Dom 07.08.2016
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PERSONAJES > EL OTRO YO DE COMPAñERO ASMA: TODAS LAS FACETAS Y EL NUEVO DISCO DE HERNáN ESPEJO

PARTE DEL AIRE

› Por Mariano del Mazo

Puede ser que Hernán Espejo se haya cruzado en el camino de los muchos que lo siguen desde hace más de dos décadas de under para dinamitar cada uno de los estereotipos del rock. Cuando se refleja en su insuperable alias, Compañero Asma, el intento de definirlo deriva en frases que se pegan codazos entre sí: hardcore y cancionista pop, músico de culto y rockero de oficina, fan hasta la erudición de bandas insospechadas y musicalizador obsesivo de Radio Nacional Rock. “Soy todo eso. Básicamente fan. No me la creo mucho. Cuando me la creí me pegaron con un garrote.” Sigue con Bandera de Niebla, acaba de reemplazar a Ariel Minimal en la guitarra de El Siempreterno y como Compañero Asma sacó uno de los grandes discos de lo que va del año: Templado.

Tiene una obra zigzagueante y frondosa hecha de casetes, temas subidos a internet y CDs. Trajinó los sótanos finiseculares con la convicción de los que no tienen nada que perder, excepto la salud: combatía como podía su asma crónica en aquellos humosos locales pre Cromañón. Todavía hay quien recuerda sus participaciones en bandas como Dragonautas en pubs como El Especial: puro heavy, stoner y psicodelia. Se levanta todos los días a las siete de la mañana y carga su celular de un centenar de canciones de grupos más o menos nuevos que va desgranando durante su jornada laboral. Cada tanto, un recreo: Raúl Berón con la Orquesta de Troilo, una exquisitez para entendidos. El paladar negro de Espejo no tiene límites: del galés Julian Cope a la reivindicación de Miguel Mateos y Zas. “Se cree que si te gusta el rock cuadrado tenés que ser cuadrado. Yo jugué un poco a combatir eso, de hacer en su momento una música dura y manifestarme más o menos sofisticado. Aprendí mucho de melómanos más grandes, de gente de la revista Esculpiendo Milagros a Pablo Krantz, con el que compartí el Liceo Francés. Krantz me lleva apenas un año pero me pasó buena data. Con él fuimos a ver a los Redonditos a Palladium. Yo tenía 14 años. Era medio grasa, sólo me gustaba el heavy y thrash metal. Lentamente empecé a descubrir a Nick Drake, a Nick Cave, a P. J. Harvey.”

Sacó el primer casete con Compañero Asma en 1993 gracias a las posibilidades técnicas que daba el 1 a 1 y la onda lo-fi que hizo de necesidad, estética. La mayoría de sus canciones eran en inglés. Cuando en 2003 editó National Rock, como profética ironía –hoy es uno de los que nutre de novedades el rock argentino desde la radio pública–, puso en el tapete cuestiones de identidad. Cita a un periodista cuando pregunta si el rock nacional no es finalmente un bebé con acento inglés “que nos dejaron abandonado en la puerta de los estudios TNT”. “Para mí el rock es el folklore del Commonwealth. El resto –los franceses, los españoles, los brasileños, nosotros– intentamos hacer una reinterpretación. Pero siempre pervive una actitud un poco provinciana, de querer sacarte la foto con Paul McCartney. Por eso tal vez somos tan rigurosos con los artistas argentinos y tan laxos con los sajones. Yo a los 13 fui a ver a Zas con Rockas vivas, y me partió la cabeza. Y ahora el tipo está como expulsado del paraíso del rock. De pibe grababa casetes en el que convivían muchas bandas diversas. Me interesa eso. Soy muy respetuoso del gusto popular.” Las causas de por qué cantó durante años en inglés contempla una cara B: Espejo tenía una novia estadounidense que conoció en Francia que fue su musa durante años. “Fue una historia muy sufrida, muy densa. La chica tenía algunos problemas psiquiátricos, y yo escribía para ella”.

Nacido y criado en Parque Chas, dice que no tiene plan, que siempre trabajó de otras cosas, que es “tirando a tímido”, que su modelo de artista es Gustavo Cerati, que de chico tuvo que pelear contra la enfermedad que él catalizó, no sin humor, en su seudónimo. “Casi todas mis canciones son autobiográficas. Hice catarsis. A los 12 años funcionaba el cuarenta por ciento de mis pulmones y tenía tendencias a la soledad. Noel Gallagher jode y dice que no tuvo juventud. Bueno, yo por ahí... En casa había un órgano de esos berretas y ya de chiquito me largaba a hacer canciones”. “Un solitario de la canción”, se define en su disco Mágica posesión (2012), y no hay causas para contradecirlo. Aunque todo parece ahora –casado, con hijos– demasiado lejano. Se pregunta si no es el momento de dejar el alias para empezar a ser simplemente Hernán Espejo. Ya pensó el título del primer disco sin máscara: Adiós Compañero adiós.

Templado refiere, dice, más que a tibio a un momento de madurez. Lo primero que se escucha en el disco es el sonido de una pala; en la tapa se lo ve en el Río de la Plata con una pala en la mano. El símbolo es de trabajo y esfuerzo, pero cuenta un backstage extraño. “Soy fanático mal de River. Cuando perdimos contra Belgrano de Córdoba allá y nos fuimos a la B yo estaba haciendo una remodelación en una pieza, en casa. Había una montaña de tierra en la calle. Empezó a diluviar y a inundarse todo. Tuve que salir a la vereda, a hacer una canaleta con una pala. Un laburo bárbaro, bajo la lluvia. La gente pasaba por la calle, me miraba... Daba pena. Por eso la pala.” Tiene la teoría de que a River le empezó a ir más o menos bien cuando se retiró Martín Palermo y compuso un tema al respecto, pura elocuencia: “Libre del influjo del Titán”. Hay otras canciones que se sirven de metáforas futboleras: “Empatar una derrota”, “Marca escalonada o marca personal”. “‘Marca escalonada’... habla de la disyuntiva de darle cabida o no a los enrosques... Digamos que tiendo al bajón. Tal vez por eso soy una máquina de hacer. Me fugo”.

Templado es un compendio de lindas canciones pop, sólidas, no tan libres del influjo de Cerati. Hay en las maneras compositivas de Espejo un vuelo poético y musical que se escucha como casual, pero que tiene esmerados detalles de arreglos. Pura artesanía. Como si esas canciones lograran zanjar la disyuntiva extrema de si una canción pop te puede cambiar la vida o si es pura efervescencia. “Sé que tiene mala prensa, pero me encanta el rock de diseño. El rock cerebral.” Dice que de chico tenía visiones esotéricas, viajes astrales, sueños recurrentes. “Durante un tiempo soñé que estaba en la imagen de ‘La última cena’, pero con gente rara, monstruos extrañísimos, tipo La guerra de las galaxias.”

¿Y ahora?

–Ahora no. Me levanto muy temprano y no paro de escuchar música, sobre todo de grupos nuevos.

¿No estás saturado de tanta música? ¿Qué buscás?

–Un pase de acordes, un verso que me sorprenda. No estoy saturado. Busco lo que buscan todos en las canciones: un poco de magia.

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