Dom 07.07.2002
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LA GUERRA DE LOS CLONES

POLEMICAS
Por un lado, las grandes discográficas embisten con todo su poderío legal. Por otro, la comunidad internética se las ingenia para sortear las trabas jurídicas y tecnológicas que intentan impedir el intercambio gratuito de música en Internet. El reciente cierre de Audiogalaxy reavivó la guerra. Pero lo que está en juego es mucho más: la posibilidad para miles de bandas de ofrecer su música sin depender de las corporaciones y el fin de las legislaciones nacionales con la imposición de una serie de leyes transnacionales para proteger a los propietarios norteamericanos.

› Por Mariana Enriquez

Las nuevas tecnologías están amenazando a las grandes compañías discográficas, e incluso a los estudios cinematográficos. No están heridos de muerte, claro está, pero la situación es lo suficientemente preocupante como para que las corporaciones empiecen a tomar medidas. Es que las nuevas tecnologías trajeron consigo la piratería, desde que se pueden copiar cds y DVDs. Copiar de compact a compact es un fenómeno relativamente nuevo, hasta hace poco imposible. Ahora, gracias a Philips, no puede ser más fácil. Sólo se necesita una PC con una copiadora de cds compatible (el “cd burner”) y bajar (download) los temas elegidos al disco rígido y de ahí a un cd virgen. Se puede hacer de compact a compact o de un MP3 (archivo de audio) bajado de Internet. Los fabricantes insisten en que los cds virgen no tienen por qué ser usados exclusivamente para copiar música: pueden ser para salvar discos rígidos, programas o música propia. Pero es rara la coincidencia entre la caída de ventas de cds y el aumento de ventas de los cd-r (cds vírgenes). En Estados Unidos se venden 1300 millones de cd-r contra 942 millones de cds originales. En Alemania el fenómeno es aún más impresionante, porque se venden más del doble de cds virgen que originales. Los cassetes quedaron atrás hace rato, y se vende uno por cada veintisiete cd-r. Es predecible que las discográficas no van a quedarse sentadas tranquilamente viendo cómo pierden plata.
Desde el año pasado, los fanáticos de la música que no pueden o no quieren gastar en comprar discos nuevos están acumulando malas noticias. Napster, el ya mítico servicio de intercambio de música, tuvo que empezar a cobrar en el 2001 y ahora está en bancarrota. Y el mes pasado tuvo que cerrar sus puertas Audiogalaxy, una variante de Napster que se había convertido en igual de popular.
La explicación del derrumbe de los servicios interactivos es tan predecible como antipática: la industria discográfica está más interesada que nunca en destruir la piratería, desde que el cd-r reemplazó al cassette como forma elegida para copiar música. Paradójicamente, durante el furor de Napster, las ventas de cds originales aumentaron. Ahora –y los ejecutivos lo atribuyen sólo a la piratería– bajaron un 1,2% en todo el mundo. Por supuesto, la industria no apunta a la piratería personal del individuo que está en casa o en un cybercafé armándose un compilado, sino a los piratas organizados que montan auténticas empresas, pero la ofensiva apenas distingue entre los que hacen copias para uso personal y el hampa, porque los métodos de disuasión de las discográficas afectan a todos. La industria se pregunta dónde se traza la línea entre copia inocente y piratería: como no lo sabe, decide que la copia casera es tan amenazadora como la piratería organizada.
Lo único que la industria no está considerando, obviamente, es bajar el precio de los compacts. No creen que sea “ético” competir con actividades ilegales, ni que disuada a los piratas. La estrategia para parar el goteo de las discográficas tiene dos patas: por un lado impedir que los cds puedan ser copiados; por otro, anular los servicios en red de intercambio de archivos de audio. La batalla se está dando, y aunque por ahora el triunfo de las discográficas no es contundente, avanzan sin pausa hacia la victoria.

