, dirigido por la escritora y curadora Cynthia Edul, un espacio donde se propone justamente que directores teatrales toman unos riesgos que de otro modo no harían. Así describe Edul las singulares características de este espacio: “El TACEC se encuentra ubicado en un subsuelo. Su techo es el piso de la sala principal de la Ópera, la Ginastera. Al entrar ya se siente esa atmósfera que lo vuelve tan particular, de revés, de eco. La zona del iceberg que permanece oculta. Desde su fundación, es un ejemplo de experimentación viva. Esta noción es pensada como un proceso cuyo resultado es desconocido para todos. Eso implica una creencia en el riesgo y sostener al artista en esa aventura”.
Se los invita a pensar en estos términos. Al mismo tiempo, la escala que propone es grande, solo por el tamaño y la particularidad de la sala, algo que no existe en toda la ciudad de Buenos Aires, lo que ahí se monta tiene que tener una emisión vasta. Rafael Spregelburd está encarando un proyecto de una escala grande, con muchos actores en escena, con una orquesta barroca en vivo, con bailarines, cantantes y con un relato que lejos de ser lineal se propone pensar hipótesis para la palabra fin.”
Y sobre eso se trata todo. El fin del arte parte del incidente real del graciosamente llamado “Ecce Mono”: dos profesores de arte de una universidad francesa deben decidir si incluir a Cecilia Giménez en el programa de la materia que pretenden enseñar. En El fin de la realidad unos intérpretes traducen en simultáneo una importante conferencia que señala el advenimiento de lo virtual, a partir de una realidad de pacotilla, una risueña construcción convencional en la telaraña colectiva y anónima del lenguaje. Y en El fin de la historia el montaje es casi sin palabras. Un nutrido grupo de actores ensaya una obra de teatro de alguna otra época de la que no se dice mucho. Algo sucede con el teatro, un incendio accidental, hace que las piezas no puedan seguir representándose. Dice el director: “El fin de la historia, la confusión entre historia con mayúscula y historia con minúscula se da per se así que no ahondamos en eso. Sucede en un teatro, Y hemos pedimos capciosamente como escenografía todos los muebles del Teatro General San Martín. Son muebles modernos, los sillones Barcelona por ejemplo, elegidos por Álvarez cuando construyó el San Martín. Un teatro cerrado y ahora reabierto con un uso diferente y finalmente salvado heroicamente de un fuego que nunca existió, se convierte en metáfora en los ojos de quien lo mira más que en nosotros que hacemos una pavada inatendible. Es la realidad la que esta escribiendo el subtexto de la obra.”
Según su director, la experiencia de Tres finales es posible solo por el contexto de prueba a gran escala al que fue invitado. La hibridez genérica encuentra su horma en el concepto de teatro musical tal como lo entienden los europeos, escenas que son un puro fluir intenso y que no deben ser percibidas como un relato que intenta una construcción de principio, medio y fin. Como cierra Spregelburd: “Muchas veces hablo de la obra incompleta y jamás me animo a hacerla. Eso es lo que mas me interesaba. Siempre creo mundos que cierran, o que parecen hablar de una cosa, pero la clave era entenderlo al revés y también concluyen, nunca termino ser fiel a mi propio pregón que es el de la obra incompleta, inasible, puro nudo. Que empiece sin darte herramientas para comprenderla y termine antes de que te des cuenta. Pese a la informalidad del caos, notamos que se pueden mantener los elementos del drama. No es postdramático esto. La emoción, los valores se mantienen en el experimento”.
Tres finales se podrá ver el miércoles 22 y jueves 23 a las 21 y el sábado 25 a las 19.30 y 21.30, en la sala Tacec del Teatro Argentino de La Plata.
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