CINE > LISANDRO ALONSO, EL ASCETA DEL CINE ARGENTINO
Después de su celebrado y deslumbrante debut con La libertad, que lo llevó a Cannes y lo convirtió en una de las grandes promesas del cine actual, habla de su segunda película, Los muertos, el hipnótico relato de un hombre que acaba de salir de la cárcel y se enfrenta con eso que le es absolutamente desconocido: la libertad.
› Por Martín Pérez
Los muertos se proyecta los fines de semana en la Sala Lugones del Teatro San Martín (Av. Corrientes 1530). Hoy, el viernes 1, sábado 2, domingo 3, viernes 8, sábado 9 y domingo 10 a las 22 hs.
Esto no es una
película POR M.P. Eso no es una película, dijo un distribuidor local luego de ver La libertad, la opera prima de Lisandro Alonso. Esa película del Panza sobre un hachero en La Pampa, que el director del Festival de Cine porteño vio casi sin ninguna expectativa tres años atrás en un video entregado por alguien al que describió como un casi adolescente, inseguro y tímido. Pero después de recorrer los setenta y pico minutos de la película, no dudó en seleccionarla para la competencia oficial del festival. Una selección que no duró mucho, ya que poco después aquel director casi adolescente le pegaría un llamado para comunicarle que lo de Buenos Aires no podía ser,ya que le habían pedido la película de un festival francés. ¿Cuál?, preguntó Quintín. Cannes, respondió Alonso, como si pronunciara un nombre desconocido mientras a mí me temblaba el teléfono en las manos, y confirmaba que el tipo era un marciano, según describió el episodio el director del festival. Seleccionada por el Festival de Cannes para la sección A Certain Regard, La libertad se transformó casi inmediatamente en un objeto anómalo incluso dentro del anómalo Nuevo Cine Argentino. Ni documental ni ficción, ese extraño y fascinante estado de conciencia que es la narración de ese día de trabajo de Misael Saavedra se exhibió en una sola función especial en aquel festival porteño. Después partió hacia Cannes y Alonso se asoció con dos consagrados dentro de su ámbito como Pablo Trapero y Martín Rejtman para su explotación comercial. Aun cuando pasó de la nada a una extraña gloria, Alonso es un tipo humilde, que quiere filmar eso que no se ve, lo que sucede en la cabeza de sus protagonistas. Pero lo hace poniendo en pantalla lo que sin su cámara no se vería: el monte pampeano, la selva entrerriana. Todo el arte de Lisandro Alonso es el de escamotear las 22 horas y 47 minutos que le faltan al film para mostrar la verdadera jornada de Misael, escribió el crítico Thomas Sotinel en Le Monde, cuando la película fue exhibida en Cannes. Y agregó: La libertad es un logro intrigante que hace aflorar con gracia y gravedad la superficie de un mundo y su único habitante. |
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