La ofensiva
Hace dos meses, las discográficas tuvieron un grave traspié. The Eminem Show, el nuevo disco del rapper blanco norteamericano Eminem fue celebrado con bombos y platillos como uno de los discos más protegidos de la historia. Nadie en la compañía podía tener una copia personal antes del lanzamiento y, para exagerar cuidados, era destruido en la cara de los ejecutivos ni bien terminaban de escucharlo. Aun así, un mes antes de que llegara a las disquerías, The Eminem Show estaba en Internet, y en las esquinas de todas las grandes ciudades se vendía a un cuarto de su precio de lanzamiento. Tuvieron que adelantar la salida para mayo por “un nivel de piratería sin precedentes”, según declararon. Con clásica elegancia, Eminem dijo que quería “cagar a patadas” al “hijo de puta” que puso sus cosas en Internet. Si ningún empleado o periodista lo tenía, la única fuente podía ser la fábrica o el estudio de grabación. Esta última teoría la sostienen los que recuerdan la versión sin mezclar de Heathen Chemistry, el nuevo disco de Oasis que apareció en la red hace tres meses y arruinó el lanzamiento de los hermanos Gallagher.
Para evitar más casos como estos, las cinco grandes compañías (Sony, BMG, EMI, Warner y Universal) están tratando de encontrar mecanismos tecnológicos para prevenir la copia de cds. Una de las variantes consideradas es la que está estudiando Sony (cuyo departamento técnico, paradójicamente, co-patentó el cd-burner con Philips), llamada Cactus Data Shield. Funciona agregando sonidos supuestamente indetectables en un equipo de audio, pero que se escuchan muy claro cuando se reproduce el cd en una computadora. Este año se lanzaron un millón de cds con esta tecnología en Europa, pero las compañías se niegan a decir de qué artistas. Quienes los han usado aseguran que estos ruidos sí se escuchan en equipos, y que incluso a alto volumen pueden destrozar parlantes. Otra idea de Sony es bastante más rudimentaria: se trata de garabatear alrededor del borde del disco con una lapicera especial, alguna cosa que impediría copias. Con este sistema lanzaron un disco de Celine Dion, A New Day Has Come. Pero Sony fue rápidamente puesta en ridículo cuando los usuarios descubrieron que la marca se puede neutralizar tapándola con cinta adhesiva.
Una alternativa que también se usó fue lanzar discos con una pista falsa, que en vez de una canción contiene datos. Como los discos duros de las computadoras están programados para leer archivos de datos primero, la máquina trata infructuosamente de leer los falsos datos, y nunca puede leer la música del compact. El efecto es que el cd sólo se puede escuchar en equipos, pero no en cd-roms. Sony ha enviado más de once millones de cds protegidos así a Europa, la mayoría a Alemania. Un inconveniente a tener en cuenta es que este sistema puede destrozar discos rígidos, especialmente de Macintosh.

