POLEMICAS
Por un lado, las grandes discográficas embisten con todo su poderío legal. Por otro, la comunidad internética se las ingenia para sortear las trabas jurídicas y tecnológicas que intentan impedir el intercambio gratuito de música en Internet. El reciente cierre de Audiogalaxy reavivó la guerra. Pero lo que está en juego es mucho más: la posibilidad para miles de bandas de ofrecer su música sin depender de las corporaciones y el fin de las legislaciones nacionales con la imposición de una serie de leyes transnacionales para proteger a los propietarios norteamericanos.
› Por Mariana Enriquez
La ofensiva
Hace dos meses, las
discográficas tuvieron un grave traspié. The Eminem Show, el nuevo
disco del rapper blanco norteamericano Eminem fue celebrado con bombos y platillos
como uno de los discos más protegidos de la historia. Nadie en la compañía
podía tener una copia personal antes del lanzamiento y, para exagerar
cuidados, era destruido en la cara de los ejecutivos ni bien terminaban de escucharlo.
Aun así, un mes antes de que llegara a las disquerías, The Eminem
Show estaba en Internet, y en las esquinas de todas las grandes ciudades se
vendía a un cuarto de su precio de lanzamiento. Tuvieron que adelantar
la salida para mayo por un nivel de piratería sin precedentes,
según declararon. Con clásica elegancia, Eminem dijo que quería
cagar a patadas al hijo de puta que puso sus cosas en
Internet. Si ningún empleado o periodista lo tenía, la única
fuente podía ser la fábrica o el estudio de grabación.
Esta última teoría la sostienen los que recuerdan la versión
sin mezclar de Heathen Chemistry, el nuevo disco de Oasis que apareció
en la red hace tres meses y arruinó el lanzamiento de los hermanos Gallagher.
Para evitar más casos como estos, las cinco grandes compañías
(Sony, BMG, EMI, Warner y Universal) están tratando de encontrar mecanismos
tecnológicos para prevenir la copia de cds. Una de las variantes consideradas
es la que está estudiando Sony (cuyo departamento técnico, paradójicamente,
co-patentó el cd-burner con Philips), llamada Cactus Data Shield. Funciona
agregando sonidos supuestamente indetectables en un equipo de audio, pero que
se escuchan muy claro cuando se reproduce el cd en una computadora. Este año
se lanzaron un millón de cds con esta tecnología en Europa, pero
las compañías se niegan a decir de qué artistas. Quienes
los han usado aseguran que estos ruidos sí se escuchan en equipos, y
que incluso a alto volumen pueden destrozar parlantes. Otra idea de Sony es
bastante más rudimentaria: se trata de garabatear alrededor del borde
del disco con una lapicera especial, alguna cosa que impediría copias.
Con este sistema lanzaron un disco de Celine Dion, A New Day Has Come. Pero
Sony fue rápidamente puesta en ridículo cuando los usuarios descubrieron
que la marca se puede neutralizar tapándola con cinta adhesiva.
Una alternativa que también se usó fue lanzar discos con una pista
falsa, que en vez de una canción contiene datos. Como los discos duros
de las computadoras están programados para leer archivos de datos primero,
la máquina trata infructuosamente de leer los falsos datos, y nunca puede
leer la música del compact. El efecto es que el cd sólo se puede
escuchar en equipos, pero no en cd-roms. Sony ha enviado más de once
millones de cds protegidos así a Europa, la mayoría a Alemania.
Un inconveniente a tener en cuenta es que este sistema puede destrozar discos
rígidos, especialmente de Macintosh.
Ataque a la red
La organización
que inicia todas las demandas contra servicios interactivos de intercambio de
MP3 es la Recording Industry Association of America o, más fácil,
la RIAA, que nuclea a las cinco grandes discográficas. Su primera victoria
fue arruinar Napster el año pasado, y ahora consiguió cerrar Audiogalaxy,
el sustituto favorito con casi sesenta millones de usuarios. La RIAA demandó
a Audiogalaxy por el mismo delito que a Napster: violación de la ley
de copyright. Es una victoria a medias, porque Audiogalaxy tenía un servidor
centralizado, es decir que la compañía tenía algún
control sobre los tipos de archivos intercambiados en el sistema. En el caso
Napster que sentó jurisprudencia el juez determinó
que son sólo estos sistemas centralizados los que violan la ley.
