Dom 26.09.2004
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CINE > LISANDRO ALONSO, EL ASCETA DEL CINE ARGENTINO

Para saber cómo es la libertad

Después de su celebrado y deslumbrante debut con La libertad, que lo llevó a Cannes y lo convirtió en una de las grandes promesas del cine actual, habla de su segunda película, Los muertos, el hipnótico relato de un hombre que acaba de salir de la cárcel y se enfrenta con eso que le es absolutamente desconocido: la libertad.

› Por Martín Pérez

“Pero ojo que el enfermo no soy yo”, se ataja Lisandro Alonso cuando se habla de cine. De su cine, más específicamente. Un cine que busca suceder en la cabeza del espectador, que se toma su tiempo para contar acciones simples y naturales. “Me gusta ser honesto en la manera de observar, ser lo más transparente posible, no hacer nada ingenioso para intentar que se den cuenta de lo piola que soy”, dice. “Y además, tratar de mostrar en la pantalla a esa gente que está escondida.” Gente como Misael, el hachero cuyo trabajo es el eje de su fascinante primer largometraje, La libertad. Y también Argentino, el islero que protagoniza la flamante Los muertos.
Pero hay que regresar al problema del cine y la enfermedad. Dice Alonso: “Los enfermos son ellos, los que hacen películas tradicionales. Porque cuentan siempre lo mismo, y lo hacen de la misma manera. Es un problema mundial, por eso se celebran tantos festivales. Porque es la única forma de ver películas diferentes. Aunque, en realidad, lo otro no son películas. Sólo es una forma más de sacarle guita a la gente”. Asistente de Nicolás Sarquís (“cadete, en realidad”, aclara) cuando el director estaba a cargo de la sección Contracampo del Festival de Mar del Plata, Lisandro confesó alguna vez que descubrió la existencia de otro tipo de cine cada vez que debía copiarle a Sarquís un video con una película de la sección. Ahí empezó a pensar que le gustaría hacer una película que pudiese ingresar en la sección Contracampo, donde se vieron, por ejemplo, las primeras películas de Abbas Kiarostami. Asistente de sonido de la película El descanso, Alonso alcanzó su sueño con su opera prima, La libertad, el sencillo relato de un día en la vida de un hachero de La Pampa que, cuando casi de la nada fue seleccionada para la sección A Certain Regard, del Festival de Cannes, transformó al “Panza” –así lo llamaban sus colegas– en un director a tener en cuenta dentro del Nuevo Cine Argentino.
Para ir de La libertad a Los muertos hay que mirar los lugares antes que la historia, según revela Alonso. “Siempre me fijo en los lugares que quiero filmar antes que en la historia. Y esta vez sabía que quería filmar en una cárcel y en la selva.” La cárcel es el Penal Nº 1 de Corrientes. “Una cárcel que tiene 180 años”, apunta Lisandro. Cuando por primera vez aparece Argentino en pantalla, es posible no darse cuenta de que está a punto de salir de la cárcel. “Porque hay mucho verde, y también hay hamacas. No es la típica cárcel. Y eso me gustó, porque no tenía el look tumbero. Porque para mí lo peor de estar preso no es el riesgo a que te agredan físicamente, que seguro que debe ser algo terrible, sino esa espera interior. Esos 20 o 30 años que el tipo se pasa sentado en una silla, mirando siempre para el mismo lado.” Una vez decidida la cárcel, la selva terminó siendo la que hay en las islas frente a la ciudad de Goya, donde viven unas trescientas personas. “Empecé en Misiones, pero los lugares no me daban: era demasiado selva. El tipo iba a parecer muy indio, y yo no quería eso”, confiesa Lisandro.
Un hombre sale de la cárcel después de haber estado preso durante mucho tiempo por haber matado a sus dos hermanos. Sale y se va a encontrar con su hija, que vive en las islas. Esa es la historia de Los muertos, que según confiesa Lisandro está inspirada en una novela de Dostoievski llamada La casa de los muertos. “Trata de un tipo que sale de la cárcel y huye de la gente”, explica. Y también en unos cuentos de Horacio Quiroga. “La historia de la película parte de un hecho sencillo pero extraordinario: un tipo sale de la cárcel, y siempre está la intriga de qué es lo que va a hacer”, explica. Pero el bautismo de la película, según aclara, no tiene que ver con los muertos con los que carga el protagonista. “Para mí los muertos son los tipos como él, que viven en las islas. Gente que vive sin sus necesidades básicas satisfechas, que está resignada a vivir de esa manera. El protagonista de Los muertos es un tiposin expresión y casi sin vida, y eso te das cuenta al ver dónde vive, dónde nació, dónde va. Y además, ahí donde vive, los que van presos siempre son los mismos. Para mí la idea de la película es mostrar un poco a esa clase de gente, que va andando por ahí. Resignados, revolviendo entre las sobras, sin pensar en lo que va a venir.”
Lo más atractivo de Los muertos es que apuesta a intentar ir un poco más allá de los logros alcanzados con la apuesta estética de La libertad...
–Acá hay un poquito más de guión. Y además el protagonista no está actuando de sí mismo, como lo hacía Misael en La libertad. Hay un avance, si se quiere, en tratar de que la gente tenga algo más de qué agarrarse. Porque en La libertad había momentos en que no sabían muy bien qué estaba pasando. Alguna vez llegué a preguntarme qué sentido tenía hacer películas como La libertad, si los exhibidores no quieren pasarla, por ejemplo. Pero esto, lo que intenté en Los muertos, es lo más que me puedo esforzar para tratar de hacer una película tradicional. Aunque confieso que si fuera por mí, en la película no hablaría nadie, porque no confío en las palabras. Y cada vez que los protagonistas hablan, siento que rompen el cuadro.
En La libertad era una mulita, acá en Los muertos se trata de un cabrito... Se te está haciendo costumbre sacrificar un animal en cámara por película...
–Cuando Los muertos se exhibió en un festival en Perú, se armó una cadena de mails con gente cuestionando la película por ese plano. Pero, en serio, yo siento que es lo más natural del mundo. Si lo hacen para un documental, nadie dice nada. Pero como es una película de ficción... Además, la escena de la cabra no estaba en el guión original, pero la incluí porque quería mostrar que el protagonista aún tenía fresca su capacidad de matar. Y cuando llegó el momento de filmar, Argentino lo hizo de una manera tan rápida y natural que nos sorprendió a todos.
¿Cuál fue el plano más difícil de filmar?
–Tal vez el de la escena de sexo con la prostituta, porque los tuve que dejar solos al camarógrafo con los protagonistas. Y porque para encontrar ese escenario nos tuvimos que meter en cada lado... Filmar ahí fue muy difícil. Mejor te cuento el plano que más me gusta, que es cuando el protagonista se sienta a tomar un helado al lado de la ruta. Porque es la primera vez que el tipo se siente libre desde que salió de la cárcel, un lujo que no se pueden dar los presos. Cuando estábamos filmando en la cárcel, muchos de ellos me decían que la única diferencia entre estar preso y estar libre era que afuera podían beber todo el alcohol que quisieran. Y en esta escena el tipo ya hizo todo lo que tenía que hacer al salir: comprarle alguna cosa a su hija, pagarse una prostituta. Y está ahí sentado, haciendo nada, viendo cómo pasa la vida. Pero en libertad.