Ataque a la red
La organización que inicia todas las demandas contra servicios interactivos de intercambio de MP3 es la Recording Industry Association of America o, más fácil, la RIAA, que nuclea a las cinco grandes discográficas. Su primera victoria fue arruinar Napster el año pasado, y ahora consiguió cerrar Audiogalaxy, el sustituto favorito con casi sesenta millones de usuarios. La RIAA demandó a Audiogalaxy por el mismo delito que a Napster: violación de la ley de copyright. Es una victoria a medias, porque Audiogalaxy tenía un servidor centralizado, es decir que la compañía tenía algún control sobre los tipos de archivos intercambiados en el sistema. En el caso Napster –que sentó jurisprudencia– el juez determinó que son sólo estos sistemas centralizados los que violan la ley.
Pero la RIAA no se detiene y ahora están demandando a Kazaa y Morpheus, dos sistemas de intercambio de archivos descentralizados, en que cada usuario conectado a la red funciona como servidor. Para cerrar la red, cada usuario debe ser removido. Tanto Kazaa como Morpheus usaban Fast Track, un sistema que convierte a los discos rígidos de usuarios individuales en servidores. Estas redes, llamadas redes descentralizadas, operan de la misma manera que una telaraña. Si un servidor se cierra, los otros brindan datos para que continúe el flujo.
Por ahora, poco pueden hacer contra los millones de usuarios de sistemas descentralizados, pero Cary Sherman, el presidente de la RIAA, afirmó que “entendemos que tenemos que hacer estas demandas caso por caso y continuarlas para convertir Internet en un espacio donde puedan florecer negocios legítimos. Por eso el caso contra Kazaa es tan importante, porque queremos establecer también una ley para sistemas de este tipo”.
A la RIAA hasta se le pueden hacer las cosas más fáciles después de lo que pasó el mes pasado. Morpheus y Kazaa se separaron después de un problema tecnológico-empresarial tedioso de explicar, pero que le daría elementos a la RIAA para pensar que, en realidad, no es cierto que se trataba de redes descentralizadas. Después de la separación, Kazaa se quedó usando Fast Track, y Morpheus se pasó a Gnutella, que sería un sistema realmente descentralizado. Pero la RIAA tiene dudas, bastante fundadas. Matt Oppenheim, el vicepresidente de RIAA dijo que “estuvimos diciendo todo este tiempo que ellos controlan el sistema, y esto lo prueba”. Si la RIAA tiene razón, podrán eventualmente sacar de la red a estos servicios. Morpheus tiene que mantenerse descentralizada porque ésa es la base legal de su defensa. Sus abogados se basan en que las redes descentralizadas son legales citando el caso de jurisprudencia de 1984 de la Corte Suprema de los EE.UU. que protegía a las videocaseteras de los juicios por violación de copyright, aduciendo que quienes las manufacturaban no podían controlar cómo usaban los usuarios la tecnología.
Morpheus ya se convirtió en un clásico, y su cierre sería un cataclismo. El programa fue bajado 71 millones de veces en año pasado. En su sistema ya hay gente legendaria como Dan Verner, un oferente de archivos que tiene una colección de 54 gigabytes, con más de 2500 películas e infinitos archivos de audio. Hace una década, Verner era sólo otro fan de la música que no tenía mayor idea de computadoras. De profesión electricista, sufrió una descarga que lo tumbó desde lo alto de una escalera: después del accidente, no sólo quedó con una vértebra rota sino que tuvo un infarto, y eso acabó con su carrera. Con la plata del seguro se quedó en casa, y compró una computadora para matar el tiempo. Poco después se convirtió en el usuario más buscado: todos quieren su colección. Ofrece de a 1900 títulos por vez, y a cada usuario lo deja bajar de a ocho, para que no se engolosinen y den oportunidad a todos. Tiene más películas de las que puede ver y música de la que puede escuchar, pero se considera un benefactor. “Estoy haciendo un servicio público”, dice, “y las compañías que pierden plata son demasiado codiciosas”. Otro personaje famoso de Morpehus es Canary, que tiene 3.000 archivos y deja la línea abierta todo el día para que los demás bajen a gusto. “Si pedimos prestados las herramientas a nuestros vecinos, ¿le estamos robando al que fabrica las herramientas?”, se pregunta Canary cuando escucha los reclamos de las corporaciones.

