Dom 07.04.2002
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DANZA

Pájaro de fuego

Luego de recorrer el Sur bailando Don Quijote y Gloria Gaynor, y antes de partir a Londres a hacer lo propio con La Bayadera acompañado del Royal Ballet y Natalia Makarova, el gran Iñaki Urlezaga cuenta cómo se prepara para sorprender a sus coterráneos platenses el 13 y el 14 de abril en el Teatro Argentino de la Ciudad de las Diagonales.

POR SILVINA SZPERLING
En un momento de difícil apuesta por el país, Iñaki Urlezaga insiste en llevar su grupo, el Ballet Concierto, de gira por las rutas argentinas, mientras se las arregla para aprovechar cualquier licencia por vacaciones o lesión para escabullirse de su puesto del Royal Ballet de Londres hacia su tierra platense. “Yo tengo claro que en Inglaterra estoy de paso. En este momento tengo todo lo que necesito en el Royal Ballet, soy muy joven para lo que habitualmente es la edad promedio de un primer bailarín, y me siento muy cómodo tanto con las actividades del teatro como con la prensa inglesa y con todo lo que bailo allá, cosa que desgraciadamente en la Argentina no podría hacer, por un tema exclusivamente de costos. Pero en paralelo a mi carrera europea, está mi carrera en Argentina junto al Ballet Concierto, y también bailando en el Colón o el Argentino, que son referentes importantísimos para mí.”
Iñaki comenzó a bailar en el estudio de su tía Lilian Giovine (actual cabeza del Ballet Concierto) ya desde el andador. Le era irresistible la música clásica y todos se quedaban pasmados mirando a ese gurrumín que no paraba de girar. Más adelante, vinieron el Instituto Superior de Arte del Colón (donde tuvo promedio diez literalmente) y los viajes diarios entre La Plata (donde cursaba la escuela primaria) y el Teatro Colón, almorzando en el trayecto la vianda que mamá Nela (bailarina de danzas españolas) le servía mientras lo conducía por la ruta. El secundario ya lo rindió libre. Su madre aún lo apoya, no sólo afectivamente y custodiándole las siestas platenses (cuando son posibles), sino confeccionando gran parte de los vestuarios que el hijo pródigo viste en el escenario del Covent Garden.
Iñaki encarna la clásica historia del bailarín argentino que triunfa en el exterior, luego de abandonar toda esperanza de ejercitación de su arte en escenarios autóctonos, por una serie de razones encadenadas: las poquísimas funciones que los ballets oficiales (tanto el Argentino como el Colón) hacen en sus propias sedes (de giras ni hablar) llevan a que un bailarín no pueda desarrollarse del todo artísticamente; eso acentúa la bien conocida rivalidad entre los propios intérpretes, forzados a luchar por las escasas vacantes disponibles en el repertorio, la que muchas veces deviene en feroces luchas internas en los elencos.
De hecho, a los dieciséis años, Iñaki tuvo una fuerte crisis: a punto de abandonar la danza, decidió probarse antes en un concurso en París. Contra sus previsiones, sacó “sólo” la medalla de plata. Pero, paradójicamente, esa “derrota” le ofreció una impensada salida para la crisis. “Me permitió quitarme de encima las presiones del medio. Aflojé.” Luego de una estadía profesional en Nueva York, cuando llegó la hora de establecer sus cuarteles eligió Londres. Tenía 21 años cuando aprobó una audición para integrar el cuerpo estable del Royal Ballet de Londres. A pesar del aplomo que suele exhibir, no pudo evitar un traspié en su debut, en mayo del ‘95, cuando tiró estruendosamente al piso las copas que debía servirle, como figurante, a Viviana Durante, una de las estrellas del Royal. El mal paso quedó rápidamente atrás en sus presentaciones posteriores, y en menos de cinco años llegó a primer bailarín de la compañía. “Me gusta Europa, porque mi vida allí es muy tranquila. Trabajo seis u ocho horas máximo; salgo con amigos, me gusta ir al cine y al teatro. En realidad, no por ser bailarín vivo en una burbuja. Salvo las giras, que son muy extensas: dos meses en Asia, un mes por el interior de Inglaterra, Estados Unidos, Canadá, en fin, siempre estamos arriba de un avión. Si a estas giras le sumamos las que hago yo con el Ballet Concierto, realmente resulta que me la paso viajando.” ¿Cuán agotadora es esa rutina para el bailarín? “En mi caso, lo sobrellevo bien porque me encanta mostrar lo que hago en lugares diferentes. Si fuera por mí iría a todos lados a bailar, me parece que es una cosa de mutuo enriquecimiento: para mí y por la alegría que eso le da a la gente, especialmente en el interior argentino,donde podemos ofrecer la posibilidad de un espectáculo que habitualmente sólo existe en las grandes ciudades. Gracias a nuestro estilo de producción, podemos llegar también a las ciudades más chicas. Y para mí eso no tiene precio.”
