Dom 07.08.2016
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LOCAS POR LUCAS

Cada cuatro años, Lucas Martí compone, produce y edita con Ezequiel Kronenberg, de Rosal, y el indispensable aporte de las mejores voces femeninas de la escena under porteña y alrededores, un disco del proyecto Varias Artistas. Así se llama la admirable serie musical que comenzó con Papá en 2007, siguió con Se puede en 2011 y amenaza con haber llegado a su punto final con Presión social, un disco que salió a fines del año pasado pero que Martí y sus cómplices femeninos están empezando a presentar en vivo. Con aliento de superproducción pero espíritu indie, Varias Artistas es posible, entre otras cosas, porque Martí sedujo con sus composiciones a cantantes y músicas que se identifican con sus canciones al punto de que el autor desaparece cuando ellas lo interpretan. De Julieta Venegas, Javiera Mena o Deborah de Corral, presentes en las dos primeras entregas, a Rosario Ortega, Erica García y Julieta Gattas de Miranda! estelarizando la veintena de invitadas del último capítulo de la trilogía, Varias Artistas es un auténtico catálogo de nuevas voces femeninas poniéndole sello propio y sensibilidad a un artista que logra mantenerse anónimo.

› Por Juan Manuel Strassburger

Todo empezó con un llamado. En realidad, fueron dos. En el primero, Lucas Martí le dijo a Ezequiel Kronenberg, guitarrista de Rosal y compinche musical durante las veinticuatro horas, que ya tenía temas para un disco nuevo. “¿Otro?”, casi que lo interrumpe Ezequiel. “Sí”, confirma Martí, que acababa de editar entonces tres discos solistas entre 2005 y 2006 y no entendía cuál era el problema de ya querer ir por el cuarto. ¿Acaso no venía haciendo lo que quería desde que de adolescente se lanzó a la música y no aprovechó los atajos que por parentescos familiares (hermano de Emmnauel Horvilleur) quizás le aconsejaba la industria? ¿Qué es la industria en todo caso? Pero sí: había un problema. Los sellos independientes, si bien más relajados, también tienen sus tiempos. Y los discos, en definitiva, requieren presentarlos y difundirlos. “Todavía estamos con Tu Entregador ¿y ya querés sacar otro?”, lo retó Ezequiel, que conoce y admira la compulsión compositiva de su amigo pero tampoco la pavada. Y cuelgan. Fin de la conversación. ¿Fin?

“Ahí mismo lo volví a llamar a Ezequiel y le dije: ‘Bueno, un disco mío, no. Un disco con todas voces de chicas. Usamos los temas que ya tengo más otros que vayan surgiendo’”, recuerda Martí. Y a Kronenberg –sonrisa resignada del otro lado del teléfono– no le quedó más remedio que aceptar. El resultado: una serie de tres discos notables (Papá en 2007, Se puede en 2011, Presión Social en este 2016) que bajo el lacónico genérico de Varias Artistas puso a muchas de las nuevas voces femeninas de cada período en el centro mismo de su instinto musical. La pulsión de seguir creando canciones a toda hora y todo lugar, pero ahora a través de ellas, de sus vidas y sus miedos, sus estilos personales y timbres únicos de voz. De sus ondas y de sus fantasmas.

“Es medio telepático lo que hace Luqui. Muchas decimos que es nuestro Tarot musical porque te hace una canción que justo habla de lo que te pasa, pero sin hacerlo obvio o que tantos se den cuenta”, dice por ejemplo July Sky, una de las cantantes que desde hace más tiempo lo conoce a Martí (de cuando ella integraba Ondas Martenot y él A-Tirador Laser, a fines de los 90) y el mismo diagnóstico repiten Juliana Gattas (Miranda!), María Ezquiaga (Rosal), Noe Mourier (Coco) e incluso muchas de las que se sumaron en el último tiempo (Rosario Ortega, Sofía Vitola, Candelaria Zamar, Poli Sallustro) y no tienen tanta historia en común con él pero sí la misma sensación de confesión solapada. “Lucas te re saca la ficha”, confirma Emme, que luce particularmente feliz dentro del universo Varias Artistas. “Por ahí captó algo en una charla que tuviste con él al pasar, sin demasiada historia. Y te lo convierte en una canción. Pero con la suficiente ambigüedad para que vos, pero no solo vos, te sientas identificada”.