El peso de la ley
Los representantes de los estudios de cine y las discográficas completan la ofensiva haciendo lobby en Washington para las futuras legislaciones de copyright que se promulgarán en el 2004. Estados Unidos ya tiene una ley propia, la America’s Digital Millenium Copyright Act, impulsada por los lobbistas y que supuestamente “limita la piratería y promueve la creatividad”. Se la critica porque es muy amplia para definir lo que es ilegal al copiar. Hacer un back-up de un disco rígido podría considerarse ilegal: las restricciones son poco específicas. Pero por mucho que los activistas rezonguen, los lobbistas de esta ley tienen poder en Washington y forman la International Intellectual Property Alliance que incluye a la Motion Picture Association of America, la RIAA, la Business Software Alliance (que incluye a Microsoft, Adobe y Apple) y varios más.
La idea de los lobbistas es pasar las fronteras para mundializar esta ley. Por eso se formó un cuerpo internacional de representantes de los gobiernos, el World Intellectual Property Organization, que busca globalizar leyes y anunciar nuevas líneas de acción para buscar y encontrar piratas digitales. Habrá nueva legislación para protección de copyright de programas de computadora, películas, música y libros. Los tratados que allí se firmarán darán un marco general para que los países los conviertan en leyes nacionales, pero se espera que sean iguales a la America’s Digital Millenium Copyright Act, la primera legislación diseñada para proteger propiedad intelectual en la red. Para aquellos que no firmen los tratados de WIPO, los Estados Unidos impondrá restricciones comerciales a los países que no tengan una legislación similar que proteja a los propietarios norteamericanos. Se firmará con 30 países y lo que significa es que deja de importar lo que determinen los jueces locales: por ejemplo, en Holanda ya se estableció que el Kazaa no viola el copyright, pero si salen estas leyes globales, ese veredicto no será tenido en cuenta. Y la posibilidad de encontrar piratas digitales transfrontera es una realidad: en febrero, John Sankus, el cofundador de la red de piratería DrinkorDie se declaró culpable de violación de copyright, y fue el primer pirata digital en ser capturado después de una serie de raids en Estados Unidos, Australia, Inglaterra, Finlandia y Noruega.

La contraofensiva
En medio de toda esta pelea corporativa, ni los usuarios ni los artistas tienen opinión. Para tratar de que sus voces se escuchen hay varias organizaciones, las más importantes Boycott RIAA (que sirve sobre todo para publicar diferentes opiniones y debatir) y Future of Music Coalition, que nuclea a algunos músicos y usuarios. En opinión de quienes defienden la posibilidad de bajar música de Internet, el tema de derechos de autor y demás es sólo una cortina de humo para oscurecer el interés principal de las discográficas: controlar la distribución.
La línea editorial de Boycott RIAA incluye declaraciones como ésta: “Soy un fan de la música, y desde que aparecieron los MP3 tuve la oportunidad de escuchar a artistas que nunca hubiera conocido si dependiera de la RIAA ponerlos en el mercado. La RIAA está perdiendo el control sobre los canales de distribución y no les gusta. Durante años, las grandes compañías han hecho todo lo posible por desalentar a artistas nuevos y no es creíble que alegue protegerlos. Para enrarecer el debate, enarbolan asuntos que tienen que ver con el copyright. Una solución sería que una agencia independiente controle el número de downloads y que los artistas y compositores cobren cada vez que su música es bajada o se reproduce por algún medio en la red. No quiero estar limitado a comprar un cd que tiene doce canciones si sólo me gusta un tema. Los simples casi no existen, o son demasiado caros. En 1999 las Cinco Grandes editaron 2600 cds, pero ese mismo año Napster firmó con 17.000 bandas nuevas que editan su música en formato MP3, básicamente porque estas bandas no tienen acceso a los canales tradicionales de distribución (que controlan los grandes sellos) o eligen no firmar contratos que los despojen de sus derechos. Los MP3 les dieron a estos nuevos artistas un canal de distribución que no tenían antes, y a los fans de la música opciones que no tenían antes. Eso les da terror a los sellos, y por eso están persiguiendo a las nuevas tecnologías”.
La batalla está en estos términos, y todos amenazan con dar nuevos pasos. Los que defienden la tecnología insisten en continuar boicoteando cualquier medida de seguridad. Los sellos amenazan con empezar a vender barato en forma digital: Universal sostiene que venderá canciones a 99 centavos y discos digitales a 9 dólares. Pero ya amenazaron con esto en pleno escándalo Napster, y nunca lanzaron más de 200 canciones y a un precio de más de dos dólares cada una. Lo cierto es que, nuevamente, como con las videocaseteras y los cassetes, se está rearmando el campo tecnológico, y nadie sabe cómo quedará el mapa definitivo cuando la pelea culmine.

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