Pero la RIAA no se detiene y ahora están demandando a Kazaa y Morpheus,
dos sistemas de intercambio de archivos descentralizados, en que cada usuario
conectado a la red funciona como servidor. Para cerrar la red, cada usuario
debe ser removido. Tanto Kazaa como Morpheus usaban Fast Track, un sistema que
convierte a los discos rígidos de usuarios individuales en servidores.
Estas redes, llamadas redes descentralizadas, operan de la misma manera que
una telaraña. Si un servidor se cierra, los otros brindan datos para
que continúe el flujo.
Por ahora, poco pueden hacer contra los millones de usuarios de sistemas descentralizados,
pero Cary Sherman, el presidente de la RIAA, afirmó que entendemos
que tenemos que hacer estas demandas caso por caso y continuarlas para convertir
Internet en un espacio donde puedan florecer negocios legítimos. Por
eso el caso contra Kazaa es tan importante, porque queremos establecer también
una ley para sistemas de este tipo.
A la RIAA hasta se le pueden hacer las cosas más fáciles después
de lo que pasó el mes pasado. Morpheus y Kazaa se separaron después
de un problema tecnológico-empresarial tedioso de explicar, pero que
le daría elementos a la RIAA para pensar que, en realidad, no es cierto
que se trataba de redes descentralizadas. Después de la separación,
Kazaa se quedó usando Fast Track, y Morpheus se pasó a Gnutella,
que sería un sistema realmente descentralizado. Pero la RIAA tiene dudas,
bastante fundadas. Matt Oppenheim, el vicepresidente de RIAA dijo que estuvimos
diciendo todo este tiempo que ellos controlan el sistema, y esto lo prueba.
Si la RIAA tiene razón, podrán eventualmente sacar de la red a
estos servicios. Morpheus tiene que mantenerse descentralizada porque ésa
es la base legal de su defensa. Sus abogados se basan en que las redes descentralizadas
son legales citando el caso de jurisprudencia de 1984 de la Corte Suprema de
los EE.UU. que protegía a las videocaseteras de los juicios por violación
de copyright, aduciendo que quienes las manufacturaban no podían controlar
cómo usaban los usuarios la tecnología.
Morpheus ya se convirtió en un clásico, y su cierre sería
un cataclismo. El programa fue bajado 71 millones de veces en año pasado.
En su sistema ya hay gente legendaria como Dan Verner, un oferente de archivos
que tiene una colección de 54 gigabytes, con más de 2500 películas
e infinitos archivos de audio. Hace una década, Verner era sólo
otro fan de la música que no tenía mayor idea de computadoras.
De profesión electricista, sufrió una descarga que lo tumbó
desde lo alto de una escalera: después del accidente, no sólo
quedó con una vértebra rota sino que tuvo un infarto, y eso acabó
con su carrera. Con la plata del seguro se quedó en casa, y compró
una computadora para matar el tiempo. Poco después se convirtió
en el usuario más buscado: todos quieren su colección. Ofrece
de a 1900 títulos por vez, y a cada usuario lo deja bajar de a ocho,
para que no se engolosinen y den oportunidad a todos. Tiene más películas
de las que puede ver y música de la que puede escuchar, pero se considera
un benefactor. Estoy haciendo un servicio público, dice,
y las compañías que pierden plata son demasiado codiciosas.
Otro personaje famoso de Morpehus es Canary, que tiene 3.000 archivos y deja
la línea abierta todo el día para que los demás bajen a
gusto. Si pedimos prestados las herramientas a nuestros vecinos, ¿le
estamos robando al que fabrica las herramientas?, se pregunta Canary cuando
escucha los reclamos de las corporaciones.
El peso de la ley
Los representantes
de los estudios de cine y las discográficas completan la ofensiva haciendo
lobby en Washington para las futuras legislaciones de copyright que se promulgarán
en el 2004. Estados Unidos ya tiene una ley propia, la Americas Digital
Millenium Copyright Act, impulsada por los lobbistas y que supuestamente limita
la piratería y promueve la creatividad. Se la critica porque es
muy amplia para definir lo que es ilegal al copiar. Hacer un back-up de un disco
rígido podría considerarse ilegal: las restricciones son poco
específicas. Pero por mucho que los activistas rezonguen, los lobbistas
de esta ley tienen poder en Washington y forman la International Intellectual
Property Alliance que incluye a la Motion Picture Association of America, la
RIAA, la Business Software Alliance (que incluye a Microsoft, Adobe y Apple)
y varios más.