Con su espectáculo Iñaki Baila, Urlezaga viene de enhebrar el Sur Argentino, pasando por Trelew, Puerto Madryn, Viedma, Bahía Blanca, Neuquén, Cutral-Có y Zapala en las últimas semanas. El ecléctico programa de la gira se conforma con el clásico Don Quijote (en adaptación de Lilian Giovine y Esmeralda Agoglia) y Pop, una coreografía del bailarín recientemente retirado del San Martín Miguel Angel Elías, sobre música de Freddie Mercury y Gloria Gaynor. Como broche final, Iñaki se presentará el 13 y 14 de abril en el Teatro Argentino de La Plata, cuando interpretará Giselle como apertura de la temporada del Ballet. “A mí la gente me pide que baile clásico. Aunque continuamente intentamos innovar el repertorio con tangos o contemporáneo, aún soy joven y siento la necesidad de bailar el repertorio tradicional, de manera que puedo satisfacer esa demanda. Sé que para lo moderno tengo mucho tiempo.” El rol del príncipe que se oculta tras vestiduras de plebeyo para conquistar a la frágil campesina es uno de los que mejor le sientan a Urlezaga, cuyo cuerpo de altura generosa y porte altanero impone una presencia muy atractiva sobre el escenario. Su increíble capacidad de despegar del piso provoca una impresión de liviandad a pesar de su tamaño, y la claridad de sus líneas impactan al espectador común tanto como impactaron a Sir Anthony Dowell (en el momento en que lo contrató para el Royal) y a Natalia Makarova (cuando lo eligió protagonista para su versión de La Bayadera hace pocos meses). “Lamentablemente no pude estrenar por esta distensión que tuve en el muslo. Supongo que lo bailaré a fines de abril, luego de mi gira por Argentina. Igualmente estuve ensayando hasta dos días antes del estreno y realmente me gratificó en lo profesional, ya que el trabajo con Makarova fue súper personalizado. La había conocido en Brasil, cuando fui a bailar El lago de los cisnes con Cecilia Kerche bajo su dirección, y en ese momento Natalia me dijo que la había deslumbrado como bailarín. Escuchar esas palabras de una étoile como Makarova no tiene precio.” Otras palabras para recordar son las que pronunció Debrah Bull, primera bailarina del Royal: “Bailar con él es como bailar con un Valium, tiene la tranquilidad de los grandes”.
A pesar de estar evidentemente acostumbrado a este tipo de reacciones, Iñaki no parece agrandado, como bien demuestra su empecinamiento en volver al pago, donde es admirado por sus correligionarios de Estudiantes de La Plata y por muchas chicas platenses que lo suelen perseguir. ¿Alguna relación afectiva será capaz de retenerlo en Londres? “Tuve dos relaciones importantes en Londres pero no sé si me hubiera quedado allá. Justamente, las dos mujeres con las que salí no eran argentinas ni inglesas; una era brasileña y la otra española (Tamara Rojo, a quien conoció bailando Romeo y Julieta), pero nunca pensé en no volver a mi país y hoy más que nunca pienso regresar a vivir acá: no sólo me compré un departamento sino que armé mi empresa (el Ballet Concierto) para trabajar acá. Por supuesto, me gustaría poder contar con el apoyo de empresas para que este proyecto siga creciendo cada vez más. En Europa tengo once sponsors que confían en mí y ponen dinero sólo cuando bailo yo. Me gustaría tener esa posibilidad en mi país, que las empresas inviertan en este tipo de espectáculos.Apoyar a la cultura es uno de los pilares de una sociedad: un pueblo educado y culto es invencible. Creo que la clase política debería, hoy más que nunca, hacer algo que llegue más al pueblo; pero cada vez que oigo la expresión medidas populares veo con pena que nunca se trata de eso.”

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