Dom 08.01.2006
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TEATRO > LA OBRA FEMENINA DIRIGIDA POR NORMA ALEANDRO

La boda de mi mejor amiga

Despunta en el horizonte del teatro otro batacazo femenino: después de Brujas, Monólogos de la vagina, Confesiones de mujeres de 30 y Porteñas, llega Cinco mujeres con un mismo vestido, una comedia dirigida por Norma Aleandro, con cinco actrices dispuestas a aprovechar la oportunidad y con guión del autor de Belleza americana y Six Feet Under. Radar vio los ensayos antes del estreno y se anticipa.

› Por Cecilia Sosa

Como pocos estrenos del circuito local, Cinco mujeres con el mismo vestido parece contar con la fórmula del éxito asegurado: la dirección de la gran-actriz-nacional Norma Aleandro; la suntuosa sala del revisteril Teatro Maipo; la probada tradición comedia-confesional-femenina; el vestuario de Renata Schussheim; un catálogo de cinco actrices hermosas y marketineras, y el texto picante y zumbón de Alan Ball, guionista del film Belleza americana (1999) y de la exitosa serie norteamericana Six Feet Under. Un inédito combo listo para brillar largo y parejo entre un público tan variado como amplio en sus miras escénicas.

LA HISTORIA

Una boda, qué mejor. Y cinco damas de honor, condenadas a lucir un mismo vestido, y refugiadas (cada una por razones diversas) en un único cuarto desde el que se puede seguir la elegancia comme il faut del casamiento de Lucy, la odiada-ausente de la obra. Todo listo para desempolvar viejos secretos y rencores, abusos infantiles, celos adolescentes, amarguras actuales y desavenencias varias. ¿El espectador? ¡En éxtasis! Si el teatro (o al menos este tipo de teatro) es espión por naturaleza, en Cinco mujeres... las posibilidades voyeurísticas se encuentran maravillosamente duplicadas.

EL CATALOGO

Todos los estereotipos presentes. Aunque con el cuidado –al decir de la propia directora– de no ser “obvios”. La rebelde hermanita menor, portadora del más turbio secreto (Verónica Pelaccini); la experimentada amiga bella en decadencia (Valeria Lorca) que ve trastabillar su cinismo ante el género masculino al conocer a un Adonis (ver muñeco de torta); una prima cándida y tomada por una atemporal fiebre religiosa (Bernarda Pages); la hermosa prima mayor (Romina Gaetani) angustiada por su fracaso matrimonial y propensa al desequilibrio emocional; y la hermana del novio (Florencia Raggi), lesbiana pero capaz de desfilar como una “auténtica” mujer y lista para escandalizar con sus encantadoras irreverencias. Y de yapa, un colorido surtido de insultos cachondos, drogas, sexo oral, brindis con tequila y contoneos varios; perfectos para exaltar a la abuela y agasajar al marido cansino.

LA TRADICION

Cinco mujeres... se inscribe en la tradición cinco-mujeres-cinco iniciada en Brujas, aquel gran éxito de los ’90, donde Moria Casán despuntó sus dotes actorales, y se continuó más o menos exitosamente en Monólogos de la vagina, Confesiones de mujeres de 30 y Porteñas. Un formato con sobradas pruebas de éxito no exclusivo a la platea femenina.

LAS ACTRICES

“Actrices de teatro que también trabajan en televisión”, Aleandro dixit. Definición un tanto excesiva para la polkera Gaetani (aunque muy bien en su Georgina, la prima mayor), y la modelo Raggi, que viene de brillar en un desnudo-reemplazo de Carolina Peleritti en La señorita de Tacna, y ahora incursiona gratamente en el lesbianismo. Y las menos conocidas pero más claramente teatrales Pelaccini, Lorca y Pagés.

EL GUION

Quizá lo más sólido de la obra. Alan Ball brinda un texto lo suficientemente inteligente, potente, ágil y zumbón, capaz de sostener hora y media de obra sin recaídas. La adaptación de Fernando Massllorens y Federico González del Pino, acaso un tanto excesivo en su profusión de “yeguas” agregadas cual dudoso color local.

LA ESCENOGRAFA

La economía de la experimentada Renata Schussheim, capaz de transformar el atuendo de dama de honor en falda salmón y capelina fácilmente desmontable. Una escenografía aterciopelada (que va perfecto en el Maipo) y un sugerente desfile de puertas y ventanas imaginarias.

LA DIRECTORA

Diva de divas, Aleandro sigue los últimos ensayos con la tranquilidad de aquel que ya ha hecho su labor y ahora se acomoda para contemplar sus logros. Desde una butaca de la sala, entre sorbo y sorbo de agua mineral, obsequia algunos: “¡Muy bien chicas! Esto va bárbaro”. Por momentos parece más la madre del elenco que la directora. “Ay, nena, ¡no te vayas a caer!”, marca cuando la más jovencita de sus actrices ensaya una pirueta desde una hamaca. Y no es la única: las verdaderas madres de las protagonistas (que no se perdieron las últimas pasadas) se suman al coro. Hacia el final, cual pitonisa griega, Aleandro envuelve a su protagonista bajo su ala y susurra unas palabras mágicas que jamás confesará.

EL MUÑECO DE TORTA

Claudio Tolcachir, único hombre de la obra y a siglos luz de la intención que marca el guión original: “Primo del novio, un atorrante pero encantador. Tiene mucho más cerebro que lo que muestra su espléndido físico”. Hummm. En sólo veinte minutos Tolcachir se ocupa de componer un perfecto muñecote.

EL HAPPY END

Nada de esos oscuros y retorcidos finales tan típicos del off. Cinco vestidos... tiene un transcurrir digno y agradable –sólo interrumpido por algunos parlamentos ruidosamente enfáticos: críticas a cirugías, anorexias y botox, denuncia el abuso de menores y hasta un “es hora de que las mujeres argentinas nos aceptemos como somos”–. Luego de toda catarsis, giro romántico y final a puro baile con gráciles correteos para dejar a todos con lágrimas y sonrisas donde corresponda. Para la foto.

Cinco mujeres con el mismo vestido se estrena el miércoles 11 de enero en el Teatro Maipo, Esmeralda 447.

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