No hay duda de que esa capacidad de interpelar más allá de los bordes de la propia experiencia personal (pero al mismo tiempo partiendo de ahí, lo cual le da una gran autenticidad al resultado final) es lo que termina de darle trascendencia a esta tríada de discos repletos de narrativas enroscadas y melodías inesperadas que igual –pese a su aparente primera dificultad– no dejan de dar en el blanco. Artesanales arquitecturas pop que van desgranándose de a poco hasta capturar nuestra atención por completo. Enamorados plenos de estos discos, estas voces, estas canciones. “Fue un despertar. Una puerta que se abrió”, reconoce Lucas.

Como varios creadores que –felizmente– no dominan del todo aquello que crean, Martí es reacio a ser terminante en sus respuestas musicales. Arriesga, se corrige y vuelve arriesgar. Aún así, y más allá de las palabras, tiene las cosas claras. Es lo que en seguida destacan las cantantes cuando se les pregunta por los momentos de grabación (y subrayan sus maneras para nada inseguras o enroscadas a la hora de llegar a buen puerto). Y es lo que evidencian las propias canciones terminadas. Cada una alumbrando –a veces, en forma de destellos– momentos decisivos de una situación emocional particular. “Siempre tuvimos un ángel que hizo que todos los encuentros fueran cálidos y lindos. Una dinámica casi telepática”, describe Martí. Y amplía: “No hubo ni una sola situación de no entendimiento. O del tipo ‘che, ¿por qué acá decís esto y no esto otro?’. Y es loco. Porque no sólo son muchísimos temas sino que también con muchas de ellas ni siquiera nos conocíamos en persona. Y eso no impidió que se adueñaran de las canciones. Al punto de que hoy no se me ocurriría cantarlas. Ya son de ellas”.

Por otro lado, el rótulo de Varias Artistas sirvió para definir desde el vamos una propuesta sin veleidades ni egos desmesurados, pero sí con ambición artística. Un trampolín hacia zonas musicales que el propio Martí como solista tal vez no se habría animado o que incluso no se habría percatado de que existían. “En mi escala, de todos los proyectos que hice o participé fue el que más demanda tuvo. Pero también el que me permitió jugar con ideas de otros estilos que yo ya no me permito. Como decir ‘bueno, ahora vamos con algo latino. O con algo funk o urbano. O con folclore’. Y jugar a fondo con eso”, remarca.

En la serie de discos hay triángulos amorosos (“O buena o mala”, “Por él a vos, por vos a ella”), amores obsesivos (“De flor en flor”), reproches edípicos (“Super Mal”), apelaciones al rol del varón (“El día del zarpado”, “Joni Dip”, “Todos iguales”, “Actúa como hombre”), épicas personales (“Marcial”, “100%”, “Ex modelo”), vínculos siglo XXI (“0600 vos”), presiones de género (“La fórmula”, “Presión social”). O sea, el mundo de la mujer en sí. Pero de manera sutil y ubicua; con la fragilidad y el rodeo necesario como para que quede claro de qué tipo de sensibilidad estamos hablando, aunque sin exagerar y sin solemnidades. “Con el tiempo fui desarrollando un estilo en las letras donde le escapo al lirismo”, reconoce Martí, que gusta mechar giros coloquiales o callejeros cuando el asunto se pone medio poético en sus canciones. “Yo creo que en un momento Lucas se dio cuenta que podía usar cualquier palabra y que nadie, salvo él mismo, le iba a poner un límite”, observa Kronenberg. “Entonces empezó a correr el límite cada vez más a ver si alguien le decía algo. Y obviamente nadie le dijo nada porque quedaba buenísimo”

Ya son casi 50 temas en los que venís trabajando no solo con cantantes mujeres sino con la sensibilidad femenina en general. ¿Cómo la describirías?