La idea de los lobbistas es pasar las fronteras para mundializar esta ley. Por
eso se formó un cuerpo internacional de representantes de los gobiernos,
el World Intellectual Property Organization, que busca globalizar leyes y anunciar
nuevas líneas de acción para buscar y encontrar piratas digitales.
Habrá nueva legislación para protección de copyright de
programas de computadora, películas, música y libros. Los tratados
que allí se firmarán darán un marco general para que los
países los conviertan en leyes nacionales, pero se espera que sean iguales
a la Americas Digital Millenium Copyright Act, la primera legislación
diseñada para proteger propiedad intelectual en la red. Para aquellos
que no firmen los tratados de WIPO, los Estados Unidos impondrá restricciones
comerciales a los países que no tengan una legislación similar
que proteja a los propietarios norteamericanos. Se firmará con 30 países
y lo que significa es que deja de importar lo que determinen los jueces locales:
por ejemplo, en Holanda ya se estableció que el Kazaa no viola el copyright,
pero si salen estas leyes globales, ese veredicto no será tenido en cuenta.
Y la posibilidad de encontrar piratas digitales transfrontera es una realidad:
en febrero, John Sankus, el cofundador de la red de piratería DrinkorDie
se declaró culpable de violación de copyright, y fue el primer
pirata digital en ser capturado después de una serie de raids en Estados
Unidos, Australia, Inglaterra, Finlandia y Noruega.
La contraofensiva
En medio de toda
esta pelea corporativa, ni los usuarios ni los artistas tienen opinión.
Para tratar de que sus voces se escuchen hay varias organizaciones, las más
importantes Boycott RIAA (que sirve sobre todo para publicar diferentes opiniones
y debatir) y Future of Music Coalition, que nuclea a algunos músicos
y usuarios. En opinión de quienes defienden la posibilidad de bajar música
de Internet, el tema de derechos de autor y demás es sólo una
cortina de humo para oscurecer el interés principal de las discográficas:
controlar la distribución.
La línea editorial de Boycott RIAA incluye declaraciones como ésta:
Soy un fan de la música, y desde que aparecieron los MP3 tuve la
oportunidad de escuchar a artistas que nunca hubiera conocido si dependiera
de la RIAA ponerlos en el mercado. La RIAA está perdiendo el control
sobre los canales de distribución y no les gusta. Durante años,
las grandes compañías han hecho todo lo posible por desalentar
a artistas nuevos y no es creíble que alegue protegerlos. Para enrarecer
el debate, enarbolan asuntos que tienen que ver con el copyright. Una solución
sería que una agencia independiente controle el número de downloads
y que los artistas y compositores cobren cada vez que su música es bajada
o se reproduce por algún medio en la red. No quiero estar limitado a
comprar un cd que tiene doce canciones si sólo me gusta un tema. Los
simples casi no existen, o son demasiado caros. En 1999 las Cinco Grandes editaron
2600 cds, pero ese mismo año Napster firmó con 17.000 bandas nuevas
que editan su música en formato MP3, básicamente porque estas
bandas no tienen acceso a los canales tradicionales de distribución (que
controlan los grandes sellos) o eligen no firmar contratos que los despojen
de sus derechos. Los MP3 les dieron a estos nuevos artistas un canal de distribución
que no tenían antes, y a los fans de la música opciones que no
tenían antes. Eso les da terror a los sellos, y por eso están
persiguiendo a las nuevas tecnologías.
La batalla está en estos términos, y todos amenazan con dar nuevos
pasos. Los que defienden la tecnología insisten en continuar boicoteando
cualquier medida de seguridad. Los sellos amenazan con empezar a vender barato
en forma digital: Universal sostiene que venderá canciones a 99 centavos
y discos digitales a 9 dólares. Pero ya amenazaron con esto en pleno
escándalo Napster, y nunca lanzaron más de 200 canciones y a un
precio de más de dos dólares cada una. Lo cierto es que, nuevamente,
como con las videocaseteras y los cassetes, se está rearmando el campo
tecnológico, y nadie sabe cómo quedará el mapa definitivo
cuando la pelea culmine.
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