PERSONAJES
Caro diario
El estilo de sus historias fue comparado con el de Raymond Carver. Su personaje principal, con uno de Beckett. Pero ni uno ni otro: desde hace casi treinta años, Harvey Pekar viene escribiendo American Splendor, una historieta marcada a fuego por su estilo único. Ahora, una película con el
mismo nombre (y el gran Paul Giamatti en la piel de Pekar) adapta algunos de los episodios más memorables en la vida y obra del hombre que convirtió el pesimismo, la paranoia, la beligerancia, lo cotidiano y lo autobiográfico en algo atrapante.
› Por Hernán Ferreirós
4.30 AM. El hombre, solo en la cama, piensa: “Estoy completamente despierto. Bien podría levantarme ahora”. Lo hace. Se viste. Alimenta a su gato. A las 5.45 sale de su casa. Ya en el auto, se dirige a la autopista. Piensa que, extrañamente, el ruido de los neumáticos contra el pavimento lo relaja. Regula la velocidad para conservar la onda verde de los semáforos. Se distrae, recordando que esa área de Cleveland, ahora desierta, solía desbordar de gente. Entregado a sus pensamientos, se pasa de la salida. Retoma y, como no hay policías a la vista, acelera. Nota con satisfacción que su viejo Toyota todavía responde. En poco tiempo, llega al aeropuerto. Es temprano. Con tranquilidad, estaciona el auto justo cuando empieza a amanecer. Fin.
Esta es la descripción de un relato breve que, fiel a su economía, se llama “Viaje antes del amanecer” y, contra todas las apariencias, no es de Raymond Carver o algún otro minimalista. Tampoco es un cuento. Se trata de una historieta de unas cuatro páginas escrita y protagonizada por Harvey Pekar, una de las muchas “aventuras” que componen American Splendor, el comic que Pekar viene sacando, más o menos ininterrumpidamente y con la ayuda de varios dibujantes, desde 1976.
American Splendor comparte ciertos rasgos con los narradores minimalistas, principalmente el hiperrealismo y que sus relatos se muestran como una superficie dura, resistente a la búsqueda de profundidad, de sentidos ocultos: aquí, la autopista definitivamente no es una metáfora de la vida; ni el auto viejo, de las contradicciones del capitalismo; ni el aeropuerto, de la trascendencia. Como los minimalistas, Pekar puede ser leído a la luz de la teoría hemingwayiana de la omisión (no se dice mucho porque todo lo que no se dice fortalece la historia y hace que el lector sienta que algo sucede, en lugar de entenderlo). Pero ahí terminan las coincidencias.
El rasgo más notorio de sus historietas, y lo que define su estilo, es que son puntillosamente autobiográficas. Como una versión anticipada de los reality o de los blogs, American Splendor reproduce escenas reales y de una rabiosa cotidianidad de la vida de su autor. Cuando el comic se convirtió en un hit underground, principalmente por su calidad, pero también por la ayuda de dibujantes de renombre (Pekar no dibuja) como Robert Crumb (su amigo de la infancia, cuyo éxito inspiró a Pekar para hacer su propio comic y quien le dio una mano importante aceptando dibujar las primeras historias cuando ya era un artista reconocido), surgieron decenas de historietas plagadas de exasperantes escenas ordinarias (lo que aún hoy es una tendencia notoria en el comic under norteamericano, acaso para tomar distancia del maximalismo de los superhéroes). Pero así como no cualquiera puede contar un chiste y provocar risa, no todos pueden escribir sobre cómo preparan una taza de café y resultar cautivantes. En realidad, muy pocos pueden hacerlo. Si Pekar lo logra es por su actitud (siempre pesimista, trágica, belicosa, paranoica y autodestructiva) hacia lo que cuenta: el Pekar dibujado, quien fue comparado con un personaje de Beckett, es absolutamente irresistible (no puede decirse lo mismo del Pekar real, quien debe ser un neurótico y depresivo absolutamente insufrible). Además, su oído impecable para el diálogo no lo perjudica en nada.
Actualmente jubilado, Pekar trabajó 37 años como empleado en el archivo de un hospital público de Cleveland. Los primeros años de su comic relatan celosamente fragmentos de esta experiencia. A medida que su trabajo como narrador ganó reconocimiento, sus comics (cuyo slogan es “la vida ordinaria es algo bastante complicado”) se permitieron una licencia: hablar también de lo extraordinario, de lo que tradicionalmente sería material para un relato. Así, aparecen las visitas al programa de David Letterman (que terminaron abruptamente cuando Harvey denunció a General Electric, los dueños de la cadena NBC, durante un programa), viajes oencuentros con fans. No existe la agenda predeterminada de ceñirse a un tipo de relato, sino que se obedecen los dictados de la experiencia. La materia prima puede ser tan evanescente como densa: su lucha contra el cáncer tuvo un libro propio (Our Cancer Year, 1994) que ganó el prestigioso American Book Award.
La película sobre su comic, y por extensión, sobre su vida (que se estrenó en Buenos Aires esta semana) es un tardío reconocimiento. Dirigida por los documentalistas Robert Pulcini y Shari Springer Berman, el film pone en escena algunas historias de American Splendor (con el excepcional Paul Giamatti en la piel de Pekar), pero a la vez es un documental autorreferencial sobre la película misma (lo que refleja bien el estilo del comic), con apariciones de Harvey Pekar, su mujer, sus colegas laborales y todos los “personajes” del comic que aquí son confrontados con los actores que los representan. El film selecciona aquellas historias que cuentan momentos significativos e “interesantes” de la vida de Pekar (la amistad con Crumb, los problemas con las mujeres, las visitas a Letterman, el cáncer) y, en consecuencia, se aproxima más a una biografía que a una adaptación del comic. Falta la atención a la experiencia de bajo voltaje que constituye la mayor originalidad de American Splendor. Pero, dado que los comics no se consiguen en nuestro país (aunque están disponibles www.harveypekar.com), el film es la única, y no sin mérito, aproximación disponible al extraordinario mundo ordinario de Harvey Pekar.