–Algunos me dicen: ya sos experto. Pero no. En realidad soy muy inexperto y sé muy poco. Y por eso me metí en este terreno. Aunque tampoco la intención fue tratar de entender a la mujer sino intentar salir del lugar donde estaba y lo más extremista que podía hacer era hacer esto. Después lo femenino sigue siendo un terreno incierto para mí. Lo que pasa es que las chicas lo hicieron fácil y yo tengo una personalidad un poco kamikaze y me mando.

Vista a la distancia, ¿cómo resultó la experiencia?

–Quizás con el tiempo pueda llegar a entender qué fue esto de Varias Artistas. Por ahora lo veo como una experiencia que se me fue de las manos.

Desde aquel primer llamado entre Lucas y Kronenberg, cuando surgió la idea de todo un disco con voces de chicas al frente, a este presente con 49 temas registrados para 40 cantantes, varios recitales itinerantes y una paleta musical que se vale de casi todos los tonos y sensaciones, pasó –como se dice– mucha agua bajo el puente. “Con Papá, el primer disco, nos pasábamos días enteros en el estudio. Por ahí Ezequiel venía y se quedaba a dormir en casa. Se levantaba y seguíamos trabajando con mucha libertad”, rememora Lucas sobre el proceso que desembocó en el álbum –a primera vista– más cuidado y preciosista de los tres. Y con participaciones internacionales como la chilena Javiera Mena y la brazilian girl Sabina Sciubba que vía internet y bajo otro nombre (su imagen es la única que no aparece en el arte de tapa, alimentando el misterio) registró “Capricho en andas”, una especie de balada de boite clandestina que terminó siendo una de las destacables joyas de la saga. “Cuando lo grabamos sentí que habíamos llegado a algo especial. Todo lo que viniera de ahí en más estaría bueno”, coincide Kronenberg.

Después de la muy buena recepción crítica, lo lógico hubiese sido seguir por el mismo camino. Pero así no se maneja Lucas. Apareció el Midi (especie de interfaz tecnológica que permite reproducir desde un solo controlador o teclado una infinidad de instrumentos electrónicos) y a Martí y Ezequiel se les ocurrió grabar Se puede sin tocar en vivo ni una sola nota. “No sé qué pasó, no teníamos ganas de tocar”, dice Lucas, que igual no se privó de arreglar al máximo cada uno de los temas, en una especie de barroquismo ochentoso o kitsch que podrá haber desconcertado un poco al principio pero que hoy es pura sensualidad pop en los oídos. Con puntos altísimos como el reggaetón de autor de “El día del zarpado” con Emme; el minimalismo tecno de “Se puede (Pac-Man)” con Noe Mourier; los aires cumbieros de “Consejos negros” con Mariana Baraj; y esa burbuja de fantasía etérea que es “No importa tu edad” con la siempre maravillosa Isol (ex Entre Ríos). “Recuerdo esa grabación como un momento muy especial. Tanto que ya no pudimos volver a llamarla. Sabíamos que no íbamos a poder superar ese momento”, revela Lucas.

Entre Papá y Se puede pasaron cuatro años y otros tantos pasaron para la salida del actual Presión Social; el más largo de los tres discos (cuenta con 20 temas), el que incorpora muchas voces nuevas (“Se ve la aparición de toda una nueva generación de cantantes”, señala Ezquiaga) y el que el mismo Martí definió como el último que habrá de la saga. “Lo sabíamos antes de empezar a grabar. Y el hecho de que tenga 20 canciones también tiene que ver con eso. Queríamos hacer un gran cierre”, dice sin la nostalgia que sí tal vez sienten las propias cantantes, que lamentan el fin de la serie y ya extrañan a cuenta los encuentros divertidos que mantienen cada vez que presentan las canciones en vivo.

¿Por qué el último?

–Creo que cortamos en un gran momento. Porque nunca dudé de que esto podía seguir. Pero me parece que no hay mucho más para ofrecer. Por lo menos por ahora. Por ahí en 30 años hacemos otro. Nunca se sabe.

Varias Artistas se presenta el viernes 26 en el teatro Margarita Xirgu, Chacabuco 875.

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