Los muertos se proyecta los fines de semana en la Sala Lugones del Teatro San Martín (Av. Corrientes 1530). Hoy, el viernes 1, sábado 2, domingo 3, viernes 8, sábado 9 y domingo 10 a las 22 hs.

“Esto no es una película”
El extraño camino que llevó a Alonso a Cannes.

POR M.P.

“Eso no es una película”, dijo un distribuidor local luego de ver La libertad, la opera prima de Lisandro Alonso. Esa película del “Panza” sobre un hachero en La Pampa, que el director del Festival de Cine porteño vio casi sin ninguna expectativa tres años atrás en un video entregado por alguien al que describió como un casi adolescente, inseguro y tímido. Pero después de recorrer los setenta y pico minutos de la película, no dudó en seleccionarla para la competencia oficial del festival. Una selección que no duró mucho, ya que poco después aquel director casi adolescente le pegaría un llamado para comunicarle que lo de Buenos Aires no podía ser,ya que le habían pedido la película de un festival francés. “¿Cuál?”, preguntó Quintín. “Cannes”, respondió Alonso, “como si pronunciara un nombre desconocido mientras a mí me temblaba el teléfono en las manos, y confirmaba que el tipo era un marciano”, según describió el episodio el director del festival. Seleccionada por el Festival de Cannes para la sección A Certain Regard, La libertad se transformó casi inmediatamente en un objeto anómalo incluso dentro del anómalo Nuevo Cine Argentino. Ni documental ni ficción, ese extraño y fascinante estado de conciencia que es la narración de ese día de trabajo de Misael Saavedra se exhibió en una sola función especial en aquel festival porteño. Después partió hacia Cannes y Alonso se asoció con dos consagrados –dentro de su ámbito– como Pablo Trapero y Martín Rejtman para su explotación comercial. Aun cuando pasó de la nada a una extraña gloria, Alonso es un tipo humilde, que quiere filmar eso que no se ve, lo que sucede en la cabeza de sus protagonistas. Pero lo hace poniendo en pantalla lo que sin su cámara no se vería: el monte pampeano, la selva entrerriana. “Todo el arte de Lisandro Alonso es el de escamotear las 22 horas y 47 minutos que le faltan al film para mostrar la verdadera jornada de Misael”, escribió el crítico Thomas Sotinel en Le Monde, cuando la película fue exhibida en Cannes. Y agregó: “La libertad es un logro intrigante que hace aflorar con gracia y gravedad la superficie de un mundo y su único habitante”.

 

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