Dom 03.10.2004
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TV: LA GLORIOSA MALA QUE HACE ERICA WALLNER EN PADRE CORAJE

Perfidia

› Por Moira Soto

Ellas no necesitan, como el intendente Costa, la coartada del Diablo para hacer el Mal. En La Cruz, el infierno chico de la tira Padre Coraje, Ana y Marcia son dos villanas vocacionales, alevosas, que disfrutan a full del daño que infligen. Ana (grande, Zampini) es la hermana de Clara (ay, Dupláa), la buena que se va a quedar con el galán rubio con capacidades apócrifas (celebra misa y administra sacramentos sin ser cura) que tiene a su vez un hermano con capacidades diferentes, ambos hijos de Amanda, la de la voz de falsete (Benedetto ¿quién otra?) que ahorita nomás se está muriendo de leucemia. Marcia, devota y maternal cómplice de lo que Ana guste mandar, es una suerte de dama de compañía en la huella imborrable de la señora Danvers de Rebecca (1940), de Hitchcock.
Como aquella siniestra pero a la postre romántica hasta la inmolación ama de llaves, Marcia va de negro austero, el pelo tirante sujeto en un chignon, casi siempre irrumpe en un segundo plano, detrás de Ana o de otros personajes. Sombra siniestra, Marcia tiene la máscara y la voz atinentes de Erica Wallner, venida de España para interpretar a esta malvada tan rencorosa como la chica a la que ha adoptado por su cuenta (Marcia amó al finado padre de Ana, y ésta a su vez sabe que Elisa la tuvo para tratar de salvar un matrimonio que se iba a pique) y con la que mantiene una relación simbiótica que potencia los estragos que causan. Acaso la fetichista señora Danvers tuvo un vínculo parecido con esa Rebecca que no era trigo limpio precisamente, pero desde el enamoramiento total. Danvers le hacía la vida invivible a la inocentona reemplazante de su ama con la misma crueldad con que Marcia y Ana martirizan a Clara. Como una lady Macbeth de entrecasa, Ana propone y Marcia dispone con té de arsénico o embadurnando escaleras, depende de la víctima. En Padre Coraje, el mayordomo no es el asesino, se toma mate con Salus y la vileza tiene cara de mujer. O de gruñón can siberiano, casi de hombre lobo sudamericano, si se considera la mimetización de Raúl Rizzo, el intendente que se ha convertido en esclavo del Demonio. Porque acá, puesto que estamos en los ‘50, no se podrán deslizar chivos publicitarios, pero tampoco, aunque hay cultos satánicos, está el macho cabrío que solía representar al Maligno en las alucinadas noches del Sabat.

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