“Se cumplen ya diez meses de la última aparición de la tristemente célebre banda de Nafta Súper. Fue en el Hospital Paroissien, de la localidad de Isidro Casanova, en la madrugada del 20 de junio del 2009”. La voz en off imita el tono impostado de un locutor de radio o de televisión, al tiempo que una sucesión de planos aéreos del conurbano bonaerense ubica geográficamente al espectador. Mientras continúa la descripción de la toma de rehenes en el mencionado nosocomio, breves fragmentos de algunas escenas selectas de Kryptonita –el film dirigido por Nicanor Loreti y basado en la novela de Leonardo Oyola que se estrenó el año pasado– recopilan hechos y datos del pasado, en la mejor tradición del serial mudo o la telenovela enrevesada. La primera imagen original de Nafta Súper, la serie de ocho episodios que retoma y continúa el relato de la película –y que el canal Space comenzará a emitir este miércoles 16 a las 22 horas, a razón de dos capítulos de media hora de duración por semana– es la de El Federico (Pablo Rago) desangrándose en una calle despoblada, observado por los ojos ciegos de lo que parecen fábricas abandonadas. De pronto, alguien vestido exactamente igual que él –casco cadavérico incluido– se le acerca arma en mano y, luego de un enigmático “¿No me vas a preguntar quién soy?”, termina rematándolo sobre el pavimento. Aunque, ¿realmente lo remata? Luego de la secuencia de títulos con fondo musical de La Vela Puerca, ese misterioso hombre de cuero acabará con la vida de Jason González, un líder del aguantadero Los Maras, evidente homenaje al casillero cero de Los guerreros, la película de Walter Hill que tiene como protagonistas a los miembros de una pandilla, perseguida incansablemente durante toda una noche por el resto de los cien barrios neoyorquinos. “Lo que me gusta del cine es la honestidad que puede tener respecto de las referencias”, afirma Leonardo Oyola, autor junto con Loreti de las nuevas aventuras de los superhéroes más nac&pop que la imaginación pueda llegar a alucinar. “Nicanor nunca se puso colorado (muy por el contrario, se siente orgulloso de ello) a la hora de afirmar que la principal referencia de Kyptonita, la película, fue siempre Asalto al precinto 13, de John Carpenter. Y como la propuesta de Space era sacar a los personajes del encierro, mostrarlos en la calle, en acción, la referencia siempre fue Los guerreros. También por esa idea de que los vienen a buscar, todo el mundo, para terminar con ellos. Y que se tienen que defender toda la noche y parte del amanecer. Fue todo híper consciente”.
Más allá de la conexión directa con ese clásico de fines de los 70, el primer episodio de Nafta Súper ostenta el título “Pesadilla en lo profundo de la noche”. Los siete restantes –con una gran excepción, “Danza con lobos”– también homenajean a títulos muy populares del cine pop ochentoso. “Lo de los lobos no pudimos evitarlo: es fanatismo por Kevin Costner y el título daba justo para lo que se narra en ese capítulo”. Luego de un diálogo descriptivo entre el Teniente Ranni y Olfa (Sebastián de Caro y Gabriel Schultz, respectivamente), los primeros minutos de este spin-off muy poco habitual en el mercado audiovisual argentino introduce uno a uno al resto del clan ahora desmembrado: Lady Di (Lautaro Delgado), El Ráfaga (Diego Cremonesi), Cuñataí Güirá (Sofía Gala Castiglione), Juan Raro (Carca). A todos, excepto a El Pini (alias Nafta Súper, interpretado por Juan Palomino) y Faisán (Nicolás Vázquez). Y como a todos se la tienen jurada, a todos los van a ir buscar. Montaje paralelo mediante, de manera de poder reunir los destinos y potenciar el efecto dramático de las piñas, las patadas y los tiros, que la serie ofrece en buenas dosis. A diferencia de la película, donde las tensiones se acumulan durante gran parte del metraje y sólo explotan sobre el final. “La acción era algo que nos pidieron desde la producción, pero también estaba muy hablado con los actores. Durante el rodaje de Kryptonita todos decían que se habían quedado con ganas de hacer escenas de acción y sentían envidia por el personaje de Cuñataí, porque es la que dispara la Ithaca. Durante el rodaje de la escena final eran como nenes: llegaban antes, practicaban las coreografías, y se quedaron con ganas de más. En la serie la punta la mostramos en los primeros dos capítulos, pero en el ocho explota todo. Resumiendo: no fue una imposición, era algo que todos queríamos hacer. A tal punto que, por ejemplo, Lauraro Delgado nos contó que había estudiado para ser clown y que sabía escupir fuego. Y bueno, lo hicimos escupir fuego. Los del seguro y la gente de pirotecnia se pusieron como locos, tenían miedo de que se le prendiera fuego la peluca. Pero salió todo bien. Y fue alucinante”.
El extraño caso del secuestro de Carozo y Narizota
La génesis de Nafta Súper es súper conocida. El mismo Loyola y Loreti la han detallado en infinidad de entrevistas: después de una de las proyecciones de Kryptonita en el Festival de Mar del Plata, edición 2014, se acercaron a sus creadores ciertos emisarios de la cadena Turner, sección Space, con la propuesta de continuar en la pantalla chica las aventuras de estos particulares (anti)héroes. De allí en más, y a velocidad crucero, las luces verdes comenzaron a prenderse una tras otra y, antes de pensarlo dos veces, la dupla estaba escribiendo las primeras líneas de los nuevos guiones. Los tiempos, los procesos, los desafíos fueron otros. “En el caso de la película, seguí un consejo muy sabio de (la escritora y guionista) Claudia Piñeiro: ella me recomendó que no participara del guión, porque así lo iba a disfrutar más y no iba a entorpecer el laburo de los demás”, confiesa Oyola. “Sí mantuve algunas reuniones con la directora de arte y las vestuaristas, que querían tener algunas opiniones mías, pero al principio fui a visitar el set apenas un par de veces. Los autores somos re celosos de nuestro laburo y me mantuve un poco al margen, pero durante las últimas tres semanas de filmación fui todos los días, aunque sin entrometerme. Digamos que fui un espectador de lujo y formé parte de la hinchada. El caso de la serie fue distinto: Nicanor me dijo de entrada que quería trabajar codo a codo conmigo. Fue muy bueno, porque además tuvimos tiempos más acotados”. La serie podría haber sido completamente distinta a la que finalmente podrá verse desde esta semana. La idea original de los directivos de Space era elaborarla desde el concepto de precuela, un poco a la manera de lo que en el mundo del cómic fue Before Watchmen. Para los no entendidos: un capítulo dedicado a cada uno de los siete personajes principales, relatando sus orígenes, y el octavo desembocando en los eventos del Hospital Paroissien. “Desde el punto de vista de la escritura, era lo más sencillo. Pero nos parecía que de esa forma las historias iban a competir entre sí. Además, creo que siempre funcionó la idea del grupo. En el primer borrador de la novela estaba sólo Nafta Súper. Y no funcaba. Lo que siempre funcionó fue la banda en su totalidad. Coincidimos con Nicanor en que teníamos que contar una historia grupal, como en cualquier serie que uno puede ver por estos días, a mi entender la era dorada de las series televisivas. Esa fue la contrapropuesta: una historia macro que ocurriera después de los hechos del film. Con un par de lujos que nos dimos en dos capítulos, donde contamos cuentitos dentro de la historia general. Y así fue: el día inmediatamente después del estreno de la película estábamos firmando el contrato”.
Esos “cuentitos” incluyen las angustias y temores de Faisán ante la posibilidad de ser padre y un capítulo completo (el número seis, “Desaparecido en acción”) que, según Loyola, “es un ejemplo de cómo podría haber sido la serie de haber seguido el camino propuesto por Space: allí se detalla el origen de El Federico y como todo eso desemboca en el capítulo final”. Pero eso no es todo: los flashbacks son recurrentes, a veces con la intención de cotejar intuiciones con motivaciones reales, otras por el simple placer de narrar. En el segundo episodio, “Las chicas sólo quieren divertirse” –que transcurre en gran medida en un puticlub regenteado por Miyi (Jazmín Stuart bajo una máscara, obviamente, gatuna)–, se cuenta cómo la banda secuestró a Carozo y Narizota por secretas razones que no conviene revelar aquí. Los dos muñecos de peluche se transforman en las víctimas de un plan criminal sin ánimos de lucro, en una anécdota del pasado que transcurre mucho antes del paso del perro y la garrapata por el canal Crónica, cuando solían ser los reyes indiscutidos de la merienda con leche chocolatada. La participación de José Luis y PatriciaTelecher aporta, desde luego, un grado de realismo insospechado. “Llevar una novela al cine y crear algo a partir de ella para la televisión son cosas muy diferentes. Nunca es sencillo, eso sí. Pero en el caso de la serie fue más un trabajo en equipo, como un partido de fútbol, donde yo jugué en la posición de escritor, pero hay que saber jugar con los otros. Cuando escribís solo el cielo es el límite, acá aprendés a tirar el ancla, a tener en cuenta lo realizable. Uno puede delirar, pero después está el presupuesto. Era común que Nicanor me dijera ‘mirá, hay que bajar esto hasta acá’. Hay que tunearse la mente de otra manera. Yo suspendí todas mis otras actividades durante la escritura y el rodaje, no podía pensar en otra cosa. Me acostaba y me levantaba con esto en la cabeza. Por suerte con Nicanor no sólo se armó una linda amistad, sino que somos vecinos, así que el contacto era diario y hombro a hombro. Filmamos durante tres meses y a menos de un año del estreno de la película estamos estrenando la serie”.
Vengan todos juntos o de a uno
El grupo de bandidos más pintoresco del Oeste no sería el mismo sin la presencia (e inestimable colaboración) de El Tordo (Diego Velázquez), quien de rehén en el hospital ha pasado a asistir a la muchachada ante cualquier herida o magulladura de cierta envergadura. El médico será uno más del equipo durante esa larga y peligrosa noche que atraviesa los ocho episodios de la serie, que a nivel visual parece mucho más jugada a una estética de colores chillones y contrastados. Más de un televidente lo relacionará de inmediato con las historietas tradicionales a todo color. Dice Oyola que “fue una decisión que se tomó en algún momento. Y vuelvo a Los guerreros de Hill: hay un montaje de la película que incorpora efectos similares a los de un cómic. La directora de arte, Catalina Oliva, y el director de fotografía, Mariano Suarez, pensaban que era una buena idea virar hacia esa estética. Y ahí surgió otro gran tema: ¿cómo introducir lo social en la serie? Porque era algo que no queríamos perder, pero corríamos el riesgo de caer en la bajada de línea. ¿Cómo hablar de ciertas cosas que son moneda corriente, que pasan en La Matanza, sin hacerlo de manera obvia? Me pareció muy bueno llevar la imagen a una estética más cercana a la historieta como contrapunto a esas ideas que queríamos incluir. Tal vez la única excepción, en el sentido de que fuimos muy evidentes, es en el comienzo del segundo episodio, donde se habla de hacerse policía en el barrio. ¿Qué pasa cuando un chico muy joven, de dieciséis o diecisiete años, comienza a formar una familia y de repente se da cuenta de que necesita una obra social, mantener a su mujer y a sus hijos? Lo que tiene más a mano es hacerse policía, patanegra, con todo lo que eso conlleva en el barrio. De ahí ese diálogo que habla de cambiar la visera por la gorra”. Es bien cierto que, por momentos, los personajes parecen hablar como en una película de José Celestino Campusano, extraño cruce de caminos entre un cineasta del híper realismo y un universo poblado por seres humanos con poderes especiales. Cuando el supervillano Cabeza de Tortuga (que, insólitamente, tiene más vidas que un gato) entra al prostíbulo a buscar a sus enemigos, es una de las “chicas” quien logra detenerlo momentáneamente. No con la fuerza de sus brazos, piernas o torso, sino con simples palabras: “Patanegra, botón, sorete, cagón, maricón, no valés una escupida porque sos menos que un chancho del bondi o del Sarmiento”, entre otras delicias del vocabulario más callejero que pueda imaginarse. “Adoro el cine de Campusano”, confirma Oyola. “Fijate que Cabeza de Tortuga pega como Bud Spencer, pero putea como un pibe hincha de cualquier club del ascenso. El juego es ese, justamente, además de poder meter a los barrios, como San Alberto o San Petersburgo. San Pete, como le dicen allá. Hay que tenerle fe a eso, es como una especie de alquimia”.u